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Malick, fascinante pero excesivo

‘A Hidden Life’ embruja durante mucho rato pero existen planos y secuencias que suponen la repetición de lo que ya estaba inmejorablemente contado

Existen pocos directores en el cine actual y en el de cualquier época con un sentido de la imagen tan prodigioso como Terrence Malick. Sería reconocible, aunque no llevara su firma. Esa estética le sirve para crear auténtica poesía, describir los sentimientos más intensos, ser un humanista con mayúsculas. Me removió fibras muy íntimas, me dejó en estado de shock con su obra de arte El árbol de la vida, aquel memorable retrato de las sensaciones de infancia, de las relaciones familiares, de la potencia de los recuerdos, de la devastación inconsolable que causan algunas pérdidas afectivas. Sintiendo admiración por su personalidad y su estilo narrativo, en otras ocasiones creo que se hace un lío con el laborioso montaje. Imagino que no hay un productor inteligente y racional que le aconseje o le imponga su criterio acerca del excesivo metraje de sus películas. Porque existen planos y secuencias que suponen la repetición de lo que ya estaba inmejorablemente contado, que puede saturar a la mayoría de los espectadores, aunque la creatividad de Malick se quede enormemente satisfecha.

A Hidden Life me embruja durante mucho rato. Ambientada en un precioso paisaje de las montañas austriacas, narra el nacimiento del amor entre una pareja de campesinos, su comunión con la naturaleza, su esfuerzo trabajando la tierra, el nacimiento de sus hijas, la compenetración de esta gente que se ha puesto de acuerdo con la vida con sus familiares y el trato cálido y solidario con los vecinos de la aldea, un presente feliz sin amenaza de nubarrones. Todo se vendrá abajo cuando el nazismo exija el reclutamiento del marido para combatir en la II Guerra Mundial. Este tipo nada locuaz se niega, sin hacer aspavientos. La objeción de su conciencia es inflexible. No quiere matar a nadie ni exponerse a que le maten, no quiere separarse de los suyos, es incapaz de responder al saludo ritual de Heil, Hitler! Y los habitantes de su entorno que tanto le querían antes le llamarán antipatriota y le acosarán, el ejército le enviará a prisión y le torturará, será ejecutado sin que consigan que este héroe sin atributos abjure de sus convicciones ni se muestre arrepentido. No hace filosofía con sus principios, no lanza discursos para justificarse. Simplemente sabe que su cerebro y su corazón no pueden ni quieren embarcarse en la guerra. Cuenta una escueta nota al principio de la película que este señor existió, que no es ficción. Y sientes mucha pena. También indignación. Y bendices que pueda haber alguien así en la vida real.

Malick te transmite intensamente el esplendor en la hierba que vive esta pareja y el posterior desastre al que es condenada su digna existencia, te coloca al borde de las lágrimas describiéndote su plenitud y su derrumbe, la cámara posee auténtico lirismo, habla con un lenguaje hermoso. ¿Y cuál es el problema para mí? Que su metraje se alarga hasta las tres horas, que hay momentos de desfallecimiento, que en esa catarata de imágenes magnéticas alguna vez me asalta la sensación de déjà vu de que un poco de aligeramiento le sentaría inmejorablemente. Malick no utiliza estrellas en esta ocasión. No le hacen falta. Sólo un reparto integrado por intérpretes austriacos y alemanes en el que solo reconozco al difunto Bruno Ganz en un papel muy breve. Encuentro conmovedora y poderosa esta película, pero aún podría gustarme más.

La que no me sugiere nada especial, ni frío ni calor, es la francesa Retrato en fuego de una joven, dirigida por Céline Sciamma, señora que antes había dirigido dos películas curiosas y militantemente feministas. Aquí cuenta la historia de amor que se desarrolla en el siglo XVIII entre una pintora y la joven a la que debe hacer su retrato de matrimonio, antigua novicia de un convento con tendencias suicidas. Y me ha aburrido notablemente con la rumana La Gomera y con la china El lago de las ocas salvajes. Ambas tienen vocación de cine negro, se supone que ocurrirán cosas trepidantes, pero repito, sólo tedio.

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