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El fondo acaba con las librerías de fondo

Los libreros piden a distribuidores y editores depósitos gratuitos para tener más posibilidades de competir con Amazon y otros gigantes

Maldita la ironía. En la misma semana que cierran las emblemáticas librerías Portadores de Sueños (en Zaragoza), Semuret (118 años en el centro de Zamora) y Moya (la más antigua de Madrid, desde 1862) arranca en la Universidad de Educación a Distancia (UNED) —en colaboración con la Comunidad de Madrid y la Asociación de Librerías— el primer grado en el que enseñan a ser librero. No se tratarán asuntos como la lectura o la recomendación, hay más contabilidad, fiscalidad, financiación, gestión laboral, marketing, normativa y actividades culturales. Asuntos esenciales para resistir en tiempos de Amazon. Cuentan con 19 alumnos, las mujeres son mayoría.

“Los ánimos están bajos en las librerías medianas tras el anuncio del cierre de Portadores de Sueños”, reconoce Pablo Bonet, presidente de la Asociación de Librerías de Madrid. Eva Cosculluela, además de la dueña de la librería, es la vicepresidenta de Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (Cegal). Así que la pregunta a resolver en la UNED es: ¿cómo vivir de los libros y no morir en el intento? “Lo más importante para seguir abierto es tener una economía muy saneada”, responde Bonet. “Eso se conseguiría en todos los casos si instaurásemos el modelo argentino, que cuentan con los depósitos gratuitos”.

Este es el núcleo de la causa de su extinción: la burbuja de la deuda crece según se amplía el repertorio almacenado. Y no pueden prescindir de él, porque enfrente tienen al todopoderoso Amazon, que en cuestión de horas sirve el deseo que no se ha encontrado en la librería. Pero el fondo no sale gratis. Las distribuidoras y editoriales cobran a los libreros el 70% del PVP por las novedades (a pagar en 60 días máximo). El fondo es lo que les alimenta y lo que les pone en peligro de cierre. Están obligados a elegir con mucho tino lo que creen que venderán, para que la deuda no les coma los márgenes que deja la venta del libro (un 30% del PVP).

Descapitalizar la librería

“La obligación cultural del librero es el fondo, pero está en peligro, porque pagan un precio muy alto por tenerlo ahí”, explica Javier López, director técnico de Cegal, para quien el fondo es un trabajo de selección del librero y “no está recompensado por los editores”. Reconoce que tener en tienda el libro que pide el cliente es esencial y para ello deberían “mantener un fondo muy bien seleccionado y depósitos gratuitos”. Pablo Bonet adelanta que en las próximas semanas pondrán en marcha una comisión de trabajo entre las partes de la cadena del negocio para salvar las librerías “subiendo el margen de descuento en el depósito”. «Eso nos daría un respiro», añade.

Acabar con el fondo sería descapitalizar los comercios, por eso Oriol Serrano, de Les Punxes, una de las distribuidoras independientes más grandes, explica que dan facilidades para el pago. Aunque reconoce que solo las librerías que más venden tienen más descuentos. “Preferimos que el libro esté a la venta que en nuestro almacén. Ayudamos para que el libro esté mucho tiempo a la venta. Nos interesa el librero que cuida el fondo para que esté activo, no para que coja polvo”, cuenta Serrano, que asegura que las que más están sufriendo son las librerías de “clase media”.

Los datos recopilados por la Cegal le dan la razón. En el último barómetro de ventas publicado (2016) queda claro que cuanto más grandes las librerías, más fondo tienen, menos devoluciones hacen y más venden. Es decir, aquellos comercios con más de 25.000 ejemplares a la venta y más de 250.000 euros de facturación anual tienen mayores posibilidades de supervivencia. Hay 42 librerías que facturan 1,5 millones de euros, sin contar centros comerciales. Son una excepción: la mitad de las librerías españolas facturan menos de 90.000 euros al año. El resultado es que en 2008, con el inicio de la crisis financiera, había 7.074 establecimientos abiertos. En 2016 eran 3.967 (según Cegal, que está pendiente de hacer público un nuevo recuento).

140.000 euros por empleo

“Por cada empleado contratado debemos obtener 140.000 euros”, explica a este periódico Paco Goyanes, de la librería Cálamo, en Zaragoza, con cinco trabajadores en su empresa. “Tener un inmovilizado grande es la ruina, porque los libros envejecen muy rápido por la cantidad de novedades que publican las editoriales cada semana”, añade. El librero asegura que éstas enfocan su viabilidad en la producción, “no en el fondo”. En España hay un público mucho más pequeño que el disparatado ritmo de lo nuevo: un 40% de la población de este país reconoce no leer, según los estudios de la Federación del Gremio de Editores de España (FGEE). Además, el INE dice que cada español gasta casi 100 euros menos en producto cultural que hace una década (en 2016, 306 euros). Resultado: entre 2012 y 2016 se venden 3,6 millones de libros menos.

Las ventas ya no dan para mantener un local amplio en una zona comercial y céntrica de un gran núcleo urbano. Oriol Serrano recuerda todas las librerías que hace años había en el Paseo de Gracia de Barcelona y que han desaparecido. Las ventas caen y los gastos crecen. Una regla mortal, que ha disparado el precio del libro. En 2013, se compraron 700.000 libros más que en 2016, pero entonces se recaudaron 5,6 millones de euros menos. Carlos Acevedo, librero en una de las tiendas de Laie, confirma los datos: “Hay una subida exponencial continua del precio. Venden menos, los ponen más caros”.

Amazon con todo el fondo

Este librero describe una situación extrema: “Si quieres mantener el fondo, la burbuja de la deuda crece. Retienes pagando”. Entonces, ¿es preferible la cantidad o la calidad para vencer a Amazon? Acevedo aboga —para que el fondo sea la resistencia y la salvación contra Amazon y no el peligro de muerte— por una buena selección. “La edición del librero cuenta. No son librerías especializadas, pero sí especializadas en autores”, explica.

La editora Valeria Bergalli abunda en la necesidad de un fondo amplio y un buen servicio de reparto para la supervivencia. “Pero para mantenerlo el librero se está endeudando. Estos pagan al distribuidor, que debe pagar al editor. Por eso hay dos ejemplares por título, porque un libro desaparece en dos meses. No soportan este ritmo y el librero lo devuelve para no endeudarse. Lo que está bajo amenaza es la idea del fondo”, cuenta la editora de Minúscula, que cumple ahora 20 años. Para ella las librerías son esenciales porque “el lector explora al azar y encuentra cosas que no buscaba”.

Antonio María Ávila, secretario de la FGEE, apunta que Amazon se ha convertido “en la mayor librería de fondo de todas, porque las librerías están renunciando al fondo”. Dice que los libreros quieren más márgenes de descuento, pero que “los descuentos no resuelven el problema”.

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