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El diálogo en Venezuela, una carrera de obstáculos

Guaidó se aviene a negociar con el régimen de Maduro mientras intenta mantener unida a la oposición

«El momento es ahora”. Juan Guaidó ha repetido esta frase decenas de veces en los últimos seis meses. Desde que el pasado enero el jefe del Legislativo fuera aclamado presidente interino hubo varios de esos momentos, que la oposición trató de convertir en un paso decisivo para forzar la renuncia de Nicolás Maduro. Del plan para introducir ayudas a través de la frontera a la acción militar frustrada del pasado 30 de abril, que terminó con la liberación del dirigente opositor Leopoldo López de su arresto domiciliario. Ninguno lo fue. La suma de todos ellos se convirtió en una larga operación de desgaste. Ese pulso abrió nuevas grietas en el régimen chavista, pero al mismo tiempo naufragaron las expectativas de cambio inmediato. El sucesor de Hugo Chávez se mantiene, de facto, en el poder con el apoyo de la cúpula militar. Y Guaidó continúa con su campaña.

Sin embargo, en los últimos días se ha producido un viraje, de resultado aún muy incierto. El diálogo que las partes han empezado a explorar en la isla de Barbados, bajo el auspicio de Noruega, abre la puerta a una solución pactada. Es un resquicio, sin más. Varios dirigentes antichavistas consultados se han mostrado moderadamente optimistas, aun con todas las alarmas encendidas. Asumen que un proceso de transición debe desembocar en una negociación, aunque el objetivo final no puede ser otro que la salida de Maduro y la convocatoria de elecciones presidenciales con garantías y observación internacional independiente.

La ventana de oportunidad se está cerrando y consideran que el Gobierno, señalado por un demoledor informe de Naciones Unidas que describe su deriva y su desprecio por los derechos humanos, acude a la mesa debilitado. Desde la oposición aclaran que aceptaron entablar conversaciones solo para “acabar con el sufrimiento de los venezolanos”. “Esta situación no puede ser permanente, necesitamos cerrar este capítulo trágico y lograr que haya elecciones. Iniciamos una negociación expedita para el cambio”. Son palabras de Stalin González, vicepresidente segundo del Parlamento y miembro de la delegación enviada por Guaidó a Barbados. Le acompañan en ese intento el exrector del Consejo Nacional Electoral Vicente Díaz el exministro del Gobierno de Carlos Andrés Pérez Fernando Martínez Mottola y el exalcalde opositor Gerardo Blyde. Esta semana volverán a verse con los representantes de Maduro: el ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez, el canciller, Jorge Arreaza, y el gobernador del Estado de Miranda, Héctor Rodríguez. Este último, figura emergente del chavismo, exdirigente estudiantil de 37 años, es una de las opciones que más suena en un hipotético escenario de sucesión.

Pero todo, en efecto, se mueve de momento en el terreno de las hipótesis y las especulaciones, el escepticismo acompañado de una esperanza todavía muy frágil. Los precedentes trazan un largo historial de decepciones. Por eso Guaidó se ha empleado en los últimos días en lanzar mensajes en varias direcciones, asegurando que no renuncia a ningún frente de lucha, empezando por la presión en la calle. Pidió a sus seguidores que confíen en él, reconoció que las dudas son legítimas, pero llamó a dejarlas a un lado. El político, reconocido como mandatario encargado por más de 50 países encabezados por Estados Unidos, trata, en definitiva, de mantener unida a la oposición, cuya ala más radical no oculta su malestar ante el diálogo y ya ha formulado algunas críticas al respecto.

En los anteriores intentos de negociación, el Gobierno aprovechó los contactos para ganar tiempo y lograr un balón de oxígeno. Ocurrió, por ejemplo, a principios de 2018 en República Dominicana. Ese acercamiento quedó frustrado, según un relato extendido entre los presentes, por la negativa del régimen a hacer concesiones significativas. Maduro finalmente fijó elecciones a la carrera y la oposición, entonces sin un líder claro y con varios dirigentes presos o inhabilitados, se negó a participar. Con estas premisas, González lanzó una advertencia: “Hemos sido respetuosos del mecanismo y no caeremos en las provocaciones de quienes solo quieren permanecer en el poder. Los ojos de la comunidad internacional están puestos en nuestra patria. Al menor intento de un nuevo fraude por parte de factores del régimen, este mecanismo será descartado y las consecuencias serán incalculables”.

El Gobierno ha anunciado que la negociación será permanente, aunque la oposición lo rechaza de forma tajante. Sus principales dirigentes insisten en que no hay tiempo que perder. La Cancillería noruega explica que la mesa “trabajará de manera continua y expedita, con el fin de llegar a una solución acordada y en el marco de las posibilidades que ofrece la Constitución”. Esta semana Maduro y Guaidó se reunieron también con el enviado especial de la Unión Europea, el diplomático uruguayo Enrique Iglesias. Bruselas impulsó un grupo de contacto para perseguir una salida lo menos traumática posible. Una opción que choca con la retórica más agresiva de Washington.

Las partes por el momento trabajan en una agenda de seis puntos. El encargado de dar algunas pinceladas sobre las conversaciones por parte del chavismo fue precisamente Héctor Rodríguez, que al volver de Barbados participó en un acto arropado por el propio Maduro, un gesto que confirma su proyección en los principales círculos oficialistas. “Este no va a ser un camino sencillo, va a ser un camino complejo que va a ameritar mucho trabajo, mucha conciencia, mucho esfuerzo”, mantuvo. “Sin embargo, tengo la percepción de que podemos llegar a un acuerdo de convivencia democrática en el país, un acuerdo de paz y gobernabilidad dentro del juego democrático donde nos reconozcamos mutuamente y nos respetemos”.

¿Cómo? Guaidó se mantiene fiel a su mantra: “Cese de la usurpación de Maduro, Gobierno de transición y elecciones libres”. Mientras tanto, dirigentes chavistas como Diosdado Cabello, presidente a la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), en la práctica una extensión del Ejecutivo, añaden ruido a ese proceso al asegurar que el Gobierno no tiene «nada que negociar» más allá, tal vez, de un adelanto de las elecciones legislativas. La clásica estrategia de poli bueno, poli malo, quizá. O no. En ese caso, los encuentros de Barbados se quedarían en un intento más. 

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