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El año que viene, en Managua

El festival literario Centroamérica Cuenta arranca en Costa Rica ante la inestabilidad en Nicaragua, que ya llevó a suspenderlo el año pasado

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La salud de Ernesto Cardenal se mezclaba este lunes con el futuro de Keylor Navas en los corrillos que siguieron a la inauguración en el Teatro Nacional de Costa Rica de la sexta edición de Centroamérica Cuenta, el festival literario impulsado por Sergio Ramírez. A las nueve de la noche (hora de San José, ocho menos que en el Santiago Bernabéu), el poeta nicaragüense tenía más porvenir en la Tierra que el portero costarricense en el Real Madrid. “Ernesto se la pasa entrando y saliendo del hospital. Su gran problema es que tiene 95 años. Eso y que no es Ida Vitale, que tiene la misma edad y parece incansable”, explicaba Ramírez recordando la energía de la autora uruguaya que le siguió en el palmarés del premio Cervantes. Sobre el traspaso de Navas nadie quería hacer pronósticos a la espera de que, en unas horas, insignes futboleros como Martín Caparrós, Edmundo Paz Soldán, Luis Chaves y Adriana Sánchez resuelvan las dudas en el conversatorio “Cincuenta minutos de fútbol y literatura”. Es una de las 90 actividades que hasta el 17 de mayo reúne en la capital de Costa Rica a casi 150 escritores de más de 21 países: de Claudia Piñeiro a Gioconda Belli pasando por Guillermo Arriaga, Ángeles Mastretta, Jon Lee Anderson, Guadalupe Nettel, Horacio Castellanos Moya, Ray Loriga o Liliana Colanzi.

El recurrente balompié, el feminismo, el fomento de la lectura entre los niños o la no menos recurrente revolución digital son algunos de los temas planteados en una cita cuya inauguración estuvo recorrida por una mezcla de alivio y melancolía. Alivio porque el año pasado la crisis sociopolítica que vive Nicaragua bajo el gobierno de Daniel Ortega obligó a suspender el festival. Melancolía porque faltaba el escritor Ulises Juárez Polanco, “padre” del nombre Centroamérica Cuenta y primer director, que falleció de un aneurisma en 2017 a los 33 años. Hoy lo dirige Claudia Neira Bermúdez. A los dos se refirió Sergio Ramírez en su discurso inaugural después de agradecer el “asilo generoso” que tradicionalmente ha brindado Costa Rica a todos los que buscan refugio de la represión en los países vecinos. Hoy se calcula que un 10% de los cinco millones de habitantes del país son nicaragüenses, un porcentaje utilizado por los que agitan el “miedo al otro”. “La sombra de la xenofobia existe, pero no es la norma”, subrayó el autor de Adiós, muchachos. “La norma es la generosidad”. Él mismo pasó aquí 14 años durante la dictadura somocista

Costa Rica, la democracia más estable de la región, no solo no tiene ejército sino que desde hace un año tiene un presidente novelista, el socialdemócrata Carlos Alvarado, de 39 años. El lunes confesó que cuando recibe al cuerpo diplomático piensa en los escritores que le gustan de cada país: “Francia, Georges Bataille”. Y así. La editorial Uruk acaba de publicar un libro de Daniel Mordzinski con fotografías de autores costarricenses. Uno de ellos, Rodrigo Soto, señala en sus páginas que la mitad de los retratados “puede pavonearse de haber tomado una cerveza” con Alvarado, “conversado con él sobre fútbol o sobre rock o haber gritado un poema de Vallejo por las calles desiertas en plena madrugada”. Esta vez la poesía no llegó a tanto –no hay ejército pero hay policía- y la jornada terminó con el propio Mordzinski brindando en hebreo con ron nicaragüense y traduciendo a su aire: “El año que viene, en Managua”.

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