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Gonzo: “Sé escuchar y sé hablar, por eso me gusta este trabajo”

El reportero asume este fin de semana la dirección de ‘Salvados’, el programa estrella de La Sexta, tras la partida de Jordi Évole

Este verano Fernando González González (Pontevedra, 43 años) tuvo que habituarse a ir más tarde, sobre las diez de la noche, al chiringuito de toda la vida. A su hora habitual, las ocho de la tarde, había más gente y esta vez le han empezado a reconocer demasiado. Es Gonzo, el de la tele, algo que ha sido durante años, pero ahora es distinto: es Gonzo, el sustituto de Jordi Évole al frente de Salvados (La Sexta) tras 11 años de éxito. El gallego, que empezó haciendo el payaso en Caiga Quien Caiga y El método Gonzo, acabó haciendo reportajes en Gaza, Sudán, con los rohingya y el 15-M en El Intermedio, estrena mañana su primer programa.

Pregunta. ¿Dónde va a pasar el domingo por la noche?

Respuesta. Mi idea es estar en casa. Con mi mujer, igual un par de amigos o tres, no muchos más. Me gustaría que estuvieran mis hijos pero el tema no es para menores. No se ha podido organizar un visionado del equipo del programa así que lo veré por primera vez en casa.

P. ¿Va a mirar el móvil?

R. Si fuese por mí, lo tendría escondido. Pero conociendo cómo funciona Salvados durante la emisión, entiendo que el equipo de redes sociales me pedirá que lo vaya comentando. Había cerrado mi cuenta de Twitter y la volví a abrir por Salvados.

P. ¿En algún momento de los últimos meses se ha parado a pensar que vaya papelón?

R. Si te dijese que no seguramente estaría mintiendo, pero si te dijese que sí estaría dando demasiada entidad a un pensamiento que no ha pasado demasiado por mi cabeza. No voy a negar que lo había soñado: “¿Te imaginas que me llaman y me ofrecen Salvados?”. Pero nunca había asociado esa decisión a la valentía o a la inconsciencia. Igual el domingo lo hago.

P. ¿Habla mucho con Évole?

R. Se implica y se lo agradezco porque al final es uno de los tipos que más conoce Salvados y que mejor sabe lo que funciona y lo que no.

P. Usted tenía ya una trayectoria. ¿Por qué meterle en un programa que ya tiene un estilo marcado en lugar de darle su propio vehículo?

R. Salvados empezó como un programa que dependía mucho de Jordi y ha acabado siendo otro que podría hacerse sin presentador. Tú coges los últimos programas de Jordi e igual su presencia no pasaba de 10, 15 minutos. En ese sentido, soy un tipo que lleva años en antena, en la misma cadena, con un perfil cercano a lo que estaba haciendo Jordi, que he tocado temas muy parecidos, y que mucho se me tendría que ir la olla para no mantener un mínimo. Me parece más difícil apostar por un formato nuevo.

P. ¿Cómo va a medir el éxito de los primeros programas?

R. No es algo que haya pensado. No sé, tirar por la audiencia es ridículo. ¿Cuál es el baremo? ¿Con qué dato tengo que sonreír y cuál me tiene que preocupar?

P. Ese primer programa habla del acoso sexual en el trabajo. ¿Cómo sabe cuando ha llegado al meollo de un trauma así?

R. Hablo con una víctima. ¿Cuándo está esa entrevista? Bueno. Cuando yo mismo logro entender lo que ha podido pasar esa mujer. Y lo digo siendo consciente de que soy un tío. Pero si yo lo entiendo, es que me lo ha contado todo y tengo los elementos necesarios para transmitírselo al público. Hay veces que te vas sabiendo que la entrevista la tienes.

P. En su despedida, Évole dijo: “Yo sé hacer lo que sé hacer: hablar con la gente”. ¿Eso es lo que diría que sabe hacer usted?

R. Sé hablar, sé escuchar. Por eso me encanta este trabajo, porque no me cuesta hacerlo. Escuchar, hablar, generar un espacio de confianza en el que la gente se pueda soltar. Yo nací en Vigo pero mi familia es de aldea. He pasado muchas horas hablando y escuchando y viviendo en un entorno de tradición oral y eso me ha ayudado mucho. En la facultad pasé más horas hablando y escuchando que yendo a clase. Y joder, Salvados va de eso.

P. ¿La conversación, al ser algo tangible, cotiza más alto en esta era de la gran opinión y el gran análisis?

R. Escuchamos a tanta gente soltar mensajes preparados que cuando escuchas a alguien siendo espontáneo, suena nuevo. Y a todos nos gusta lo nuevo.

P. ¿Ha notado que ahora su opinión se valora más?

R. Sí, y no me gusta. No me gusta opinar. Apaga la grabadora y opino. Sobra opinión en este país. Ojo, todos tienen derecho a ella. Pero vivimos en un tiempo en el que todo el mundo quiere dejar constancia de lo que piensa, y, aparte, de que esa es la opinión correcta. Y no estamos consiguiendo un “pongamos todas las opiniones sobre la mesa y sobre ellas vamos construyendo un algo común” sino “la mía es más larga que la tuya” y “pues yo tengo más razones”. Mi reacción es dar marcha atrás. Cada vez me creo con menos capacidad para que mi opinión tenga algo de peso. Prefiero dar elementos para que el público opine. ¿Quién soy yo para que mi opinión merezca espacio?

P. ¿Qué pensó el día que se convocaron nuevas elecciones y tuvo que acomodarlas en su agenda?

R. Tenía mi estrategia: seis programas hasta diciembre. En mi situación de vagancia y comodidad, quería ir con temas de caballo ganador. Solo pedía que no se repitieran las puñeteras elecciones porque entonces entramos en una situación de tensión, la lavadora nacional centrifugando, mandándonos a cada uno a su esquina. Y yo no quería estrenar Salvados en esa situación. Pues nada, joder. Me va a tocar hacer política.

P. ¿A regañadientes?

R. Ahora ya voy con ganas a hacer algo nuevo. Cada político interpreta las urnas como le da la gana. Nuestra interpretación es que una mayoría social propuso que se llegase a un acuerdo entre partidos distintos y se pusieran a gobernar. Eso no ha pasado. Vamos a preguntarle a esa gente qué cree que ha pasado, a quién se le achacan las culpas, incluso si el ciudadano ha tenido la responsabilidad en algo.

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