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La ‘Teleindiscreta’, Emilio Aragón y Harmony Korine: viaje a las raíces de ‘Paquita Salas’

Los Javis afianzan, con la tercera temporada de ‘Paquita Salas’, su particular mezcla de géneros y estilos

“Veep, Parks and Recreation, The Office…”. Javi Calvo (Madrid, 1991) está en su oficina en Madrid, intentando recordar qué grandes comedias televisivas han logrado salir airosas de su tercera temporada. Lo mismo hace, a su lado, su pareja sentimental y profesional, Javier Ambrossi (Madrid, 1984): “The Mindy Project, Friends…”, enumera, antes de añadir como una obviedad: “Y bueno, La que se avecina”.

Acabar ahí entre esos títulos es el reto al que se enfrenta Paquita Salas, la serie insignia escrita y dirigida por Los Javis, que esta semana estrena en Netflix su tercera tanda de capítulos. Ya no es la comedia fresca que sorprendió a todo el mundo cuando estrenó sus primeros y modestos capítulos en Flooxer en 2016; pero tampoco quiere ser el ambicioso despliegue de emociones que fue la segunda temporada, de 2018 y ya en Netflix. “Ahí perdió un poco la alegría, pero teníamos lo bueno de unos capítulos con grandes conceptos”, reflexiona Ambrossi. Calvo remata la frase (cosa habitual al hablar con ellos): “Y las tramas eran muy ricas”. Esta temporada, aseguran, intenta sumar las lecciones aprendidas. “Mezclamos el tono naif del principio con la riqueza de la segunda. Va de segundas oportunidades, de esperanza, de readaptarse”, alerta Ambrossi. Calvo: “De tirar adelante con tu verdad”.

Pero al margen de cómo se lleve con sus antecesoras, la nueva Paquita Salas viene con un valor innegable: refina la fórmula con la que Los Javis hacen televisión. Tras haber firmado, en febrero, un contrato de creación de contenidos para Atresmedia, son unos de los productores más ocupados del país. Y su estilo, que concilia el indie estadounidense con el amor a cultura pop española, está pasando de ser un ejercicio a ser una gran marca nacional.

Parte de esa mezcla nace en la cabeza de Ambrossi: “¿Sabes esa colección de clásicos contemporáneos que daba El Mundo en los noventa? Pues mi padre la compró toda, y me la iba dando cuando me recogía a la salida del colegio. Me los leí todos. En esa misma época también me fascinaban las revistas. La Teleindiscreta y TP: las guardaba en la mochila porque me daba muchísima vergüenza que me vieran con ella, imagínate, tendría unos ocho o nueve años. Me ponía a leer qué pasaría en las series que veía y a contárselo a mi familia. Y de ahí pasé a inventármelo. Y de ahí pasé a escribir. Y a engañarme, durante muchos años, que a mí lo que me gustaban eran los libros. ‘La televisión, puaj’. Un día, tras diez años haciendo terapia, solté en una sesión: ‘Coño, si a mí lo que me encanta es Médico de familia, ¿por qué no hago nada parecido? Y así dejé de escribir cosas que no iban a ningún lado y pasé a otras que me hablaran a mí. Hoy te lo digo: los títulos que más impacto han tenido en mi vida han sido Médico de familia y La boda de mi mejor amigo, con Julia Roberts”, sentencia Ambrossi.

Calvo hace su parte como batidora de referencias. “Primero yo soy totalmente generación de Harry Potter, me llegaron los libros de mi tío y me obsesioné. Luego… es difícil decir que Almodóvar te ha cambiado la vida, porque es un cliché, pero qué quieres, es lo que hay”, admite. “Me acuerdo de la tarde que mis padres me llevaron a ver Volver al cine, me marcó muy fuerte. Y luego fue Plenilunio, y luego Los santos inocentes. De adolescente, ya entré en Vincent Gallo [que dirigió Buffalo ’66 en 1998], Harmony Korine [Kids], 1995 o Gregg Araki [Teenage Apocalypse Trilogy, 1993-1997]. Todo ese mundo queer me venía muy bien para rodar Física o química [la serie en la que, de 2008 a 2011, Calvo interpretaba a un personaje gay]. Pero es que luego saltamos a Anatomía de Grey, que me obsesionó, que ya se junta con todo lo que te he dicho. Y con mi película favorita de siempre es Billy Elliott, porque yo me he sentido ese niño. También [el musical de 1998 sobre la banda de una mujer transgénero] Hedwig and the Angry Inch”.

Otro ingrediente tal vez sería la fe ciega en el poder de la ficción para alterar el mundo real o, al menos, a las personas que viven en él. “Es increíble cómo las historias afectan nuestro desarrollo», razona Calvo. «A mí por ejemplo Anatomía de Gray me enseñó una de las grandes lecciones: que no pasa nada por estar jodido. Que es incluso necesario y bonito, y lo superarás un día y que disfruta mientras tanto de estar jodido”.

Esa fe se desprende en Paquita Salas, una serie que si tiene una característica es que está empeñada en que veamos lo que no se ha visto antes. Ambrossi desdeña detalles como el que la protagonista, la representante de actores que da título a la serie, lo interprete un hombre (Brays Efe), o la serie de grandes nombres de la televisión que se interpretan a sí mismos en los capítulos (Ana Obregón, Antonio Resines, Paz Vega, Miriam Díaz Aroca). Para él, lo innovador son escenas más simples. «Al final de la segunda temporada, Paquita se rinde. Tiene demasiadas deudas, demasidos problemas, y cierra su agencia de representación. El último plano es ella cruzando la calle con una caja llena de recuerdos. Eso nunca se había visto. La valentía de rendirse. Siempre se cuenta la historia del ganador, pero no del que sabe cuándo parar. En una serie sobre la relación entre una mujer y su trabajo, algo que no se suele tratar en televisión, la mujer tiene la valentía de cerrar la oficina y pasar a otra cosa».

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