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El voto de la mujer india importa

La participación política femenina en la india rural, determinada por una sociedad patriarcal, toma importancia al tiempo que las votantes demandan mayor representación institucional

El 19 de mayo, el domingo, finaliza el largo proceso electoral en India. Durante las semanas que han durado los comicios en la democracia más grande del mundo, el dilema de los 900 millones de votantes y los discursos políticos han girado en torno a la crisis agraria –que perjudica a 262 millones de campesinos– y al desempleo –que afecta especialmente a los 84 millones de nuevos electores, de los que no se tiene recuerdo de voto– junto a la marginación de musulmanes e intocables. Pero hay una minoría, mayoritaria y silenciosa, presente en todas las clases, edades, religiones y castas indias, cuya participación política es determinante.

“Las mujeres son las que más sufrieron la desmonetización [la retirada de billetes en 2016 tuvo costes millonarios para la clase media-baja]. Ellas buscan partidos que den oportunidades económicas, además de seguridad y educación”, explica Ranjana Kumari, directora del Centro para la Investigación Social (CSR). Desde hace 35 años, esta organización nacional aboga por un sistema de cuotas en partidos y parlamentos que favorezca la representación femenina en un país donde, pese a la discriminación, la participación de la mujer superó a la de los hombres en 16 de sus 29 Estados en las últimas generales de 2014.

Abortos selectivos y otras formas de violencia machista determinan la ausencia de 63 millones de indias en relación con lo que sería una tendencia natural; un déficit de 4,5%. Si el último censo sugiere que la población femenina representa el 97,2% de la masculina, la Comisión Electoral registra una proporción incluso inferior, del 92,7%. Unos 21 millones podrían no votar en tres Estados cruciales para la representación parlamentaria nacional. “En Rajastán, Madhya Pradesh y Chhatisgarh, las mujeres y toda la población votó contra el desempleo, la inseguridad y los suicidios de granjeros”, dice Kumari, en relación a las regionales de 2018, que el partido del Gobierno indio, el conservador y nacionalista hindú Bharatiya Janata Party (BJP), perdió ante el opositor Partido del Congreso. Una tendencia que no observa en otra región clave: “En Uttar Pradesh, el patrón por el que otros deciden el voto de la mujer o ellas se decantan en función de su religión o casta no ha cambiado, sino que crece”.

Subdesarrollado y superpoblado, Uttar Pradesh es el Estado que envía más legisladores al parlamento indio y tiene tradición femenina en política. No obstante, fue la primera región del país guiada por una mujer, Sucheta Kriplani, en 1963. En cuanto a la participación, su proporción en las últimas generales de 2014 fue estrecha –57,42% de mujeres por 59,13% hombres– pero en las regionales de 2017 su voto se sintió con más fuerza –63,26% frente al 59,43%– y 4 puntos más que en las estatales de 2012. Un aumento influido también por los enfrentamientos entre castas y religiones minoritarias (20% de la población, cada grupo) y por la violencia machista. Uttar Pradesh registró más crímenes contra la mujer que ningún otro Estado indio (15% del total), y su capital, Lucknow, con 1.762 incidentes, más que ninguna otra población.

“El gobierno anterior puso servicios para la mujer como la asistencia telefónica o los centros de ayuda. El actual [del BJP], dice que no necesitamos derechos sino protección y lanza mensajes de odio hacia mujeres de minorías”, dice Shubhangi Singh, abogada en Lucknow y coordinadora de la Asociación para Iniciativas Legales (AALI), con décadas de trabajo en la defensa de la mujer en 14 distritos del Estado. “Las aldeanas piden consejo sobre quién defiende sus intereses. Pero la mayoría vota según decisiones familiares y otras confunden mejoras en la gestión local, como la instalación de cisternas, con decisiones del primer ministro”.

Según Forbes India, las encuestas indican que pocas mujeres de las urbes votan en base a candidatos (18,80%), al tiempo que muchas lo hacen pensando en partidos (81,20%). Mientras que otro estudio del mismo grupo sugiere que se inclinan por los que ofrecen mejoras económicas (58,22%), en seguridad (21,41%) y en educación (20,37%). Datos que no pueden desligarse de la pertenencia de las entrevistadas bien a la minoría religiosa musulmana, perseguida bajo el gobierno regional del BJP, bien a la comunidad dalit (intocable), oprimida por el nacionalismo hindú.

 “Aquí los intereses de las mujeres musulmanas se usan de forma partidista. Como el ocurrió con el triple talaq [tradición que permitía el divorcio con repetir la palabra y que el gobierno anuló por decreto], cuando hay más problemas como la educación, el trabajo, los servicios sociales o la paz interreligiosa”, explica Shabina Mumtaz, musulmana y líder del colectivo Vanangana en Banda; distrito en que la participación femenina fue más de 6 puntos que la masculina en 2017. “Los problemas religiosos y el desempleo golpean, en especial, a las mujeres. Muchas no tienen casa”, dice en relación a los recientes ataques por la protección de vacas y a la revuelta que originó 50.000 desplazados en 2013.

 “El supremacismo hindú afecta a musulmanas y dalits por igual. Aunque la violencia interreligiosa nunca ha sido un problema aquí”, admite Shobhna Smriti, coordinadora de la plataforma en defensa de mujeres dalits (AIDMAM) de Jaunpur. A unos 60 kilómetros de ahí, Varanasi es la ciudad en la que el Primer Ministro, Narendra Modi, se presenta como candidato. El este de Uttar Pradesh también es el lugar elegido por el opositor para la candidatura de Priyanka Gandhi, hermana del líder del Partido del Congreso, y en quien las mujeres de minorías depositan su confianza. Aunque tanto para Shubhangi, como para Shabina y Shobhna es imperioso un sistema de cuotas que asegure su representación política y la visibilidad de sus demandas.

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