in

Las mujeres, todas brujas

Mona Chollet revisa y reivindica la figura de la hechicera a la luz del feminismo moderno

Que la caza de brujas fue una caza de mujeres es algo tan evidente que a menudo se pasa por alto (sobre todo los hombres). En Brujas (Ediciones B), Mona Chollet, que revisa el fenómeno histórico de esa terrible persecución desatada especialmente a inicios de la Edad Moderna, subraya que a las brujas se las mató tanto por ser supuestamente brujas como por ser mujeres, y que aquel episodio atroz fue una expresión directa de la misoginia de la sociedad. En su libro, Chollet (Ginebra, 1973) revisa y reivindica la figura de la bruja a la luz del feminismo en un recorrido que lleva desde las hogueras de los siglos XVI y XVII a la identificación contemporánea de grupos feministas como WITCH (Women’s International Terrorist Conspiracy from Hell, Diabólica conspiración terrorista internacional de las mujeres), pasando por las hechiceras villanas de Walt Disney, Embrujada, la Glenn Close de Atracción fatal y las tres mujeres de Las brujas de Eastwick, entre otras. La francosuiza Chollet, ensayista y periodista (es jefa de edición de Le Monde diplomatique), escribe de su propia fascinación desde niña por las brujas y de como siempre le han producido “sensación de aventura”, le han abierto las puertas a otro mundo y han magnetizado su atención “como si anunciaran una fuerza que podría ser mía”. La bruja, afirma, “encarna a la mujer liberada de todas las dominaciones, de todas las limitaciones; es un ideal hacia el que tender, ella muestra el camino”.

La escritora, que ha viajado a Barcelona para presentar su libro, explica que durante la caza de brujas histórica “el abanico de mujeres que podían ser acusadas de brujería era muy amplio. En realidad cualquier mujer que tuviera un comportamiento que molestara podía ser tachada de bruja y perseguida como tal: la amante o la esposa de las que te querías librar, la viuda con propiedades ambicionadas por los familiares o los vecinos…”. Unas mujeres que estaban especialmente en peligro eran las sanadoras y curanderas, que atesoraban conocimientos tradicionales y actuaban como médicos de las clases populares. “En determinado momento, se empieza a ver su actividad como peligrosa y maléfica”. ¿Qué ocurrió? “Ah, ese es el gran misterio. Sin duda hubo más de un motivo. Siempre hacen falta chivos expiatorios y ellas eran buenas candidatas, pero además aumentó el acceso de las mujeres al mundo laboral y significativamente coincide el momento en que se las expulsa de ese ámbito del trabajo con la intensificación de la caza de brujas. Básicamente se persigue a las que llaman la atención, las que escapan del control masculino, lo que se perciben como una amenaza social. Creo que algo de eso sigue vigente: no es casualidad que cuando una mujer quiere recuperar su independencia es el momento más peligroso para ella en relación con la violencia doméstica”.

Chollet recuerda que la gran persecución, con su etapa más cruenta a mediados del XVI, es un fenómeno renacentista y moderno y no medieval. “Es espantoso pensar que ese crimen sucedió en una época que identificamos con el humanismo, el progreso, la ciencia y el arte, una era que es la del nacimiento de nuestro mundo”, apunta. “Impresiona pensar que durante siglos en buena parte de Europa se creía ese relato de que había mujeres que volaban en escobas y realizaban maldades diabólicas”. Un episodio como el de las Brujas de Salem se produce tan tarde como en 1692. “En las colonias británicas en Norteamérica la caza tiene una dinámica especial, y el imaginario de la brujería en EE UU está más marcado por eso. Hillary Clinton, por ejemplo, llegó a ser tratada de bruja en su campaña”. En Brujas, la autora señala otros ataques paralelos a la candidata que abundaron en los tópicos machistas como el de la mujer mayor maléfica. La aversión hacia las mujeres maduras fuertes y seguras la expresó y utilizó abyectamente, empleando “el aplomo que le proporcionaba una larga tradición de cultura misógina”, dice Chollet, Donald Trump al ironizar sobre que Hillary abandonara un debate electoral para ir al lavabo.

“La reivindicación de la bruja es algo que el feminismo lleva haciendo hace tiempo, el grupo WITCH surgió ya en los sesentas”, continúa la estudiosa. “El movimiento feminista se apropia de la figura de la bruja y dice ‘si esto es todo lo que detestan de nosotras pues vamos a reivindicarlo’”. En su libro, la autora introduce muchos temas como la maternidad y la no maternidad, la edad y hasta el teñido del cabello, proponiendo “un debate muy íntimo”.

