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Los indígenas llevan su protesta al corazón político de Brasil

La acampada busca frenar el decreto que transfiere al Ministerio de Agricultura la demarcación de tierras

Miles de indígenas abandonaron este viernes Brasilia rumbo a sus tierras tras la clausura del campamento Terra Livre, un evento que celebran cada año en la capital brasileña para llamar la atención sobre las problemáticas que afrontan. Este año, además de las reivindicaciones presentes en todas las ediciones —la defensa de los territorios, más inversiones en salud y en educación indígena—, una cuestión más urgente encabezó la agenda del encuentro que reúne a representantes de los 800.000 indígenas de 225 tribus que habitan casi el 14% del territorio de Brasil.

Los indígenas pretenden que el Congreso frene el decreto firmado por el presidente Jair Bolsonaro nada más llegar al poder, en enero, para transferir al Ministerio de Agricultura la Funai (Fundación Nacional del Indio) y la competencia de demarcar tierras indígenas que esta ostenta. “La Funai está siendo destrozada”, afirma con preocupación el cacique Bruno Guajajara. La ministra de Agricultura, Teresa Cristina Dias, es una antigua líder parlamentaria de la industria agropecuaria.

A lo largo de los tres días de campamento —con unas 4.000 personas— en el corazón de la política brasileña, líderes indígenas se han reunido con el presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, y del Senado, Davi Alcolumbre, para pedirles que no ratifique el mencionado decreto (la medida provisional 870). Las reuniones con los líderes de ambas Cámaras ponen el acento en la causa indígena y suponen un contrapunto ante el Gobierno de Bolsonaro, que llegó a llamar el evento “encuentro de indios”, que en portugués es peyorativo. El presidente también ha insistido en los últimos días en su defensa de explotar comercialmente la Amazonia.

En la inmensa explanada de los ministerios, enfrente del edificio de la Agencia Nacional de Minería, se formaron este miércoles tres filas alrededor de unos contenedores y un camión cisterna. Con toallas y pastillas de jabón en mano, indígenas de diversas etnias esperaban su turno para ducharse al final de la tarde. Desde la madrugada, el hormigón modernista de la ciudad cedió espacio a los cientos de tiendas de campaña y carpas del 15º Campamento Terra Livre.

Por la mañana y bajo un sol fuerte, los líderes que montaban sus tiendas delante del Congreso Nacional se vieron sorprendidos por un fuerte despliegue policial, con caballos, un helicóptero y decenas de agentes. Los reunidos estaban preparados porque la tensión era patente después de que el ministro de Justicia y Seguridad Pública, el antiguo juez Sérgio Moro, autorizase el uso de la Fuerza Nacional en las inmediaciones del acto.

El cacique Guajajara cuenta que la tensión este año era mayor que en ediciones anteriores. “Esta vez hemos venido sin niños ni ancianos”, explica. “En 2017 fue bastante tenso, así que hemos decidido no arriesgar más”. La tensión era generalizada entre los participantes. “No nos vamos a rendir ante las amenazas de ningún gobierno autoritario”, asegura la líder Sônia Guajajara, que fue candidata a la vicepresidencia en la candidatura del PSOL (Partido Socialismo y Libertad) el año pasado. “El mundo tiene los ojos puestos en Brasil y en los pueblos indígenas. Fuimos los primeros en ser atacados en enero de 2019, pero también fuimos los primeros atacados en 1500. Resistiremos”.

Despliegue policial

Un coronel de la Policía Militar cruzó la calle que separaba el Congreso de la zona de césped donde estaban acampados para explicarles que solo se trataba del solemne protocolo de apertura de la Operación Tiradentes, que se puso en marcha este miércoles para reforzar la seguridad en todo el país y que, teóricamente, no tenía ninguna relación con el encuentro indígena. Les pidió que nadie se alarmase. Pasado el susto, empezaron las negociaciones. Hasta el mismo miércoles, la ubicación exacta del campamento no se había divulgado por cuestiones de seguridad. Mientras que algunos indígenas clavaban las piquetas en la hierba, sus líderes negociaban con las autoridades, que no querían que el acto se celebrara allí.

La propuesta de las autoridades era que el encuentro tuviese lugar en el Memorial de los Pueblos Indígenas, a casi cinco kilómetros de donde estaban. Los líderes no querían ir a un sitio tan lejos. “Querían mandarnos allá, al memorial, pero allí no hay visibilidad”, afirmó, más tarde, Paulo Tupiniquim, de Espírito Santo. Tras casi una hora de conversaciones, se acordó que el encuentro tendría lugar detrás del Teatro Nacional, a menos de dos kilómetros. Pacíficamente, los indios desmontaron el campamento y llevaron sus tiendas hasta el nuevo emplazamiento.

Una vez realizada la ceremonia de apertura del campamento, con las danzas y los cantos de diversas etnias de todo el país —y después de la ducha—, arrancó una marcha hasta el Supremo Tribunal Federal (la Corte Constitucional brasileña).

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