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En la boca de la revolución iraní

El fotógrafo Kaveh Kazemi recoge en un libro sus fotografías, la mayoría inéditas, de la llegada al poder de Jomeini

Kaveh Kazemi regresó a Irán para poder volver a salir con libertad. Para lograrlo, este fotógrafo, que había aprendido el oficio en Inglaterra, tenía que cumplir el servicio militar. Sin embargo, al poco de llegar a Teherán se encontró con las manifestaciones que estaban haciendo tambalearse al régimen del sah Mohamed Reza Pahlevi. No sabía lo que iba a cambiar su vida y la de su país. «Cuando la revolución triunfó, el 11 de febrero de 1979, a los soldados nos mandaron a casa. Llegué, comí algo, puse la radio y dijeron que el Ejército había entregado el poder. Así que cogí mi cámara y me fui a la calle». Es el comienzo del relato de un reportero que se metió de lleno en la ola revolucionaria que degeneró en contrarrevolución islámica. Kazemi, de 67 años, expone 60 imágenes de aquellos días y de la guerra de Irán-Irak en el Centro Internacional de Fotografía y Cine (EFTI), en Madrid, hasta el 30 de julio. Kazemi ha aprovechado su visita para presentar su impactante libro Revolucionarios, la primera década, un trabajo en blanco y negro analógico «que incluye muchas imágenes inéditas», dice, publicado hace dos años en su país tras un tira y afloja con el Ministerio de Cultura.

«No es el libro que yo quería, pero se acerca mucho», dice Kazemi en su mezcla de inglés y español (su mujer es colombiana). «Si quieres publicar, primero tienes que hacer una maqueta del libro y enviarla al ministerio. Si lo aprueban, empieza una negociación sobre qué fotos se incluirán, al principio me querían quitar 17», añade. De su objetivo salieron imágenes duras, tomadas a centímetros de sus protagonistas, quizás porque, como recuerda, «en los comienzos de la revolución la gente en las calles te decía: ‘¡Hazme fotos!’. Sin embargo, pronto empezaron con ‘¡No me hagas fotos!». Así que optó por llevar una cámara pequeña en el bolsillo o trabajar desde el coche.

El cambio fue rápido en el Irán de 1979. «Todo el mundo se había unido contra el sah, estudiantes, demócratas, marxistas, intelectuales… y veían en Jomeini a un líder carismático, pero no todos querían una revolución islámica». Kazemi, que trabaja para la agencia Getty y ha publicado en Time, Newsweek, The New York Times o Paris Match, cita a las organizaciones de izquierda y a las mujeres como las primeras víctimas de «la revolución cultural». «Si ibas a una fiesta a casa de un amigo, te encontrabas cinco o seis controles para revisar si llevabas alcohol, o habías bebido, a veces te olían la boca; o si estabas con una mujer que no fuera la tuya… te acababas acostumbrando», explica.

Kazemi tenía buenas fotos, pero no clientes. La historia volvió a acelerarse con el asalto a la Embajada de EE UU en Teherán, el 4 de noviembre de 1979. «Me planté delante con cientos de fotógrafos y cámaras de televisión de todo el mundo. Al tercer día, un alemán muy serio se acercó y me preguntó: ‘¿Para quién trabajas?’. Yo respondí que era freelance. Entonces me dijo que era de la revista Stern y si quería trabajar para ellos». Durante casi tres meses su trabajo fue ir a la Embajada para cubrir la crisis de los rehenes, sus fotos salieron a doble página en Stern.

La guerra

La exposición viaja a otro hito que cubrió Kazemi de inmediato. En septiembre de 1980, Irak invadió territorio de Irán y comenzó una guerra de ocho años. Kazemi tomó imágenes en el frente, como la del soldado iraní que llora junto al cadáver de su hermano, con la cara cubierta por un pañuelo. O las de la serie de un ciego y sin manos por el conflicto al que, como otros lisiados, el Gobierno buscó mujeres para casarse. En la última imagen se muestra a ella ya con su bebé.

El fotoperiodista cubrió otros conflictos, Irlanda del Norte, Líbano, Nicaragua, Yugoslavia, Afganistán, Siria… «pero ya no voy a hacer más», afirma sonriendo. «Entonces era joven, curioso, quería conocer lugares… la fotografía era una manera de vivir, lo amaba. Después me he dedicado a otros proyectos». Además, apunta otra cuestión que mata al fotoperiodismo: «El mercado está inundado de imágenes digitales, son baratas y las revistas y periódicos ya no quieren gastar su dinero en este trabajo».

Residente en Teherán, describe su país como «muy contradictorio, en el que hay restricciones en la calle que tienes que cumplir, pero hay lugares de la capital a los que, por las noches, acuden mujeres más elegantes que en cualquier sitio de París o Londres. A vez, en el otro lado de la ciudad ves mujeres vestidas completamente de negro». Quizás por ello hay que ser consciente de los equilibrios que debe guardar un profesional como él y que resume en una frase: «Para un fotógrafo, vivir en un país como Irán es un arte».

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