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“Soy coleccionista, pero no de obras de arte sino de cítricos”

Vicente Todolí, exdirector de la Tate Modern, explica su relación con el arte y su labor con diferentes fundaciones a partir de la exposición sobre fotografía japonesa en Bombas Gens

Se pasa la vida entre obras de arte; aconseja comprar, monta colecciones y organiza exposiciones, pero en las casas en que ha vivido apenas ha colgado un póster. Vicente Todolí explica que es su manera de “limpiar la mirada y el cerebro” y de evitar “un conflicto de intereses” consigo mismo. Lo dice sentado en un banco del jardín escultórico de Cristina Iglesias que cierra las naves fabriles de Bombas Gens, un centro de arte privado en Valencia cuya colección se ha adquirido mediante su asesoramiento. “Bueno, se podría decir que sí soy coleccionista, pero no de obras de arte, sino de cítricos”, se corrige el que fuera director de la Tate Modern entre 2003 y 2010, en alusión al huerto El Bartolí que ha montado en la población donde nació hace 60 años, Palmera, muy cerca de Gandía, donde cultiva más de 400 clases de frutos. “Mira qué aroma”, comentará más tarde con un limón de Marrakech en la mano, tras enseñar el pasado sábado buena parte de la exposición La mirada de las cosas, aún en la fase final del montaje. Se inaugurará el próximo viernes y exhibirá algunos de los más destacados fotógrafos japoneses desde la reacción de los años 50 a la omnipresencia estadounidense después de la Segunda Guerra Mundial a la actualidad.

Todolí incide en que la investigación “es lo más importante” y explica su labor de asesoramiento a Bombas Gens, que pertenece a la Fundación per amor a l’art, o a la empresa Inelcom. “Los coleccionistas no son especialistas. Lo que hago es proponer líneas generales de una colección, la filosofía. Y nos detenemos en las áreas donde el mercado aún no ha puesto el foco. Hay colecciones que prefieren una obra icónica carísima. Nosotros no buscamos una colección de sellos”.

El que fuera el director artístico de IVAM defiende la vocación pública de las colecciones, aunque trabaje con instituciones privadas. “En las fundaciones sin ánimo de lucro tienes más libertad, hay menos burocracia, es más efectivo y afectivo. Y mi condición siempre es la misma: las colecciones no se pueden vender. No quiero que sean una especie de fondo de inversión. Y pido que el acceso sea libre y gratuito”.

Él descubrió el arte contemporáneo con 18 años, cuando estaba estudiando Arqueología. “Hicimos un trabajo de campo y no encontramos nada y pensé: ‘Uf, no tengo paciencia”, recuerda. Se fue en tren de Valencia a la Bienal de Venecia en 1976, el año de la polémica muestra antifranquista de España. “Y me dije: ‘No sé bien lo que es, pero me quiero dedicar a eso’. Me di cuenta de que para formarme tenía que irme fuera. Escribí cartas a instituciones extranjeras y al final me dieron una beca Fulbright”, cuenta el que en 1997 fue uno de los comisarios de la Bienal.

Todolí se fue a EE UU en compañía de otra persona clave en el panorama actual del arte contemporáneo español, el castellonense Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía. Ambos se conocieron estudiando en Valencia. “Estuvimos en Yale, pero era muy académico y nos fuimos a Nueva York, y allí cada uno siguió su camino”, comenta el también director artístico de Hangar Bicocca en Milán, de la Fundación Pirelli, donde programa exposiciones específicas para el espacio.

¿Se estableció una especie de rivalidad? “De rivalidad, nada. Siempre hemos sido amigos. Además, mi carrera ha sido casi toda fuera de España, excepto la parte del IVAM. Cada uno tiene su forma de ver. Eso es lo bueno”, responde el exdirector de la Fundación Serralves de Oporto.

¿Le interesa la línea del Reina Sofía? “Me interesan todos los museos que abren caminos y hacen historia. Y el Reina hace historia, la revisa y la amplía. Coincido con él en que no hay historia del arte sino historias. Los museos no son edificios, son actividades, además de colecciones hechas por diferentes generaciones. Y viven muchas épocas. Se habla del Moma de Alfred Barr; el Moderna Museet y el Pompidou de Pontus Hultén; la Whitechapel de Nicholas Serota…” ¿Y se habla del IVAM, que cumple ahora 30 años, de Todolí? “Allí trabajé con Tomàs Llorens, Carmen Alborch, José Francisco Ivars. Cada uno con sus líneas”.

La línea del arte viene marcada hoy “por el comercio y el mercado”. “Es su principal deriva. Un museo tiene que ser libre. Si no tiene dinero de la Administración y ha de buscarlo, exhibe artistas que venden mucho. Algunas exposiciones son muy caras y se pide ayuda a las galerías de los artistas. Eso es injusto. Así, el artista conocido se hace más conocido, porque como vende más entradas, se programa más… Antes los museos servían a los artistas, ahora se sirven de los artistas. Se invierte la misión. Me interesan los long sellers no los bestsellers”.

Banksy, trivial

El escritor Félix de Azúa decía en este diario hace unos días que “ahora la reflexión justifica una obra trivial”. ¿Comparte esa visión? “Si tienes que explicarlo no es bueno. Las explicaciones son justificaciones. O muchas veces, muletas y las obras tienen que caminar solas”, añade el experto en arte a quien Banksy le parece “trivial, superficial, populista”.

Insiste en que la comercialidad lo invade todo. Las ferias de arte incluso se visten de museos, y así se tratan en los medios de comunicación, cuando su objetivo “es solo comercial”. Muchas operaciones de recuperación de artistas olvidados, sostiene, obedecen a la necesidad del mercado y la academia de alimentar el sistema. Hay que saber diferenciar. También entre la obra y el artista.

Lector voraz de literatura, Todolí recuerda cómo una de sus primeras influencias fue el escritor noruego Knut Hamnsum. “Años después me enteré de que fue nazi, pero su obra no cambió nada. Hay que diferenciar entre el creador y la obra, que queda y es más grande”. Un artista, además, tiene que arriesgar. “Si no lo hace y tiene éxito, se convierte en una caricatura, como el pianista de El Malogrado, de Thomas Bernhard, que de virtuoso acaba aporreando el piano”. ¿Y quién podría ser el equivalente de Bernhard en el mundo del arte? Todolí se queda pensativo, en silencio, rompe su corriente continua discursiva: “A ver, insobornable, crítico, independiente… Podría ser Dieter Roth, enemigo de sí mismo y al que le gustaba Viena, ahí hay una conexión…”. Al cabo de unos minutos vuelvea al tema: “Ah, ya sé. El Bernhard silencioso sería Bruce Nauman. El Bernhard del arte estaría entre Nauman y Roth”.

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