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Rusia fabricará nuevos misiles hipersónicos terrestres tras el abandono de EE UU de un tratado nuclear clave

Moscú anuncia que también suspenderá su participación en el tratado conocido como INF

«Daremos una respuesta simétrica. Nuestros socios norteamericanos anunciaron que suspenden su participación en el tratado; pues también lo hacemos nosotros», ha declarado Putin este sábado en una reunión televisada con los ministros de Exteriores, Serguéi Lavrov, y Defensa, Serguéi Shoigu. Dando un paso más para enterrar el pacto que había sido un pilar en el control de armas nucleares, el presidente ruso ha ordenado al Ejército que empiece fabricar nuevas armas, entre ellas una nueva versión terrestre de los lanzados desde el mar, y que empiecen a desarrollar un nuevo misil balístico de alcance medio hipersónico. Ambos modelos terrestres, capaces de alcanzar una distancia de entre 500 y 5.500 kilómetros; es decir habrían estado vetados por el pacto.

El rearme ha comenzado. Y pese a esto, el presidente ruso ha afirmado que no desplegará armas de alcance medio y corto, a no ser que Estados Unidos lo haga. También que esta decisión no arrastrará a Rusia a una nueva carrera armamentística. Y esto implica que no aumentará el presupuesto para Defensa, sino que lo «ajustará», ha afirmado Putin, que ha hecho de la industria militar y de las armas de última generación uno de los pilares de su idea de la gran Rusia como superpotencia exterior. Sin embargo, el primer ministro ruso, Dmitri Medvedev, ha declarado que el Gobierno proveerá la financiación que sea necesaria a la investigación y desarrollo de nuevas armas. Un elemento complicado en un país en el que el descontento ciudadano está en aumento debido a la recesión económica.

Ayer viernes, Estados Unidos declaró que desde este sábado deja en suspenso el pacto, que ha contribuido a alejar de Europa los misiles de rango corto y medio durante décadas, y que «avanzará» en el desarrollo de sus propias opciones de respuesta militar. La Administración había dado a Rusia un ultimátum para cumplir el acuerdo y destruir o modificar las armas que vulneren el pacto, que prohíbe la producción, prueba y despliegue de misiles balísticos y de crucero terrestres con un rango de 500 a 5.500 kilómetros; armas especialmente desestabilizadoras, según los expertos, ya que como tardan solo unos minutos en alcanzar su objetivo, no dejan apenas capacidad de reacción e incrementan el riesgo de un conflicto nuclear global si se produce una falsa advertencia de lanzamiento. Tanto Rusia como Estados Unidos tienen una variedad de misiles lanzados desde el mar y el aire que alcanzan esa distancia, ya que no están vetados por el pacto.

Washington lleva acusando a Rusia durante años de incumplir sistemáticamente los términos del acuerdo, firmado en 1987, con el despliegue abierto de un misil de crucero terrestre —conocido en Occidente como SSC-8 y en Rusia como 9M729— que podría amenazar a países europeos. Acusaciones que Moscú considera «sin fundamento». El Kremlin afirma que los misiles señalados por EE UU, colocados no muy lejos de las fronteras europeas, no vuelan la distancia suficiente como para violar el pacto, sino solo 480 kilómetros.

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Tras las acusaciones, respaldadas por la OTAN —una alianza creada hace siete décadas para tratar de responder a la política expansionista de la Unión Soviética—, Rusia acusó también a Estados Unidos de vulnerar el acuerdo. Sostienen que los interceptores de misiles estadounidenses en Europa podrían transformarse en armas ofensivas; también que el aumento de drones —que no existían cuando el INF se rubricó— proporcionan a Washington una capacidad similar a la de los misiles de rango medio; aunque sin violar los términos explícitos del tratado.

El Kremlin afirma que ha ofrecido a Washington una «transparencia sin precedentes» en el marco del tratado, pero que pese a esto, Estados Unidos ha buscado «excusas» y hace «falsas acusaciones» para abandonar el pacto. Además, Moscú ha criticado que la Administración Trump no ha sido partidaria, desde el principio, de mantener un diálogo con Rusia para tratar de salvar el tratado sino que ha tratado de «torpedear» las conversaciones.

Escalada nuclear

El derribo del llamado tratado INF ha avivado de nuevo los temores a la repetición de un enfrentamiento como el de la Guerra Fría de la década de los años ochenta del siglo pasado, cuando Estados Unidos y la Unión Soviética desplegaron misiles de alcance intermedio en Europa. También puede conducir a una nueva carrera armamentística. Y no solo entre Estados Unidos y Rusia, también con China, que nunca fue firmante del pacto. Pekín, que se ha opuesto al colapso del tratado, ha llamado a Moscú y Washington este sábado a sentarse a mantener un «diálogo constructivo». Sin embargo, no ha dado ninguna muestra de querer suscribir un documento de control.

Rusia dedica a Defensa unos 67.000 millones de dólares al año, según el Instituto de Investigación para la Paz Internacional de Estocolmo (SIPRI), esto es un 4,5% de su PIB; Estados Unidos es el país que más invierte, casi 610.000 millones de dólares, según la misma fuente (un 3,1% de su PIB). China, el segundo país que más gasta en esta industria, dedicó 228.000 millones de dólares en 2017 (un 1,9% de su PIB).

Tras su anuncio de suspender el tratado INF, el presidente Trump ha comentado que EE UU busca una nueva estrategia para revivirlo, pero solo si todos los países que tienen estas armas se comprometen a frenarlas o eliminarlas. Una tarea titánica, ya que implica subir al mismo barco en un tratado multilateral a Corea del Norte, India, China, Pakistán e Irán.

Con estos nuevos movimientos, el INF, el primer acuerdo de desarme firmado en la Guerra Fría, parece enterrado. Firmado por el entonces presidente estadounidense Ronald Reagan y el secretario general del Partido Comunista de la antigua URSS Mijaíl Gorbachov, fue el primer acuerdo entre las dos potencias que prohibía directamente una categoría entera de armas: los misiles de crucero de tierra con un rango de entre 500 y 5.500 kilómetros. Gracias a su firma eliminó más de 2.600 misiles.

En la cuerda floja se encuentra ahora el tratado conocido como New Start, otro tratado bilateral clave que limita el número de misiles nucleares estratégicos y de cabezas nucleares de Rusia y EE UU. El pacto finaliza en 2021 y, de momento, no hay visos de que Washington planee ampliarlo.

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