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La víctima de acoso escolar que acabó ganando Eurovisión

Duncan Laurence, de 25 años, vence con una melancólica historia de amor que reconcilia al país con el certamen

Ganadora en cuatro ocasiones, y colista otras dos, con cero puntos, Holanda ha afrontado la 64ª edición del festival de Eurovisión con entusiasmo. Duncan Laurence, el artista que la ha representado y la ha convertido (de nuevo) en ganadora de Eurovisión 2019, ya figuraba entre los favoritos de las apuestas. Sus ensayos y las semifinales se han seguido al minuto y no han faltado comentarios perfeccionando cada detalle. Que si parecía algo ronco y la lámpara que adorna su piano estaría mejor colgada del techo. Si las ondas blancas proyectadas a su espalda son o no un acierto visual o es mejor enfocar la luz desde el patio de butacas. Y, sobre todo, si se siente seguro y domina todos los registros de Arcade, su composición, que evoca una historia de amor truncado (la letra está basada en la muerte prematura de un amigo del autor, según ha contado él mismo en varias entrevistas). En resumen: Duncan Laurence, nombre artístico de Duncan de Moor, de 25 años, es el hombre del momento en su país.

Cuando en la noche del jueves pasó a la final en Israel, la televisión nacional emitió una alerta informativa. La cuenta de Twitter que coordina el festival calificó de inmediato su interpretación de “increíble”, y los comentarios en las redes sociales oscilaron entre “vaya pedazo de cantante”, y un “sabes qué, a votar a Duncan en las elecciones europeas”. En pleno tumulto, él trata de mantener la calma porque desea tener una carrera larga y «Eurovisión es un buen trampolín», asegura. Nacido en Spijkenisse, una localidad de la conurbación de Róterdam, siempre supo que la música era su destino. Ganó un concurso de talentos a los 16 años y estudió en la escuela holandesa de música Rock Academy. En 2014, llegó a la semifinal de la edición holandesa de La Voz, y se ha ganado la vida dando clases de canto y componiendo para otros artistas. Toca en un grupo, y no tiene reparos en atribuir el optimismo que irradia a su dura etapa escolar. “Sufrí mucho acoso en primaria y secundaria, y he aprendido a centrarme en lo positivo”, dice. La única crítica que ha recibido en casa es porque no vocaliza bien y parte de la letra, escrita en inglés, se pierde un poco.

Holanda parece redescubrir el festival, pero puede decirse que lo estrenó. Su cantante, Jetty Paerl, abrió la competición en la primera convocatoria, celebrada en Lugano (Suiza) en 1956. La melodía se titulaba Los pájaros de Holanda, “que cantan de verdad”, según la letra. Ganó la suiza Lys Assia, con Refrain, pero en 1957, la holandesa Corry Brokken tuvo más suerte que su compatriota. Se alzó con el triunfo con el tema Como antes, una pieza donde la protagonista recuerda a su esposo los primeros tiempos de su romance. Dos años después, Teddy Scholten, otra holandesa, venció de nuevo con Un poquito, un tema que se consideró algo picante, porque una joven responde así a su amante cuando este le pregunta si le ama y si es fiel. Tras esta victoria, ocurrió algo inesperado a la vez que aplaudido. Como ya había organizado el festival en 1958, la televisión nacional dijo que carecía de fondos, y Reino Unido tomó el testigo.

Holanda ganó aún en otras dos ocasiones, incluido el empate múltiple de 1969, en España, cuando Lenny Kuhr, con De Troubadour, obtuvo el mismo número de puntos que la española Salomé (Vivo cantando), la británica Lulu (Boom Bang-a-Bang), y la francesa Frida Boccara (Un jour, un enfant). Inspirada en la música folk, Kuhr hablaba de un trovador medieval entregado a su público. Tal vez la cuarta victoria holandesa sea la más recordada por lo pegadizo del estribillo de Ding-a-dong, del grupo Teach-In, que fue luego número uno en Suiza y Noruega. Aquí, el amante espera que regrese una pasión perdida por la que su corazón late aún con fuerza.

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A partir de entonces, la presencia de Holanda en Eurovisión sufrió grandes altibajos. Ausente en 1985 y 1991, porque la gala coincidía con el día del recuerdo a los caídos en la II Guerra Mundial (4 de mayo), fue la anfitriona en 1980, cuando Israel declinó organizarla. Los especialistas festivaleros aducen que el país “no tiene aliados naturales en las votaciones que le den muchos votos”, y por eso cayó antes de la final en ocho citas. Sin embargo, después de languidecer durante años, en 2013, en Suecia, una canción bonita, triste y bien interpretada, cambió la percepción patria del festival.

Compuesta por Anouk Teeuwe y titulada Birds (Pájaros), quedó novena (ganó la danesa Emmelie de Forest) y es una sentida balada. Dice cosas como Si ser yo misma es lo que hago mal/ Prefiero entonces no tener razón/ Pájaros cayendo de las azoteas/ Cayendo del cielo como gotas de lluvia/ No hay aire ni orgullo/ Por eso los pájaros no vuelan, y la calidad de la música devolvió la confianza a los forofos de Eurovisión. Según la televisión pública, que elige las canciones cada año con un jurado interno, 4,9 millones de espectadores siguieron la actuación de Anouk. Un año después, 6,2 millones de personas celebraron la segunda plaza lograda por los cantantes Ilse de Lange y Waylon, con Calm after the Storm (Calma tras la tormenta). Este sábado, Duncan Laurence ha superado todas las expectativas logrando 492 puntos, 27 más que Italia, que quedó en segunda posición, y ha vuelto a coronar a Holanda en otro Festival de Eurovisión.

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