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Guterres anuncia que los beligerantes en Yemen acuerdan un alto el fuego en Hodeida

El pacto en torno al principal frente activo del conflicto incluye el despliegue de fuerzas neutrales y el establecimiento de corredores humanitarios

Los beligerantes en la guerra de Yemen han acordado un alto el fuego en la ciudad portuaria de Hodeida, el principal frente caliente del conflicto. Así lo ha anunciado este jueves el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, que ha acudido a Suecia para impulsar el proceso de paz entre el Gobierno reconocido por la comunidad internacional y los rebeldes Huthi que detentan el poder en Saná, la capital yemení. Durante una semana, ambas partes han mantenido consultas bajo la égida de la ONU y volverán a reunirse en enero para negociar un marco político.

“Hemos alcanzado un acuerdo sobre Hodeida y su puerto. Contempla el despliegue de fuerzas neutrales, tanto en el puerto como en la ciudad, y la declaración de un alto el fuego en toda la provincia”, ha resumido Guterres en la clausura de las conversaciones, las primeras que logran sentar juntos a ambos bandos yemeníes en dos años y medio. Esa ciudad del mar Rojo se encuentra en manos de los rebeldes desde que se hicieron con el poder a principios de 2015, pero es objeto de un prolongado asedio de las tropas gubernamentales con el apoyo de una coalición árabe dirigida por Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos (EAU). Su control es clave porque a través de ese puerto del mar Rojo entra el 70% de los alimentos, combustible y medicinas que importa Yemen. La retirada de los combatientes implica una importante implicación de la ONU, tal como ha reconocido el propio secretario general.

El resultado, muy celebrado dadas las bajas expectativas que rodeaban a la cita, ha sido sellado con un significativo apretón de manos por parte de los jefes de ambas delegaciones, el ministro de Exteriores Khaled al Yemani, y el portavoz de Ansarullah (nombre formal del grupo conocido como Huthi), Mohamed Abdelsalam. Apenas hace una semana, al inicio de las conversaciones, Al Yemani se refería a sus adversarios como “terroristas” y “golpistas”, y los observadores tenían serias dudas de que los delegados de uno y otro bando llegaran a hablar directamente.

“Es un gran paso para aliviar la situación humanitaria en Hodeida y asegurar el puerto. Desafortunadamente, las partes no han sido capaces de alcanzar un acuerdo similar para Taiz [otra importante ciudad en disputa]”, estima el comentarista y ex embajador yemení Mustapha Noman. “Espero que ambos lados estén a la altura de sus obligaciones morales y de los acuerdos para que haya una oportunidad de alcanzar un acuerdo comprehensivo de paz”, añade.

Además de la tregua de Hodeida, las delegaciones han puesto fecha al intercambio de prisioneros previamente pactado, consensuado la reapertura del aeropuerto de Saná y aceptado establecer corredores humanitarios. El siguiente paso será la negociación del marco político que les ha presentado el enviado especial de la ONU, Martin Griffiths, a partir de enero. Pero a nadie se le escapa que la fragilidad de la situación. Todo depende de la puesta en práctica y, dada la enorme desconfianza entre las partes, sólo el mantenimiento de la misma presión internacional que les ha llevado al castillo sueco de Johannesberg (y que se extiende a sus patrocinadores regionales) permite albergar esperanzas. El grupo de análisis y reflexión International Crisis Group ha pedido que “los avances de Suecia se consoliden con una resolución del Consejo de Seguridad”.

“Lo que ustedes han alcanzado hasta ahora es un paso importante para los yemeníes”, ha dicho Guterres a los negociadores. En la mente de todos está la grave situación humanitaria del país, uno de los más pobres del mundo, al que esta última guerra ha puesto al límite. La ONU lleva semanas alertando de que la mitad de sus 28 millones de habitantes se encuentran al borde de la hambruna. Ya hay 16 millones que se levantan a diario sin nada que llevarse a la boca, según el último análisis sobre la situación alimentaria difundido por varias agencias de Naciones Unidas. El hambre mata más que las balas, tal como reconocía un reciente informe de Save the Children.

Nadie sabe con seguridad cuántos civiles han muerto a causa de los combates. Desde de 2016, se repite la cifra de 10.000 muertos que entonces facilitó la ONU. Sin embargo, el Armed Conflict Location and Event Data Project, un grupo independiente asociado con la Universidad de Sussex que estudia el nivel real de víctimas de los conflictos, estima que son entre 70.000 y 80.000. Otros 65.000 están ahora mismo al borde de la muerte por inanición, según destacó Lise Grande, la coordinadora humanitaria de la ONU, al presentar el análisis mencionado.

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