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Un líder bregado en la búsqueda de los equilibrios

El primer ministro belga en funciones reivindica tras ser elegido la «unidad» y la «diversidad» de la Unión Europea

Admite que su gran defecto es ser muy testarudo. Pero esa imperfección se antoja la penitencia casi natural de lo que considera su mayor virtud: ser muy voluntarioso. Y esas dos caras de su personalidad explican que Charles Michel (Namur, 43 años) durante casi cuatro años haya podido mantener a flote en Bélgica un Gobierno formado por una casi imposible coalición cuatripartita. Su labor no va a ser más fácil a partir de diciembre, cuando asumirá las riendas del Consejo Europeo. Michel pudo constatar el pasado lunes las enormes diferencias, rencillas e intereses discordantes que existen en el seno de los Veintiocho.

El primer ministro belga obtuvo un mal resultado en las pasadas elecciones. La séptima posición de su partido —los liberales valones— y la pérdida de seis diputados en el Parlamento debilitaron sus posibilidades de revalidar su cargo. Desde entonces, estuvo en todas las quinielas sobre la renovación de la cúpula comunitaria, en especial para el Consejo Europeo, que cinco años después volverá a ser presidido por un belga.

En un país de grandes sagas de políticos —el primer mandatario del Consejo, Herman van Rompuy, procedía de una de ellas—, Michel, viene de un entorno muy vinculado a la esfera pública. Su padre, Louis Michel, fue ministro de Asuntos Exteriores del gabinete de Guy Verhofstadt y comisario europeo bajo las presidencias de Romano Prodi y José Manuel Durao Barroso.

La política es la gran pasión de Michel. En ocasiones ha confesado que es incluso una droga de la que logra escapar cuando está en familia (tiene tres hijos), juega al tenis o se imbuye en la poesía de René Char o Alphonse de Lamartine. A los 16 años se unió a la Federación de Jóvenes Reformadores Liberales de Valonia, y a los 24, fue elegido diputado. A partir de ahí, no hizo sino escalar en la política de su país a gran velocidad, desde el Gobierno valón hasta el federal. En 2011 fue elegido líder de los liberales valones, y solo tres años después asumía las negociaciones para formar gobierno en Bélgica.

El premio a hallar los siempre complejos equilibrios en Bélgica fue hacerse con la jefatura del Gobierno, a los 38 años, pese a liderar la quinta fuerza del país. El mayor desafío de su mandato, que el mismo Michel calificó como “momento negro”, fue la amenaza yihadista. Bélgica sufrió en 2016 unos atentados que acabaron en 32 muertos y 324 heridos tras la explosión de tres bombas en el aeropuerto y el barrio europeo. Eso ocurría justo en un momento en el que otros socios recelaban del país —y lo acusaban casi de ser un Estado fallido— por haberse convertido en uno de los mayores focos del yihadismo.

A pesar de todas esas amenazas, Michel pudo ir hilachando un poema de cuatro años. No siempre pudo lograr buenas rimas. Y en ocasiones, en las composiciones abundaban los versos sueltos que amenazaron incluso con dejar la obra inconclusa. La N-VA, el primer partido de la coalición, decidía en la recta final del mandato dejar el Gobierno por su desacuerdo con la adhesión de Bélgica al Pacto Migratorio de Naciones Unidas.

Aun así, en su primera rueda de prensa tras ser elegido para liderar el Consejo Europeo, Michel puso en valor los dos principios que han guiado su Gobierno: “Unidad” y “diversidad”, que quiere conseguir a base de “dosis de diálogo”. “La diversidad no tiene por qué ser fragilidad”, afirmó Michel.

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