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John Grant y Vetusta Morla encienden la mecha del BBK Live

El músico estadounidense y la banda madrileña protagonizan el comienzo del festival bilbaíno

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Propuestas tan dispares como Vetusta Morla y John Grant consiguieron ayer el mismo efecto en un público ecléctico como el del BBK Live de Bilbao: convencer de que la música tiene el poder de comunión y revolución necesarias para que las personas la necesiten en sus vidas.

A las 20.30, los Vetusta Morla, acostumbrados a horarios más tardíos en otros festivales, pudieron remover los cimientos de un público que todavía estaba de día, sin la cilindrada idónea para un certamen de estas características. Lo hicieron a base de oficio y calidad, dos virtudes que condensan con maestría. A través de canciones como Golpe maestro, 23 de junio, Consejos de sabios o La vieja escuela, el grupo madrileño demostró que no hay banda más potente y grande ahora mismo en España en directo. Es un triunfo del indie español, pero hay algo más: su música es banda sonora de una generación que ve en ellos algo real, vivo, indescifrable, que se despliega en la voz de Pucho, en las guitarras de Guille y Juanma, en todo el conjunto, con el aplomo de un torbellino. Son cosas que pasan, y, en el fondo, es bonito que vivamos a este grupo en época de esplendor.

Como pasa que John Grant, un músico en otro territorio muy distinto al de Vetusta Morla, consiguiese un efecto también asombroso. En todas las casas de apuestas nadie se la jugaría por el minimalismo sonoro en un festival. Y menos aún a las 19.30 de la tarde, cuando el sol todavía cae con aplomo y la gente poco a poco va entrando al recinto tomando el pulso de la fiesta. Pero John Grant nunca ha sido un tipo de apostar a caballo ganador y, sin embargo, vence a su manera. Su estilo detallista y conciso se impuso ayer de una forma tan contundente como inusual a primera hora de la jornada inaugural del BBK Live de Bilbao.

Grant salió con gorra, la cara pintada de negro a la altura de los ojos, pantalón corto y camiseta, como si fuera uno de los muchos guiris que se dejan ver por el barrio viejo de Bilbao. Pero no. Cierto que era un guiri, de Estados Unidos concretamente, pero no uno más. Era un hombre defendiendo su música iconoclasta, donde las bases electrónicas conviven con los medios tiempos confesionales, antes incluso de que un tipo más famoso como Bon Iver lo pusiese de moda.

Saludó en español, luego en euskera y después otra vez en español dijo que su música hablaba de lo cotidiano para retratar el mal estado del mundo. De lo particular al todo. Es así como funciona su música, que nunca se deja atrapar con facilidad. Desde que Grant dejó The Czars se ha ido labrando una carrera alternativa sólida y, en parte, inclasificable. Es un artista al que no se le hace fácil el molde, ningún molde. En la última década, con discos tan notables como Queen of Denmark, ha rastreado todo género con la única premisa de no ser cortado por ningún patrón, coqueteando desde el folk, la balada desnuda y el rock deslenguado, revestidos de capas de electrónica, a medio camino de la sugerencia adictiva y el ritmo machacón de discoteca.

Su último álbum, Love Is Magic, es toda una obra orgánica y nada complaciente. También una muestra idónea de la condición misteriosa de su creador, donde las contradicciones de la persona se amalgaman con una música inquieta y expansiva.

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