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Un sitio en el que quedarse

El nuevo álbum de Rustin Man recibe una calificación de 7 sobre 10

La grabación de Drift Code ha requerido más de tres lustros, pero no porque busque dejar huella como sea. Con él ocurre lo mismo que con su predecesor, Out of Season (2002), el disco con el que Paul Webb estrenaba el seudónimo de Rustin Man. Aquella fue una obra modesta en planteamientos pero certera en cuanto a resultados, que solo buscaba descubrir su propio lugar entre los discos de moda y las tendencias del momento, nada más que eso. En aquella ocasión Webb aún no se atrevía a cantar, por lo que el disco llegó firmado a medias con Beth Gibbons. 15 años después, la voz de Webb es unos de los atractivos de este Drift Code.

Webb formó parte de Talk Talk, grupo británico que optó por distanciarse del éxito al cual parecía abocado, para sumirse en obras de autor. El recientemente fallecido Mike Hollis, vocalista de la banda, registró tras la ruptura de esta un desgarrado álbum en solitario que se ha convertido en su legado como solista. Webb es el único exmiembro de Talk Talk con visibilidad, pero sus prioridades están muy claras. Con Drift Code, el personaje de Rustin Man se convierte en un contador de historias, siempre insertadas en estilos musicales añejos que no pertenecen a ningún tiempo concreto porque Webb, más que recrearlas, destila las influencias que le interesan. Entre ellas está el rock progresivo y, especialmente, el llamado sonido Canterbury, aquella corriente que dotaba al rock de amplios devaneos instrumentales propios del jazz. De ahí vienen Robert Wyatt y Kevin Ayers, dos figuras presentes en este álbum. El primero, a través de la modulación vocal de Webb, que en ocasiones abraza ese tono herido tan de Wyatt al cantar, especialmente en The World’s In Town. Pero también están los despreocupados toques campestres del primer Ayers, y esa psicodelia tan british que tanto él como Wyatt practicaron con Soft Machine.

Lo realmente importante de Drift Code es que permanece con el oyente si este le da la más mínima oportunidad. Nada más comenzar, Vanishing Heart deja la puerta abierta a aquellos que estén dispuestos a quedarse. Una canción que avanza despacio, mientras los instrumentos van sumándose para romper con la falsa calma que promete el principio y que el tono herido de la voz anuncia. Y de nuevo, otra referencia, el Bowie de Blackstar en Our Tomorrows, aunque a juzgar por otras canciones, la inspiración seguramente provenga de Peter Hammill. En el rock, nadie canta el drama como Hammill, que consigue neutralizarlo hasta que no sepamos si lo cantado es motivo de tristeza o euforia. Talk Talk también hacían eso y ahora lo hace Webb con canciones como la inmensa All Summer, Brings Me Joy o Martian Garden, otro conglomerado de psicodelia que queda doblegado ante las prioridades emocionales de Webb en esta obra de fina sencillez.

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