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Panamá vota en unas elecciones convertidas en un pulso entre partidos tradicionales e independientes

La desafección gana terreno, con el empleo, el elevado coste de vida y la corrupción como principales exigencias de la ciudadanía para el presidente que salga de las urnas este domingo

Aún quedan unas horas, pero Antonio González, de 53 años, lo tiene decidido, sin vuelta atrás posible. “No voy a votar este domingo”, responde con claridad mientras cierra el capó de su taxi. Es la viva imagen de la creciente desafección que siente una parte no menor de la sociedad panameña, hastiada por la falta de atención de los últimos Gobiernos a los tres problemas más acuciantes: la falta de empleo —a pesar de ser, de largo, el país de América Latina que más ha crecido en la última década—, el coste de la vida y la corrupción. “El presidente actual [Juan Carlos Varela] dijo que iban a bajar, pero han subido”, decía González este sábado, una jornada de reflexión marcada por el calor asfixiante y el cielo plomizo, en una callejuela del barrio de La Exposición, en el centro de la Ciudad de Panamá. Su diagnóstico y hartazgo lo comparten muchos. No obstante, Panamá es un país en el que la participación siempre ha estado por encima del 70%. Algo que no tiene visos de cambiar en la cita electoral de este domingo, para la que el Tribunal Electoral espera hasta un 80% de participación. 

Los 2,7 millones de panameños que están llamados a las urnas este domingo irán a votar en un clima de creciente descontento con los partidos tradicionales, lo que ha propiciado el crecimiento de candidaturas independientes: tres de los siete contendientes por la presidencia del país centroamericano son de libre postulación. “Es, quizá, la gran novedad de estas elecciones”, apunta el politólogo Orlando Pérez. “Por primera vez hay tres candidatos independientes creíbles, aunque en la práctica son los partidos los únicos que tienen una infraestructura nacional para movilizar el voto fuera de la capital”. Esta semana, Rubén Blades -acaso el panameño más ilustre e internacional- entró en campaña con una petición explícita de voto para los candidatos libres de ataduras partidistas: «Nuestro sistema político», escribió el cantante y compositor, «necesita de una renovación profunda». 

De entre los aspirantes de libre postulación, Ricardo Lombana tiene, según las encuestas, opciones de colarse -a media tarde de este domingo, cuando los resultados del recuento empiecen a dibujar una tendencia clara- entre los tres primeros. Los otros dos, la ex procuradora general Ana Matilde Gómez y el empresario Marco Ameglio, figuran a mucha distancia de los punteros: Laurentino Cortizo (del PRD, gran favorito para hacerse con la presidencia con una intención de voto en el entorno del 36%), Rómulo Roux (CD, 26%) y el propio Lombana (20%). El cuadro lo completan José Blandón, del Partido Panameñista, el mismo que el de Varela -que termina su mandato con la aprobación en mínimos-, y Saúl Méndez, del izquierdista FAD, con una popularidad del 10% y del 1%, respectivamente.

Más allá de la presencia de independientes en la boleta, los comicios de este domingo -los sextos desde la restitución de la democracia, en 1989, con la caída del dictador Manuel Antonio Noriega- tienen una particularidad y un rasgo de continuidad respecto a las últimas citas electorales. Por un lado, ha sido la campaña más corta que se recuerda (solo dos meses). Por otro, el abanico de opciones ideológicas seguirá siendo igual de estrecho o más que en anteriores comicios, subraya Harry Brown, director del Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales (Cieps). “En Panamá las elecciones no se disputan en el eje de izquierda y derecha. Salvo en el caso de Méndez, todos los candidatos son muy parecidos ideológicamente: neoliberales en distintos grados que hacen énfasis en unas cosas o en otras”. En el último Barómetro de las Américas, menos de tres de cada 10 panameños se definían de izquierdas, según los datos recopilados y tratados por el sociólogo Jon Subinas quien, pese a lo bajo de esta cifra, se muestra convencido de que hay un perfil de votante de inclinación progresista-liberal que no se ve representado en los actuales candidatos.

