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Superheroicas dudas adolescentes

Funciona como secuela natural de ‘Homecoming’, pero también como continuación modesta, juvenil y refrescante de esa odisea del lujo llamada ‘Vengadores: Endgame’

El corpus dramático, narrativo y de acción que está componiendo Marvel con sus películas desde hace años puede llegar a ser agotador, sobre todo para los no demasiado formados en los cómics, pero a cambio no se puede sino agradecer el esfuerzo, más allá de los guiños para entendidos, por algunos de los grandes instantes logrados (y regalados) a partir de una simple variación en el punto de vista.

Así, uno de los mejores prólogos vistos en estas entregas era el de Spider-Man: Homecoming: primero, por su concisión, demostrando que en apenas unos minutos se podía contar un relato de formación de un villano, incluyendo además una visión social y laboral del mundo contemporáneo; y segundo, por hacernos mirar hacia el otro lado de la acción superheroica, con un visceral (y muy divertido) giro al punto de vista, al enseñarnos a los limpiadores del clímax de Los Vengadores (2012), la parte de atrás, el recodo escondido del brillante fulgor de las grandes estrellas encabezadas por Iron Man.

Un recodo oculto que bien podría ejercer de metáfora para Homecoming en sí misma, para Spider-Man como joven opositor a la banda de los Vengadores, y para esta Spider-Man: lejos de casa, que funciona como secuela natural de Homecoming, pero también como continuación modesta, juvenil y refrescante de esa odisea del lujo llamada Vengadores: Endgame (2019). De hecho, esta segunda entrega del personaje interpretado por Tom Holland y dirigido por Tom Watts incide en las características que ya poseía el renacimiento de 2017, aspecto de comedia adolescente de instituto y aparente intrascendencia, pero también queda registrada a partir de las consecuencias dramáticas del desenlace de Endgame.

Con la vista puesta en una película tan felizmente antiintelectual como Las vacaciones europeas de una chiflada familia americana (Amy Heckerling, 1985), aunque sin su gamberrismo y mala baba, Spider-Man: lejos de casa confirma el carisma y la simpatía de Holland, y aporta además la química existente con Jake Gyllenhaal, intérprete de Misterio, esa especie de hermano mayor con el que consultar las razonables dudas de la edad adolescente.

Puede que menor dentro del universo Marvel, pero bastante más entretenida que ciertas derivas supuestamente complejas y amargas que no eran sino vacuos ladrillos (con Vengadores: la era de Ultrón como mejor ejemplo), Lejos de casa se beneficia de la presencia de un villano de verdadero fuste y, frente a la excesiva grandilocuencia de ciertos productos, presenta un conflicto muy atractivo en su fundamento: las dudas de Peter Parker entre ejercer de superhéroe para ayudar a salvar el mundo o irse de vacaciones con sus compañeros de clase por media Europa y ligarse a la chica que le gusta. No hay nada más importante a los 15 años, y pocas cosas mejores en toda una vida.

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