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Y la animación se hizo carne

El esfuerzo imaginativo de los productores, concretamente de la factoría Disney, para seguir alimentando sus decaídas arcas hace tiempo que encontró una idea suculenta

Imagino que los ejecutivos y estrategas de Hollywood derriten sus sesos buscando fórmulas aún más pragmáticas que mágicas para que siga latiendo su ancestral negocio, cercado por depredadores audiovisuales que se han propuesto lanzar la dentellada final a algo tan agonizante como ir al cine. Disponen de una notable masa de veinteañeros colgados de la sobredosis de superhéroes, la inacabable saga galáctica y todo lo que lleve el sello de Marvel. El público de jubilados que todavía acudimos a las salas le interesamos lo mínimo, aunque pueden otorgarle de vez en cuando su mimosa atención con productos a la medida de sus gustos como la oscarizada Green Book. Y mantienen un filón eternamente jugoso con el cine infantil, ya que pillan no solo a los críos, sino también a los padres o familiares que forzosa o gustosamente deben acompañarlos.

El esfuerzo imaginativo de los productores, concretamente de la factoría Disney, para seguir alimentando sus decaídas arcas hace tiempo que encontró una idea suculenta: renovar sus múltiples clásicos en formato de dibujos animados, con los que varias generaciones de espectadores se sintieron embelesadas en la niñez (también sufrieron, como en Bambi, con el intolerable asesinato de la madre del cervatillo), convirtiéndolas en películas protagonizadas por seres de carne y hueso. Y la innovación está funcionando. La taquilla respira. Cualquier pretexto es bueno si prolonga la complicada supervivencia de las salas de cine.

Recurren a Tim Burton para conducir Dumbo. Apuestan sobre seguro. Lo que más le gusta a este hombre es narrar cuentos, moverse en el terreno de la fantasía, otorgándole a veces un tono inquietante. Hace bastante tiempo que está en baja forma, que sus sueños y sus pesadillas han perdido su poder de fascinación, que algunos espectadores sentimos demasiada añoranza de películas maravillosas como Ed Wood y Big Fish. Burton hace un trabajo solvente, aunque sin sorpresas, con la historia de aquel bebé elefante dotado de unas orejas descomunales que propician la burla. Tengo un recuerdo muy vago del argumento da aquellos dibujos animados, pero alguien me pregunta si en la nueva versión aparece el borracherón que pilla el elefantito. No. Los tiempos exigen corrección, y Burton, cuyo cine siempre estuvo emparentado con la transgresión, se limita a filmar con profesionalidad un guion ajeno que no ofrece sorpresas. Y es imposible no creerse a Danny DeVito interpretando al dueño de un circo y presentador del espectáculo. O a Michael Keaton de villano melifluo. Estoy seguro de que los críos la disfrutarán mucho. Y los adultos pasarán un rato aceptable. Es mi caso.

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