La campaña electoral recién concluida ha girado en torno a los mismos fantasmas que persiguen al país centroamericano desde hace décadas: pobreza -a pesar de ser el país con la mayor renta per cápita es, también, el más desigual- y corrupción. Pero en esta ocasión, el debate en las calles ha subido de voltaje y la voz de la calle respecto a la enorme brecha social entre los sectores más acaudalados del país -12 familias controlan prácticamente todo el aparato productivo- y los más pobres, muchos de ellos en situación de carestía extrema se ha hecho oír más que nunca antes. El gran problema del país, dice Martín Enrique Lasso, conserje de una finca acomodada de la avenida Balboa, en el corazón de la capital panameña, “es la corrupción, sobre todo por los diputados que andan robando y haciendo leyes para ellos, y la pobreza”, dice mientras mira de reojo la televisión con la que mata el tiempo. “Son muchas horas [trabajando], reconoce”. Su voto será para Cortizo, del PRD, el candidato que el miércoles protagonizó el cierre de campaña más multitudinario.

“Si la canasta básica sigue subiendo, ¿cómo quedamos nosotros?”, se queja Amarilis Montenegro, de 50 años, mientras recoge su puesto ambulante de sodas y carne en palito (una preparación similar a la del pincho moruno) y empaca todo en un carrito de vuelta a casa, en el popular barrio de Calidonia. Montenegro, que forma parte del casi 50% de panameños que trabaja en el sector informal -los grandes olvidados por las estadísticas oficiales y también por las autoridades-, también tiene su voto claro: será para Roux, de Cambio Democrático -el partido del expresidente Ricardo Martinelli, arrestado a la espera de que concluyan las investigaciones abiertas en su contra por espionaje político y corrupción-, al que siempre ha votado su familia. “No encuentro empleo en otra cosa y, si sigo así, no tendré pensión cuando ya no pueda trabajar”, reconoce esta madre de nueve hijos -cuatro de ellos menores de edad- separada y única fuente de ingresos de su familia. La jornada de reflexión no ha sido mala para la venta: hoy se lleva a casa casi 40 dólares, más que otros días.

Mujer y derechos civiles, tarea pendiente

La apertura al resto del mundo que ha distinguido a Panamá en las últimas décadas -sobre todo, en el terreno económico- apenas ha atenuado el fuerte acento conservador en el seno de su sociedad, acentuado por la irrupción de las iglesias evangélicas, que no han dejado de ganar terreno a costa del catolicismo. Casi ocho de cada diez panameños se muestran contrarios a la unión civil de personas del mismo sexo -una opción que no contempla la legislación panameña-, según la última encuesta levantada por la firma demoscópica Dichter Neira levantada al respecto. Y el aborto sigue siendo ilegal salvo en caso de violación o riesgo para la salud de la madre.

Las cuestiones de género han sido otra de las grandes olvidadas durante la campaña recién concluida, a pesar del camino que queda por todavía queda por recorrer en ese ámbito. Yesenia Rodríguez, estudiante de Comercio Electrónico de 19 años, paseaba este sábado por la Cinta Costera -el paseo marítimo en la capital panameña- con su hermano. Se lamenta de la escasa presencia de la mujer en la campaña -“en la calle no se nos respeta [los hombres] y es algo de lo que no se habla; tampoco de las violaciones”-, pero no votará por Ana Matilde Gómez, la única aspirante a la presidencia. Lo hará por Ricardo Lombana: “Es el que más piensa en los jóvenes”, sentencia.

Las mujeres panameñas tienen, de media, un nivel educativo mayor que los hombres, con una tasa de matriculación universitaria que duplica a la de sus pares varones. “Sin embargo”, subraya Aracelly de León, directora del Instituto Centroamericano de Administración y Supervisión de la Educación, adscrito a la Universidad de Panamá, “el mercado laboral favorece la mano de obra masculina y las mujeres ganan alrededor del 20% menos”. La participación femenina en la toma de decisiones también es escasa: el poder -tanto en el ámbito privado como en el público, como demuestra el hecho de que Gómez sea la única aspirante a la presidencia- sigue estando abrumadoramente dominado por hombres. “Pero la mayor brecha en la desigualdad de género radica en la salud sexual y reproductiva”, opina León. “En el país más rico de la región, esto es imperdonable”.

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