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La crisis económica pone contra las cuerdas al Gobierno libanés

Las protestas ciudadanas prosiguen tras la aprobación del presupuesto anual

La deuda libanesa alcanza el 150% del PIB, lo que equivale a 75.800 millones de euros, y la prioridad del presupuesto, que deberá pasar de nuevo por el Parlamento para su ratificación, es una fuerte reducción. El ministro de Exteriores, Gebran Basil, valoró ayer este objetivo, pero consideró insuficientes los acuerdos alcanzados para las cuentas con los parlamentarios. “Hay más asuntos pendientes que cerrados”, afirmó.

El largo historial de casos de corrupción y mala gestión económica ha llevado a condicionar la ayuda internacional a una política de austeridad eficaz para reducir la deuda y cambios en la gobernanza. “Será el presupuesto más austero de la historia de Líbano”, anunció el primer ministro, Saad Hariri.

Escépticos ante unas medidas que amenazan con reducir el ya magro gasto público, los libaneses se manifiestan por quinta semana consecutiva. Ayer lo hicieron los jubilados del Ejército temiendo una reducción de sus pensiones. La semana anterior lo hicieron los funcionarios y el año pasado el anuncio de una subida de impuestos provocó manifestaciones masivas en todo el país. En 2015, fue la mala gestión de los detritus la que desencadenó multitudinarias protestas en Beirut, capital que quedó sepultada por las basuras. Entre medias, los dirigentes parecen haber agotado el poco crédito de confianza ciudadana que les quedaba.

El 30% de los libaneses vive bajo el umbral de la pobreza, según datos de la ONU. Las infraestructuras se caen literalmente a pedazos, los cortes de electricidad son diarios y la población sufre el abuso de mafias que abastecen de agua y electricidad.

Corrupción y desigualdad social

“La desigualdad social es rampante, el 60% de la riqueza nacional está concentrada en las manos del 10% de los libaneses”, explica el economista libanés Mohamed Zabib. “La clase capitalista libanesa es una clase rentista que no produce casi nada. Los sectores agrícola e industrial tan solo cuentan por el 11% del PIB”, prosigue. “Si estalla una guerra, los ricos solo tienen que hacer un clic para poner a salvo sus fortunas en un banco suizo”, remacha.

“Estamos frente a una oportunidad que no se repetirá”, aviso a los parlamentarios el ministro Basil. El Gobierno teme que el descontento social arrastre el país al caos. Los dos anteriores Ejecutivos vieron pasar de largo las protestas de la primavera árabe en 2011, han resistido ocho años al contagio de la guerra siria y sorteado un conflicto social tras acoger a 1,5 millones de refugiados sirios —equivalen al 25% de la población—, pero el actual se encuentra contra las cuerdas ante el creciente descontento.

Líbano ocupa el puesto 138 de 180 en la lista de corrupción de Transparencia Internacional. A pesar de ello, el nuevo Gobierno ha eliminado el ministerio anticorrupción creado en 2016. “Nadie me llamó para decirme qué hacer con los acuerdos firmados con terceros países o los juicios pedientes”, protesta en Beirut el depuesto ministro, Nicolás Tueni. Asegura que ha archivado todos los documentos en cajas de cartón que piensa “depositar en el Ministerio de Justicia”.

Para Jad Chaaban, profesor de la Universidad Americana de Beirut, salir de la crisis pasa por inyectar sangre nueva en la clase política, que se reparte el poder según cuotas confesionales, ya que “entre los actuales parlamentarios y ministros se hallan los principales prestamistas y banqueros del país”. La deuda libanesa no está ligada al extranjero, sino a prestamistas libaneses. “Conforme engorda la deuda se hacen más ricos, ya que cobran hasta el 10% de intereses por sus depósitos en banca”, concluye el economista.

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