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Los congresistas de EE UU alcanzan un principio de acuerdo para evitar un nuevo cierre del Gobierno

Los términos contemplan la construcción de barreras por una cuarta parte del dinero solicitado por Trump para el muro

Los congresistas estadounidenses han alcanzado un principio de acuerdo para evitar un nuevo cierre parcial del Gobierno, cuatro días antes de que expire el plazo de tres semanas dado por Donald Trump, al concluir el que fue el bloqueo administrativo más largo de la historia del país. Así lo han anunciado este lunes por la noche los negociadores de ambos partidos, después de un fin de semana de negociaciones presupuestarias infructuosas.

El pasado 26 de enero, el presidente cedió a la presión y acordó que la Administración abriera temporalmente, después de 35 días en los que más de 800.000 funcionarios federales estuvieran sin cobrar por la exigencia de Trump al Congreso, rechazada por los demócratas, de 5.700 millones de dólares para financiar el muro en la frontera con México. «Hemos llegado a un acuerdo para poner fin al cierre y reabrir el Gobierno federal», dijo entonces Trump. «Dentro de poco, firmaré un proyecto de ley para abrir nuestro Gobierno por tres semanas, hasta el 15 de febrero».

El principio de acuerdo alcanzado este lunes, según fuentes del Congreso citadas por Associated Press, contempla la construcción de nuevas barreras en la frontera con México, pero el dinero destinado sería apenas una cuarta parte de la cantidad que reclama el presidente para el muro: una cifra de algo menos de 1.400 millones, frente a los 5.700 millones que reclama Trump.

Los detalles del acuerdo están aún por pulir y los negociadores tienen previsto hacerlos públicos este martes, según las mismas fuentes. La Casa Blanca no ha aclarado si el presidente estaría dispuesto a aprobar el acuerdo, pero un nuevo cierre administrativo podría ser muy perjudicial para los republicanos, a quienes la mayoría de los estadounidenses, según los sondeos, veía como responsables del anterior cierre.

Al tiempo que los negociadores anunciaban su principio de acuerdo, el presidente se encontraba en la ciudad fronteriza de El Paso, Texas, donde ha dado su mitin más importante desde la campaña de las elecciones legislativas de noviembre, que entregaron la Cámara de Representantes a los demócratas. Los gritos de «¡Construye el muro!» con los que las miles de personas congregadas le interrumpían a cada rato sugieren que Trump tendrá difícil vender a sus votantes el principio de acuerdo alcanzado en el Congreso como algo parecido al gran muro en la frontera que les vendió.

En El Paso, el presidente no se ha referido a dicho acuerdo y sí ha reiterado, una vez más, su discutible afirmación de que construir un muro a lo largo de la frontera detendría un supuesto aumento en delitos violentos y tráfico de drogas a cargo de migrantes que buscan llegar a Estados Unidos. «Las drogas que se derraman por la frontera matan a decenas miles de estadounidenses. Tendríamos un enorme recorte en esos números si tuviéramos un muro», ha dicho el presidente.

Otro protagonista del mitin de Trump ha sido el excongresista demócrata de El Paso Beto O’Rourke, uno de sus posibles rivales demócratas en las presidenciales de 2020 (aunque aún no ha hecho público si concurrirá a las primarias), que ha programado un acto en paralelo al del presidente en la ciudad. Trump ha ridiculizado insistentemente a O’Rourke, que estuvo cerca de ganar un escaño en el Senado en noviembre por la muy conservadora Texas, pero perdió.

Trump puso la semana pasada a El Paso, que tiene una barrera física con México desde 2008, como ejemplo de cómo levantar un muro puede solucionar la criminalidad. “La ciudad fronteriza de El Paso tenía índices extremadamente altos de crímenes violentos, unos de los más altos de todo el país, y era considerada una de las ciudades más peligrosas de nuestra nación. Ahora, inmediatamente desde su construcción, con la presencia de una poderosa barrera, El Paso es una de las ciudades más seguras de nuestro país”, dijo Trump en el discurso sobre el estado de la Unión.

Una vez más, los hechos no amparan al presidente: El Paso era la segunda más segura de 20 ciudades de similar tamaño antes de que se levantara el muro hace 11 años, y continuó siéndolo después. Alcanzó su pico de crímenes violentos (6.500) en 1993, y ha bajado sostenidamente desde entonces, al mismo ritmo antes que después de que se construyera el muro. Ni siquiera aquel pico fue tan alto: Washington, ciudad de tamaño parecido, registró en ese mismo año 16.600 crímenes violentos.

No es la primera vez que una comunidad fronteriza se ha visto en el medio del polarizador debate nacional sobre inmigración. El pasado 10 de enero, en medio de lo que se convertiría en el cierre gubernamental más largo de la historia, el presidente eligió McAllen, otra ciudad texana de la frontera con México, para un televisado encuentro con agentes fronterizos que le ayudaran a convencer al país de la necesidad de levantar el muro para terminar con una supuesta ola de crímenes. Un teatro local le recibió con un elocuente cartel en la fachada: “Bienvenido a McCallen, la séptima ciudad más segura de Estados Unidos”.

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