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La conciliación se asoma al cine

Cannes abre una guardería dentro de un plan que se prevé repetir en más festivales

La caseta está en una de las pocas zonas amables del festival de Cannes y de su mercado de cine. Al final de la Villa Internacional, en el pantalán, junto a los pabellones de una veintena de países. Allí ha abierto, hasta el viernes 24, de 10.00 a 18.00 (aunque los niños solo pueden estar un máximo de seis horas) la guardería Le Ballon Rouge -en homenaje al mítico filme de Albert Lamorisse-, una iniciativa que nació de un grupo de whatsapp que arrancó con 85 miembros y ahora suma más de 200, agrupados en la asociación Parenting at Film Festivals, y que cuida de hasta 12 niños de seis meses a seis años. «Es un primer paso», cuenta una de sus impulsoras, Sarah Calderón, fundadora de The Film Agency. «Empezó durante la pasada edición de Berlín [en enero], otro certamen con un potente mercado, y responde al intento de afrontar una conciliación laboral y familiar actualmente casi imposible». Es cierto: por La Croisette hay una legión de abuelas y cuidadoras con bebés de acreditados.

En el festival de Cannes hay cerca de 40.000 acreditados, entre prensa, artistas e industria. Todos, potenciales usuarios de Le Ballon Rouge. La mayor parte son miembros de esa industria que participa en el Mercado de Cine, el más grande del mundo, una gran bazar de compraventa de películas, proyectos y todo tipo de servicios fílmicos. Muchos tienen familia, y tanto hombres como mujeres realizan malabares para el cuidado de sus hijos. «Queremos insistir en que este no es un problema solo de madres sino de progenitores; es más, el 40% de los 60 inscritos son hombres». Esas 60 familias tienen acceso a un proceso de acreditación especial, que otorga dos tarjetas adicionales para un cuidador o cuidadora y un bebé; la guardería y una sala de lactancia con cambiador a la entrada del Palacio de Festivales. «No hemos logrado un acceso especial para los carritos, como en los aeropuertos, aunque tanto el Festival como el Mercado han hecho un gran esfuerzo en apoyar la iniciativa», cuenta Calderón. La obsesión por la seguridad del certamen, que planta en cuanto puede un control con arco de metales, no ha cedido ni en este caso.

La caseta cumple con la regulación francesa de guarderías. «Por ejemplo, hubo que adecuar un grifo de agua corriente a menos de 10 centímetros del cambiador». A las diez de la mañana ya hay cinco niños jugando bajo la vigilancia de cuatro cuidadoras, de la empresa local Nanny Please, que se comunican en inglés y francés, y una voluntaria de Parenting at Film Festivals. A izquierda y derecha del pabellón, dos pequeños jardines que disfrutan los niños según su edad, en un entorno de muebles de Ikea y educación cercana al espíritu Montessori. «Cada familia trae su comida y tenemos un horario en el que los usuarios se apuntan para respetar el máximo de los 12 niños», asegura Calderón, colombiana radicada en Madrid y recién nombrada delegada de conciliación familiar de Cima, la asociacion española de mujeres cineastas. El presupuesto de 7.000 euros ha sido cubierto por donaciones de 14 empresas del sector cinematográfico, y los pañales los pone la firma Lillydoo. «Las familias pagan un precio casi simbólico», subraya la organizadora, madre de un hijo de dos años que se ha quedado en Madrid.

El material de Le Ballon Rouge se quedará en Cannes -es propiedad del Festival, que ha montado gratuitamente la caseta-, pero la iniciativa se va a expandir al resto de los 15 certámenes de clase A, los mejores festivales de cine. «En cada lugar Parenting at Film Festivals elegirá un nombre para la guardería, y nos adecuaremos a la idiosincrasia local. Ya hemos confirmado Róterdam y Locarno, Annecy será el siguiente y estamos en conversaciones con San Sebastián. Creceremos también en tamaño». Si los festivales quieren mover a la industria, el cuidado familiar parece un punto clave. Como dice Calderón: «Apostemos por la posibilidad de hacer este negocio más paritario, más humano».

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