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Pablo Aguado: “He toreado más en mi cabeza que en las plazas”

La gran revelación de Sevilla y de la temporada reaparece esta tarde en la plaza de Las Ventas

Entre las fotografías de papel que conserva Pablo Aguado (Sevilla, 1991) destaca una que lo retrata sacando a hombros a Morante de la Puebla. Sucedió en Jerez, hace ocho años. Imposible pensar entonces que el costalero y el tótem compartirían paseíllo en La Maestranza. Y que sería Aguado el artífice de la apoteosis del 10 de mayo. Morante y Roca Rey se marchaban a pie. El “aspirante” lo hacía en volandas, atravesando el umbral de la Puerta del Príncipe con un botín de cuatro orejas. 

Puede entenderse así la psicosis que engendra la reaparición de Pablo Aguado este sábado en Las Ventas. Ya había cortado una oreja en la pasada Feria de Otoño, pero la proeza de Sevilla ha convertido la actuación de Pablo Aguado —le acompañan Ginés Marín y el mexicano Luis David— en un acontecimiento inesperado o sobrevenido del ciclo isidril cuyo impacto se refleja en la taquilla.

Le impresiona al propio Aguado la responsabilidad, entre otras razones porque no ha adquirido conciencia de su revelación. “Me estoy dando cuenta de lo que hecho cuando han pasado unos días. Leyendo las crónicas, escuchando a la gente”, explica a EL PAÍS. “La faena fue una experiencia muy intensa, muy personal. Era consciente de que el público rugía. Escuchaba la música. Percibía a la gente entusiasmada, pero estaba toreando para mí”.

Es atípica la trayectoria de Aguado. Porque tomó la alternativa bastante mayor —se la dio Ponce en La Maestranza en 2017—, porque ha toreado muy poco desde entonces —12 tardes en total— y porque los estudios universitarios —Administración y Dirección de Empresas— sugestionaron una carrera intermitente en los ruedos. “La cuestión no era tanto el debate de torear o estudiar como convertir los estudios académicos en un bagaje de cultura, de educación, de formación que refuerza la propia arquitectura humana. Soy un hombre de inquietudes. Me siento muy torero, pero me interesa instruirme. Me lo inculcaron mis padres tanto como lo he querido yo”.

Era ganadero el abuelo de Aguado. Y aficionado su padre. Jugaba al toro de chaval Pablo. Se “matriculó” en la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, pero su debut de novillero con caballos se demoró hasta el 8 de marzo de 2015 en Olivenza. Dos años después tomaba la alternativa en La Maestranza -23 de septiembre- y la confirmaba en Las Ventas el 23 de septiembre del pasado año. No estaba prevista su actuación en la Feria de Otoño, pero aprovechó la plaza vacante de Paco Ureña para descararse con el sexto ejemplar de Victoriano del Río.

Pablo Aguado regresa este sábado al escenario de la revelación. No es que pida un trato de privilegio, pero sí comprensión. “Quiero decir que la faena de Sevilla fue algo excepcional y extraordinario. Entiendo que los públicos deseen verme así todas las tardes, pero soy un torero nuevo, que tiene que hacerse. Si lo hice en La Maestranza, está claro que llevo ese concepto del toreo. Y que lo sé expresar y que lo puedo hacer, pero tienen que darse circunstancias favorables. El toro es la principal -se lidian ejemplares de Montalvo-, también hay otras como el estado de ánimo, propio y de los espectadores, la dinámica de la tarde. Estoy mentalizado, concentrado. Las Ventas me atrae. Y, al mismo tiempo, soy un matador con poca experiencia”.

No puede explicarlo mejor el diestro sevillano: “He toreado más en mi cabeza que en las plazas. He imaginado muchas faenas porque no tenía apenas oportunidades de torear. Supongo que era la manera de compensar esa falta de oportunidades”.

¿Imaginó, entonces, la tarde de Sevilla, la tuvo en su cabeza? “La verdad es que no. Pero sí se reflejó esa tarde mi manera de entender y pensar la tauromaquia. La naturalidad, la pureza. Torear despacio. Poner sentimiento y sensibilidad”. Unas y otras razones explican que Sevilla lo haya reconocido como su torero, pero la devoción a Aguado sobrepasa las fronteras convencionales. Lo demuestra la reacción del público de Valladolid el pasado domingo. Sustituía a Roca Rey. Y los espectadores pucelanos le hicieron saludar después del paseíllo para recompensarle la proeza de La Maestranza.

“Fue un gesto inesperado, muy bonito. Y demostrativo de la responsabilidad. Me ilusiona mucho haber ilusionado a la gente. La buena noticia es que acabo de empezar. Y que tengo muchas cosas que demostrar. Espero poder hacerlo en Las Ventas, tanto hoy como en la tarde del 16 de junio”, concluye el diestro sevillano.

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