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La basílica de las 13 tumbas que desconcierta a los expertos

La Universidad de Oviedo investiga el significado de los enterramientos de un enorme edificio romano a las afueras de León y donde podría descansar el patrón de la ciudad

Los bárbaros fueron los causantes, ya que no cesaban de presionar a los romanos en la frontera del Rin en el siglo IV. Así que el emperador se vio obligado a retirar la Legión VII Gemina de su acuartelamiento leonés, donde estaba acampada desde hacía tres siglos, y la envió a luchar a los espesos bosques de Germania. Eso seguramente provocó que el edificio de 23 metros de longitud por 14 de ancho que se levantaba en la actual Marialba de la Ribera (Villaturiel, Léon) fuera abandonado por los romanos y se reutilizase en los siglos siguientes como basílica y hasta como granja. Desde que fue excavado en los años 70 del siglo pasado, los especialistas se hacen múltiples preguntas sobre el enigmático edificio, que ahora la Universidad de Oviedo está intentando responder. ¿Para qué se construyeron 13 tumbas en su ábside?, ¿estará allí el cuerpo de san Marcelo, patrón de León?, ¿quiénes eran las niñas enterradas en el exterior?. El equipo que encabeza José Avelino Gutiérrez González, catedrático de Arqueología, busca las respuestas a este rompecabezas. La Diputación de León va a proteger la edificación con una gran cubierta para evitar el deterioro de esta enigmática basílica que desde los años 70 del XX parece deshacerse por el abandono.

Todo empezó en 1890 cuando los vecinos de la localidad leonesa avisaron a Inocencio Redondo, catedrático de Dibujo Lineal, de que habían encontrado unas grandes piedras en el campo. El académico trazó un esquema de lo que había visto, pero no pudo llegar más lejos. Años después, el arqueólogo Manuel Gómez Moreno calificó aquellos restos de «basílica cristiana». Los alemanes Helmut Schlunk y Theodor Hanschild, entre 1967 y 1969, excavaron el yacimiento. Su conclusión fue que se trataba de “la basílica paleocristiana más antigua de la Península». Sin embargo, Gutiérrez González ha desvelado que aquellos muros eran mucho más: la edificación formaba parte de un entramado urbano olvidado que se extendió hasta el siglo XIV. 

El yacimiento de Marialba de la Ribera, como se conoce a este conjunto, se sitúa a siete kilómetros al sureste de León, y se alzaba próximo a una vía romana, a la desaparecida ciudad de Lancia, a diversos asentamientos romanos, castros y necrópolis. La gran edificación era la principal de un conjunto del que se desconoce su extensión y finalidad. 

La investigación de los arqueólogos alemanes desveló que en la cabecera había 13 tumbas, además de otras dos a los pies, donde se hallaron objetos de vidrio y cuentas. Las sepulturas fueron construidas en la segunda mitad del siglo IV dentro de tres absidiolos inscritos en el ábside de 9 metros de diámetro. La primera impresión es que los constructores quisieron relacionar estos enterramientos con los apóstoles y Cristo, ya que uno de ellos se encuentra avanzado con respecto a las demás, a imitación de la Basílica de los Doce Apóstoles que ordenó construir Constantino en la actual Estambul.

Pero existe una leyenda del siglo XII en la zona de León que dice que los romanos martirizaron al centurión Marcelo en el Norte de África por haber abrazado la fe cristiana y asesinaron a su mujer, la futura santa Nonia, y a sus 12 hijos . Y otra que el abad del monasterio de San Claudio huyó con sus 12 diáconos a Galicia. «Hay», cree Gutiérrez González, «quizás, un intento de los dueños del edificio de asociar la iglesia al martirologio».

Al abrir el yacimiento, los expertos descubrieron que las sepulturas estaban saqueadas, encontrándose solo huesos fragmentados que corresponden a tres varones, uno de ellos senil, dos mujeres y dos niños. Durante la etapa visigoda, se añadió en la puerta del edificio un nártex o pórtico con otros 13 enterramientos, lo que hizo pensar a Hauschild que el lugar no era una simple basílica, sino más bien una iglesia de culto a mártires. ¿Pero a cuáles? ¿A san Marcelo y santa Nonia?

En el siglo V, se levantó una bóveda en el centro de la nave. Se sabe que entre los siglos VI y VII, la comunidad cercana iba a este lugar a bautizarse y enterrarse. Existe una necrópolis de época visigoda en la que se desenterraron jarritas, broches, armas, puñales, hebillas y joyas que se asemejan a las tradiciones del mundo franco. Entre los siglos VIII y el IX, se rompieron las estructuras del edificio y se abrieron hogares y cabañas en su interior. En los siglos siguientes, continuaron los enterramientos medievales. 

Se han detectado cinco niveles de tumbas, con enterramientos infantiles, posiblemente, de una misma familia. Collares, sortijas y pendientes acompañarían a estos niños durante la eternidad. Pero nadie sabe quiénes son y su relación con las 13 tumbas de un edificio. «Es un reto y un auténtico rompecabezas histórico que tardaremos en resolver», culmina Gómez Moreno.

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