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Todos contra ‘Our Boys’ en Israel

Gobierno e izquierda coinciden, con distintos argumentos, en criticar la serie de HBO sobre el asesinato de un joven palestino en venganza por la muerte de tres israelíes

Casi como preludio de la polémica que ha traído consigo, HBO estrenó a comienzos de agosto en Israel su serie Our Boys una semana antes de uno de los mayores escándalos que ha vivido la televisión nacional: una patrulla policial colocó un fusil de asalto M-16 en la casa de una familia árabe en Jerusalén Este durante el rodaje de un capítulo de un programa que muestra las actuaciones cotidianas de los agentes.

Días después, Our Boys, que esta semana ha completado la emisión de sus diez capítulos, recibía grandes elogios de la crítica extranjera. La CNN, Time, The New Yorker y The Wall Street Journal, entre otros medios informativos, ensalzaron las virtudes de la producción para alegría de la comunidad judía de Estados Unidos. La serie lleva a la ficción la investigación del secuestro y asesinato de un adolescente palestino en julio de 2014, al día siguiente del entierro de tres jóvenes israelíes secuestrados y asesinados tres semanas antes por militantes de Hamás. La escalada de tensión tras el doble crimen fue una de las razones que desencadenó la invasión israelí de Gaza en julio de ese año y el conflicto bélico posterior.

Pero mientras en Estados Unidos se aplaudía la ficción, las cosas se vivían de forma distinta en Israel y Palestina. Our Boys ha hecho frente a los llamamientos al boicot por parte del Gobierno más derechista de la historia del país, que no tolera ninguna visión alternativa sobre el conflicto palestino-israelí. En septiembre, el primer ministro, Benjamín Netanyahu, tildó la serie de antisemita y pidió su boicot, al considerar su trama un agravio al Estado judía.

Tales llamamientos son una práctica cada vez más común en Israel. Miri Regev, ministra de Cultura, es conocida por rechazar cualquier producción audiovisual que cuestione la línea gubernamental. Ha censurado certámenes que proyectaban trabajos sobre el exilio palestino tras la creación del Estado de Israel en 1948 y obstruyó el festival de cine israelí en París de 2017, que se inauguró con Foxtrot. Regev deploró el filme de Samuel Maoz por “su autoflagelación y cooperación con la narrativa antisraelí”. Recientemente, ha rechazado Incitement, de Yaron Zilberman, ganadora del premio Ophir (equivalente al Goya) al mejor filme, al considerar que achaca a Netanyahu haber animado el odio que pudo desembocar en el asesinato del primer ministro Isaac Rabin en 1995 a manos de un extremista judío.

El Ministerio de Cultura ha lanzado claros mensajes a los artistas nacionales para que defiendan a toda costa la reputación del país.

Our Boys llegó a Israel envuelta en la polémica de su rechazo gubernamental y se despide sin haber recabado tampoco el aplauso de la izquierda en su conjunto, pues para un sector la petición de boicot de Netanyahu ha impulsado a la serie y ha normalizado a la vez la realidad de la ocupación de territorios palestinos.

“Aunque es un poco vergonzoso, Netanyahu es lo mejor que le pudo pasar a la serie”, dijo recientemente Hagai Levi, uno de los tres cocreadores de la ficción al diario Haaretz. Al hilo de otra pregunta, reconoció: “Es cierto; en la realidad hay ocupación y en la serie no”.

Aspectos como la forma de narrar el enfrentamiento entre los árabes que residen en Jerusalén Este y loscolonos judíos de esa misma parte de la ciudad y de Cisjordania o colocar a su protagonista, un agente del Shin Bet (servicio de inteligencia interior) que investiga el asesinato del menor palestino, como la voz de la justicia, han sido criticados por esos sectores de la izquierda con el argumento de que el paso del conflicto palestino-israelí de la realidad a la ficción se traduce en una situación neutral que no aborda el racismo o la represión.

“De acuerdo con Our Boys tenemos los servicios de inteligencia más éticos del mundo”, ha ironizado Rachel Stroumsa, directora ejecutiva del Comité Público contra la Tortura en Israel, en un artículo de opinión publicado por Haaretz.

En la semana en que se ha estrenado el último episodio de la serie en Israel, los telespectadores han podido ver también el documental Secuestro en tiempo real, realizado por Keshet (la misma cadena que ha coproducido Our Boys), que relata el secuestro y asesinato de los tres adolescentes judíos. Supone prácticamente una precuela de la ficción que podría parecer un guiño a la derecha israelí pero que, a la vista de los cortes publicitarios en los que se anunciaba el episodio final de la serie, responde con claridad a una estrategia para elevar los índices de audiencia.

Our Boys es un retrato de la compleja y multidimensional sociedad israelí en la que no solo colisionan los judíos con los árabes, sino también la izquierda y la derecha, los musulmanes y los cristianos o los mismos judíos entre sí: ultrarreligiosos contra seculares o askenazis frente a sefardíes. Probablemente, despertar la complacencia de todos hubiese sido un milagro solo digno de Tierra Santa.

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