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La rabiosa actualidad del arte prehistórico

Ángela Calero muestra en Málaga unas 80 obras, entre propias y ajenas, que ilustran sus coincidencias creativas con los aislados habitantes de la isla de Papúa

La prehistoria contemporánea, un oxímoron en toda regla, es lo que atrajo a la artista Ángela Calero la primera vez que se adentró en la parte occidental de la isla de Papúa y descubrió que sus habitantes, que viven aislados del resto del mundo en sociedades llamadas primitivas, producen obras de arte con más elementos en común que diferencias respecto a su propio trabajo.

La combinación de estas dos palabras de significado opuesto que originan un nuevo sentido —como define oxímoron el Diccionario de la RAE—, es decir, el descubrir en los albores del siglo XXI que hay tribus que viven en total sintonía con la naturaleza y producen obras respetando esa relación es la base de todo el trabajo que Calero ha desarrollado desde 2002, cuando inició sus visitas a Papúa.  El resultado de ese descubrimiento puede verse en la sala de exposiciones del Rectorado de Málaga hasta el 2 de marzo bajo el título Papúa, una prehistoria contemporánea que reúne unas 80 piezas tan diversas en técnicas como en materiales.

Las esculturas de madera, fotografías manipuladas, objetos y joyas realizados por la artista en los últimos 17 años conviven con piezas de las tribus asmat, dani o yali que Calero ha ido coleccionando en los numerosos viajes que ha realizado a Papúa desde Bali, la isla indonesia en la que ha residido durante casi dos décadas. Calero, que ha vuelto a fijar su residencia en España y vive en Málaga desde hace dos años, ha trabajado principalmente con los mismos materiales que los papús para crear piezas como sus esculturas de madera polivalentes que son, también, receptáculos de objetos preciosos.

«Las tribus papús, como otras muchas, no tienen la misma concepción que nosotros del arte. Sus piezas son objetos que utilizan en la vida cotidiana o en sus ceremonias y, casi siempre, cada persona se hace sus propios adornos con elementos naturales combinados con garras, dientes o plumas de los animales que cazan. No solo se busca la belleza, sino que también entran en juego otros valores como la valentía que ha mostrado el individúo al cazar a un casuary [ave] y luego colgarse sus púas y sus afiladas uñas o al hacerse un collar con dientes de cuscús [marsupial]», explica Ángela Calero (Córdoba, 1958) ante las piezas adquiridas a los nativos durante sus incursiones a recónditos poblados a los que siempre viajó sola, con la única compañía de un traductor con el que se comunicaba en indonesio. Estas tribus, cuyos primeros contactos con el resto del mundo están documentados en el siglo XVI, hablan cada uno su lengua y algunas están entre los únicos pueblos no contactados que existen en el mundo, junto a los de la selva amazónica de Brasil.

«Es muy interesante comprender cómo el azar juega un papel fundamental en la cultura papú. Usan pocas y muy rudimentarias herramientas y no trabajan según un diseño predeterminado. Simplemente cogen una roca de cuarzo y la estrellan contra el suelo, ellos se limitan a recoger los trozos y unirlos con tallos de orquídeas y otras fibras vegetales. Es el azar el que talla las piezas», comenta la artista. «Luego, cuando volvía a mi casa en Bali, y comenzaba a procesar toda la información me di cuenta de que lo más importante es que ellos conservan esa sintonía hombre-naturaleza que en este mundo globalizado y uniforme se ha roto», añade.

Troncos de teca seccionados y convertidos en receptáculos de objetos inspirados en los adornos creados por los nativos, rocas volcánicas convertidas en «hoyeros», como los llama la artista, para joyas realizadas con fósiles, dientes de cocodrilo, escarabajos iridiscentes llamados insectos joya, conchas, narigueras de hueso… Piezas creadas por Calero, quien comenzó a exponer en 1999 con una muestra en el Colegio de Arquitectos de Málaga y ha trabajado también con la galería Fúcares de Almagro, que se exhiben junto a las curiosas kotekas —un calabacín hueco, seco y, a veces, muy decorado que utilizan como funda para el pene— un tocado de novia o sujetadores de esparto.

Fragmentos de una cultura remota que «despiertan el interés por conocer ritos vetustos» por seguir la «llamada de lo incógnito y desafiar viejos miedos», como apunta Patricia Bueno del Río, comisaria de la muestra. Papúa, una prehistoria contemporánea, organizada por el Vicerrectorado de Cultura de la Universidad de Málaga, y su montaje, inspirado en los colores de la Melanesia, es obra de otro artista, el malagueño Diego Santos. Al igual que el archipiélago de Indonesia, Santos ha diseñado una exposición formada por islas o conjuntos de obras, ya sean los objetos de adorno personal presentados en cajas, como el conjunto de ciudades invertidas donde hay que cambiar el punto de vista para entender el montaje fotografico o los joyeros de madera o piedra.

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