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Demasiados ‘hitlers’ a subasta

Las autoridades alemanas confiscan decenas de cuadros atribuidos falsamente al dictador nazi, cuyas acuarelas viven un ‘boom’, según expertos, en China y Japón

¿Tan prolífico fue Adolf Hitler en su creación artística? Los anuncios de subastas de cuadros supuestamente pintados por el genocida se suceden desde hace meses, sin que se sepa muy bien de dónde vienen los lienzos ni en qué manos acaban. Pero sobre todo, sin que se haya determinado si esos cuadros los pintó realmente Hitler.

Los pocos investigadores que se han interesado por las ambiciones artísticas del führer sostienen que la mayoría de los cuadros firmados “A. Hitler” que circulan por el mercado son falsos. Eso no impide que inversores, nazis del siglo XXI o superricachones globales sigan adquiriendo unas acuarelas cuyo valor no deja de crecer.

El último supuesto fraude sonado fue el de Núremberg el pasado febrero. Cinco acuarelas salieron a subasta con un precio de partida entre 19.000 y 45.000 euros. Tres días antes, la Fiscalía había ordenado el secuestro de decenas de obras, ante la sospecha de que eran falsas. “63 pinturas con la firma ‘A. H.’ o ‘A. Hitler’ fueron incautadas, en el marco de una investigación por falsificación de documentos y tentativa de fraude”, detalla una portavoz de la Fiscalía en un correo electrónico. De momento, las investigaciones siguen su curso en Alemania, donde está prohibida la venta de simbología nazi, pero ninguna ley se refiere a la obra del dictador.

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Días antes, salían a la venta en una pequeña casa de subastas al norte de Berlín tres acuarelas. Se trataba de un paisaje de los Alpes y otro del Rin fechados en 1910 y 1911 y considerados de una calidad artística mediocre. Los cuadros acabaron en dependencias policiales, según tuiteó a finales de enero la policía de Berlín, por supuesto “fraude y falsificación”. La firma no coincide con las de cuadros anteriores, lo que despertó la sospecha de los expertos.

 

Documentos y evidencias

El fenómeno no es nuevo. Ya desde los setenta hay constancia de compraventa de obras atribuidas a Adolf Hitler, pero es ahora cuando algunos investigadores han logrado acumular documentos y evidencias que permiten poner en cuestión la veracidad de las piezas. El holandés Bart Droog, junto a su colega Jaap van den Born, ultima la publicación del libro Los falsos Hitlers, donde recogen sus pesquisas. Hace tres años, comenzaron a investigar una serie de poemas atribuidos al líder nazi y descubrieron que habían sido escritos por otros poetas de la época. “Después de morir, los nazis quisieron atribuirle obras para humanizarlo y que pareciera tierno”, explica Droog.

Antes de la Primera Guerra Mundial, entre 1909 y 1914, Hitler se ganó la vida pintando postales y cuadros en Múnich y en Viena. Fue una etapa prolífica, pero fue rechazado hasta dos veces por la Academia de Bellas Artes de Viena. Él mismo describe en Mi lucha esos años. “Mi situación había cambiado un poco, porque ya no tenía que servir como obrero no cualificado para ganarme el pan de cada día. En ese momento ya trabajaba como dibujante y acuarelista”, escribe. Y añade: “Podía leer o dibujar hasta altas horas de la noche, nunca me cansaba”.

Droog y su colega rescataron una investigación de la policía austriaca de 1936, que había contado con el testimonio de Jakob Altenberg, marchante y uno de los principales clientes de Hitler entre 1911-1913. La operación nació a raíz de un presunto plagio perpetrado por su entonces compañero de alojamiento, Reinhold Hanisch, supuesta fuente inagotable a lo largo de los años de falsos hitlers. En la investigación se dejaba claro, según el experto holandés, que, de los cuadros que conocía Altenberg, Hitler pintó sobre todo paisajes urbanos y de un determinado tamaño. Además se trataba de acuarelas, nada de óleo. “Calculamos que apenas 30 cuadros sobrevivieron y están repartidos en distintas instituciones en EE UU, Baviera y Florencia, entre otros lugares”, asegura Droog. Y luego hay un puñado que podría estar en el mercado y cuya autenticidad no ha sido verificada.

La era de Internet ha dado una nueva vida a las pinturas, que circulan con mayor fluidez, a la vez que facilita seguir al menos en parte el rastro de las transacciones. En lo que va de año, han aflorado 70 supuestas obras de Hitler. Droog dice que hay compradores en todo el mundo, aunque detectan una mayor demanda en China y en Japón. “Hay un cierto boom, se está convirtiendo en un gran negocio”. A menudo, son casas de subastas pequeñas las que venden las obras porque las mayores no quieren ver manchada su reputación. Consultadas dos de ellas por EL PAÍS, no han ofrecido una respuesta.

El historiador del arte Christian Fuhrmeister, del Instituto de Arte de Múnich, detecta un círculo vicioso: “Cada vez que sale una noticia nueva, los falsificadores se dan cuenta de que hay un creciente interés y un mercado de gente que compra esas piezas”. Fuhrmeister cree que uno de los problemas es que no hay casi expertos en el tema: pocos especialistas quieren tener que ver con la creación del responsable del asesinato de seis millones de judíos.

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Los historiadores del arte no consideran la obra de Hitler digna de su estudio desde un punto de vista artístico. Para los historiadores, es el gran genocida antisemita, no un artista, explica Fuhrmeister. El hecho de que no tuviera un estilo pictórico personal dificulta las pesquisas. Los expertos coinciden en que no tenía talento, que era un mero copista. Como resume Fuhrmeister: “Esas obras solo importan porque son de Hitler. Un profesor de arte de un colegio que saliera el fin de semana a pintar una acuarela haría algo parecido”.

Las autoridades alemanas y los expertos se enfrentan ahora a la compleja tarea de esclarecer la autoría de la supuesta producción del entonces joven acuarelista. Es un proceso que podría eternizarse y que puede que nunca acabe de resolverse del todo.

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