El pacto con el diablo, la diabolización de la bruja, fue el peligroso argumento que disparó la persecución. “Justificó y provocó la caza, era como llamar a alguien hoy terrorista”, señala Chollet. “Aparecieron demonólogos, hombres que sistematizaron cómo reconocer a una bruja y escribieron tratados como el Malleus maleficarum, el Martillo de las Brujas, que fijaron la mitología de las hechiceras. Un mito, pero con efectos terribles muy reales, en algunos pueblos de Alemania solo sobrevivió una mujer”. La escritora subraya la escala del fenómeno y cómo las autoridades locales y los propios vecinos se involucraron en la caza.

Es curioso observar que a las brujas, que escapaban del control patriarcal, se las puso bajo el poder de otro hombre, el diablo, Satanás. “Sí, de manera inconsciente se las volvía a sujetar al principio masculino. En la película Las brujas de Eastwick, las tres protagonistas divorciadas (Cher, Michelle Pfeiffer y Susan Sarandon) son llevadas a rebelarse contra sus vidas por el demonio (Jack Nicholson) pero después culminan su destino sublevándose contra el propio diablo”.

Un tema muy interesante que aborda Mona Chollet es la relación de la persecución de las brujas con el antisemitismo. “Hay muchos puntos en común, como los hay en general entre la misoginia y el odio a los judíos. Se comparaba a los judíos con las mujeres e incluso existía la creencia de que al estar circuncidados, los judíos tenían la regla”. El estereotipo de la bruja y el del judío comparten la nariz ganchuda. “Sí, y hay que tener cuidado con el mantenimiento moderno de ese apéndice y otros clichés en imágenes de ficción y divertimento, pretendidamente amables, como la bruja de la Blancanieves de Walt Disney: son cosas que trivializan el odio a las brujas. Cuando se tiene conciencia del horror que hay detrás de la historia de la caza el impacto es muy fuerte. Es parecido a las bromas pretendidamente simpáticas sobre la violencia doméstica, otro fenómeno que durante mucho tiempo se ha trivializado como el de la persecución de las brujas”.

Chollet recalca que la caza fue absolutamente bárbara, especialmente con las mujeres mayores, a las que no se les tuvo ningún respeto ni piedad. “Es el momento en que se reactivó el odio a la mujer mayor, algo que ya había existido en la antigüedad. A la mujer mayor se la ve como vieja, fea y obscena, prescindiendo de todos sus atributos positivos”.

La autora señala cómo algunos arquetipos de la bruja siguen latentes en la cultura de masas y los medios. Al respecto menciona el papel de Glenn Close en Atracción fatal. “Es el prototipo de la bruja e incluso, de una manera poco sutil, en la película vive en un antiguo matadero cerca de fuegos industriales”.

¿Qué reivindica de las brujas el feminismo? “De entrada reclama justicia, que la Iglesia se disculpe oficialmente. El Papa hizo acuse de recibo, pero nada más. Después que se explique bien lo que sucedió durante la persecución. Aparte de eso, el feminismo se ha interesado por cómo las brujas, en realidad mujeres inofensivas, atemorizaban a sus jueces por lo que estos pensaban de ellas. Así que se puede interpretar ese miedo de manera literal y decirse ‘si tenemos esa fuerza, ¿por qué no utilizarla?’”. ¿No es peligroso identificarse con las brujas? Ya las cazaron una vez. “Las mujeres no podemos ajustarnos a lo que se espera de nosotras, a la norma. Es cierto que ninguna mujer se va a reivindicar como bruja en Nigeria, Tanzania o la India, donde podrían jugarse la vida como en la Europa de la persecución. Pero en nuestra sociedad es interesante ver cómo las brujas son un arquetipo de todo lo que da miedo en las mujeres, lo que parece peligroso y provoca odio”. La escoba de la bruja, apunta Chollet, «simboliza la subversión del orden doméstico: la usa para volar y no para barrer, es un instrumento diabólico para escapar al aquelarre. El marido duerme y ella se marcha: es una situación que reafirma las sospechas sobre la esposa y la necesidad de su control”.

De otra recreación popular de la bruja, la serie Embrujada , emitida en España en los sesenta y setenta, Chollet señala que bajo la apariencia de comedia amable se restablecía siempre el orden del patriarcado. La protagonista era una bruja (Elizabeth Montgomery) que renunciaba a sus poderes para tratar de ser una buena ama de casa. ¿Al cabo no conseguía tener el poder doméstico? Faux Pass, Chollet riñe: “¿Acaso eso es un poder? Ella es una bruja con poderes de verdad, extraordinarios, pero los rechaza e vintenta ser la doméstica perfecta”. Admite sin embargo que la madre (la magnífica Agnes Moorehead) es una verdadera bruja que detesta a su estúpido yerno humano (Dick York) y trata de que su hija, y luego su nieta, asuman su condición de hechiceras.

What do you think?

0 points
Upvote Downvote

Comments

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Loading…

0

Comments

0 comments

Demasiados ‘hitlers’ a subasta

Asier Etxeandia: “Actúo para que flipéis conmigo”