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El Museo del Prado, misión histórica de Pérez Llorca

La incorporación del Salón de Reinos destaca en el legado del fallecido presidente del Patronato

Siempre que el Museo del Prado celebraba un acto significativo se podía ver a José Pedro Pérez-Llorca intentando ocupar un segundo plano junto al director del museo Miguel Falomir. Tocado con un sombrero negro y las manos metidas en los bolsillos de su abrigo, saludaba casi uno por uno a los muchos periodistas encargados de informar sobre el acto en cuestión. Entre bromas, siempre amable y con mucha guasa, recomendaba destacar algún aspecto de la noticia de turno y cuando se le preguntaba por aspectos concretos, remitía invariablemente al director.

Presidente del Patronato desde 2012, colaboradores muy próximos aseguran que después de una carrera política tan relevante como la suya, consideraba que el Prado era una misión histórica. Por eso cuando la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, del Partido Popular, se lo propuso, no lo dudó ni por un momento.

Hombre cultísimo y políglota, recurría al italiano cuando tenía que manifestar su desagrado por algún asunto. Uno de sus colaboradores recuerda que hace un par de meses, durante el fin de semana, les hizo llegar un correo electrónico en italiano. Después explicaría a los destinatarios del mail que seguía un consejo de su padre: «Si hay que regañar, hazlo en italiano porque es una lengua tan bella que disimula los enfados».

Además de presidir las reuniones del Patronato, al menos una vez por semana se dejaba ver en el museo. Codo con codo trabajó con Falomir para conseguir los fondos que no recibían del Gobierno para la conmemoración del bicentenario y la ampliación del Salón de Reinos. Por eso recibió con alegría la noticia de que en los presupuestos del Gobierno de Pedro Sánchez se incluía una aportación extraordinaria de 30 millones de euros en cuatro años, el 75% para las obras del Salón de Reinos, una satisfacción que pronto se evaporó con la convocatoria de elecciones generales.

En sus objetivos estaba tanto agrandar el museo como su colección. Uno de sus mejores días en el Prado lo vivió cuando se dio a conocer la adquisición de la Virgen de la granada, considerada una de las mejores obras de Fra Angelico y de la pintura florentina de la primera mitad del siglo XV, hasta entonces en manos de la Casa de Alba.

Otro de sus últimos logros, conseguido por su tozudez y habilidad negociadora, fue en octubre del pasado año, al lograr el depósito temporal de La última comunión de san José de Calasanz, de Goya, propiedad de la Orden de las Escuelas Pías. Estaba esperanzado en que la pintura fuera cedida definitivamente al museo.

La vida de la pinacoteca le interesaba sobremanera. Uno de sus colaboradores cuenta que las llamadas eran frecuentes. Nunca para interferir en la vida del museo, sino para ofrecerse a ayudar o para comentar cualquier cosa que hubiera ocurrido en España o en el mundo.

Hoy miércoles, día de su fallecimiento, el Prado ha emitido un comunicado en el que recalca la brillantez intelectual de Pérez-Lorca, que «demostró en todas las etapas de su fecunda vida pública la supo trasladar al ámbito de la cultura y de la gestión de la primera institución cultural del país». La nota añade que «en sus años al frente del Patronato, supo hacer valer su talento, su fina inteligencia y también su capacidad de liderazgo para conducir al Museo del Prado al lugar de privilegio que hoy ocupa en el corazón de los españoles». Asimismo, el comité de empresa del museo ha difundido un texto en el que destaca su carácter cercano y conciliador con todos los trabajadores.

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