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Putin bajaba en los sondeos, así que se cambió la encuesta. Funcionó

Tras la crítica del Kremlin, la empresa estatal usó un nuevo método: la confianza en el presidente pasó del 30,5% al 72%

Y cuando Vladímir Putin se despertó, todo había mejorado. La semana pasada, el presidente de Rusia alcanzó su puntuación más baja en confianza de la ciudadanía. Tras de meses cayendo en picado, un sondeo del encuestador estatal ruso VTsIOM mostró que solo el 30,5% de los rusos decían confiar en Putin. El jueves, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, visiblemente molesto, pidió aclaraciones a los sociólogos. El sondeo, dijo, “no fue consistente”. VTsIOM tomó nota. Veinticuatro horas después, hizo pública una nueva encuesta según la cual el 72,3% de los rusos confían en Putin. En una noche, el líder ruso, que experimentaba el descontento de la ciudadanía por la situación económica, subió casi 43 puntos porcentuales. Más que cocinar la encuesta, la entidad estatal decidió directamente cambiar la receta: usó una pregunta radicalmente distinta. Y funcionó.

Durante 13 años, el Centro para el Estudio de la Opinión Pública de toda Rusia (VTsIOM), había pedido a la ciudadanía que nombrase los políticos en los que confían. Sin pistas. Tras las críticas del Kremlin, que no se explicaba por qué la confianza en Putin había decrecido mientras que la aprobación se mantenía medianamente alta (mucho para los estándares occidentales, de hecho), la encuestadora modificó el sistema y lanzó una nueva pregunta, esta vez con respuesta cerrada: “¿Confía usted en el presidente Putin? Sí o no”.

La nueva pregunta fue “con toda probabilidad” una reacción al toque de atención del Kremlin, analiza Denis Volkov, subdirector del Centro Levada, un reputado instituto de medición de la opinión pública independiente. El experto sostiene que no tiene nada de malo hacer una nueva pregunta, pero alerta de que los resultados no son y no serán comparables. “No es la mayor caída de confianza en el presidente, ha habido bajadas más agudas antes, pero supongo que para el Kremlin, encontrarse con los titulares de que ‘solo un 30,5% de los rusos confía en Putin’ es difícil”, señala por teléfono.

El director de la encuestadora estatal, Valery Fyodorov, se escudó en que tal vez la fórmula anterior –la pregunta abierta y sin pistas— era “extremadamente general”. Aseguró que no van a dejar de hacerla pero que la nueva cuestión es un buen complemento. El Kremlin se mostró satisfecho con los nuevos datos. Aunque el portavoz Peskov recalcó que si surgían nuevas dudas “ciertamente” las plantearía.

Hasta la polémica de la semana pasada, la confianza en el presidente ruso llevaba un tiempo desplomándose. Su nivel de aprobación, aunque también ha caído, se mantiene estable en un 65,8%. Cifras muy similares a las que ofrece en sus estudios Levada –declarado ‘agente extranjero en y por tanto con actividades algo limitadas–. ¿Cuál es la diferencia entre nivel de aprobación y de confianza? “La aprobación, en este caso, es más general, es como estar medianamente conforme con la gestión, la confianza se acerca más a la intención de voto”, abunda Volkov.

Así que, si mañana hubiese elecciones, el Kremlin podría preocuparse. Excepto que ningún otro político hace sombra –tampoco en las encuestas— al presidente ruso, que gobernará hasta 2024. Tras Putin, de 66 años, los mejores situados en nivel de confianza son sus ministros de Defensa, Serguéi Shoigu (15l,1%), y de Exteriores, Serguéi Lavrov (12%). Vladímir Zirinovski, del Partido Liberal Democrático, cuenta con un 9,5% de confianza. Alexéi Navalni, el líder de la oposición extraparlamentaria, tiene un 1,4%. Con la nueva pregunta, Putin es el único político que supera el 50% en confianza.

El malestar de la ciudadanía por la situación económica está pasando factura al Gobierno, y eso se nota en los sondeos, apunta la analista María Snegovaya. A finales de mayo de 2018, tras arrasar en las elecciones de marzo, la confianza en Putin se situó en el 46,9%. Pero desde entonces ha ido cayendo. “Hay una pérdida de confianza en las autoridades, en general, impulsada porque salarios reales llevan cinco años disminuyendo (suponen un 13% menos en un lustro), una situación que la Rusia contemporánea no había vivido desde los años noventa”, asegura Snegovaya.

El efecto de las sanciones occidentales contra Rusia después de que se anexionase Crimea en 2014, la inflación y la subida de los impuestos tampoco han ayudado. Y a esto se añade un gran malestar por reformas como la que ha aumentado la edad de jubilación (desde los 60 hasta los 65 años para los hombres; de los 55 a los 60 para las mujeres) y por las leyes que recortan los derechos civiles –como las multas por “ofensas” a las autoridades–.

El llamado ‘efecto Crimea’ ya no funciona. Tras anexionarse esa península ucrania en 2014 con un referéndum considerado ilegal por la comunidad internacional, Putin alcanzó un histórico 70% en confianza. Ahora, se ha vuelto a cifras anteriores a la anexión, señala Andrei Kolesnikov, del Centro Carnegie de Moscú. “Ese consenso tras Crimea no ha desaparecido, pero ya está frío, congelado, no es una lava emocional caliente”, señala el analista político. “El Kremlin ya no puede movilizar a las personas empleando el antiguo conjunto de herramientas militaristas anti-occidentales. Toda la atención ahora está en la agenda social”, añade.

El presidente ruso, consciente de ello, anunció en febrero una amplia batería de medidas de apoyo económico y social a ciudadanía, pero poco se ha concretado. El tejido social está echando músculo. Y las protestas, aunque todavía minoritarias e incipientes, han aumentado. Como las manifestaciones en Arjangelsk y otros puntos contra los vertederos ilegales, o la multitudinaria movilización que en mayo logró —por ahora— paralizar la construcción de una gigantesca iglesia en una zona verde en Ekaterimburgo.

La economía está estancada. El 48,2% de las familias en Rusia no tienen capacidad financiera para comprar bienes duraderos, desde una nevera a un teléfono móvil, según el instituto nacional de estadísticas ruso Rosstat. Solo tienen liquidez suficiente para bienes básicos, como alimentos y ropa. Un grupo significativo de la población en Rusia vive al día, de cheque en cheque y pidiendo cada vez más préstamos. El presidente ruso, consciente de los problemas económicos, anunció una amplia batería de medidas de apoyo a ciudadanía el pasado febrero en su discurso anual sobre el estado de la nación, pero poco se ha concretado más allá de los anuncios. Los rusos sienten cada vez menos bienestar, según el índice de la encuestadora VTsIOM: en marzo de 2014, un 74% aseguraba estar “satisfecho” con su vida. Hoy solo lo está un 50%.

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