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Patti Smith, el gran jefe indio del rock

La cantante protagoniza la segunda entrega de la colección ‘Mujeres en la historia’

El último de los poetas románticos, el primer apóstol del punk, el eslabón que enlaza la Velvet Underground con los Ramones, el poeta beatnick que frasea como un músico de jazz, el músico que fusiona poema y canción inventando el tercer sexo musical, el animal más fiero y más tierno del underground neoyorquino de los años 70 resulta ser una mujer aunque vaya vestida de hombre. Es otra de las niñas poseídas por el espíritu de Jo March, la mujercita que sacrificó su trenza a cambio de la libertad de convertirse en escritora, como su creadora, Louisa May Alcott.

Pues bien, sepan ustedes que esta criatura indomable no quiere ser definida como artista femenina. Cientos de veces ha repetido Patti Smith que no quiere verse encajonada en ningún género. Como muchas otras artistas y pensadoras en esos años (Susan Sontag o Marina Abramovich por ejemplo) se la puede considerar prefeminista o postfeminista o interfeminista —ya me pierdo entre las olas de este mar donde no trago agua sino oxígeno— pero no femenina ni feminista. Desde su primera entrevista se niega a una calificación que supone pertenecer a un subconjunto, es decir, arte hecho por mujeres que aborda el hecho diferencial de ser mujer y que no interesa a la mayoría de los hombres, por lo que su impacto es limitado.

Patti acumula muchos santos en su altar, apenas hay una o dos santas, sus modelos son masculinos y se propone llegar a ser miembro del club de los muchachos con pleno derecho. La idea es presentarse ante ellos poderosa, contundente, incuestionable como un diamante en bruto, y hace énfasis en lo segundo, en bruto. Porque a bruta no la gana nadie, es imposible quedarse impasible ante ese ángel endemoniado de apariencia andrógina. Ninguna banda quiere tocar después de la suya en los happenings de Saint Mark´s Place. El juego de la ambigüedad ya lo han jugado Bowie y Mick Jagger unos años antes, pero un chico guapo que muestra su lado femenino gana en atractivo, mientras que una chica masculinizada con las axilas peludas no tanto. Pero el instinto le dice que si se presenta como hombre, la respetarán como a un hombre. Así lo explica Judith Butler y será un acierto porque la jugada sale fenomenal. Su primer disco Horses es uno de los discos de rock más influyentes de todos los tiempos para mujeres, hombres, amebas y formas de vida alienígena aún por descubrir.

Han pasado muchos años desde entonces. Ahora ya no parece un muchacho, sino un gran jefe indio capaz de exorcizar los malos espíritus de veinte mil personas a la vez. Ha seguido dando sorpresas. En los últimos tiempos su voz literaria ha explotado fresca y generosa a partir de un primer libro de memorias Just kids, un libro germinado durante los diecisiete años que estuvo desaparecida dedicándose a su familia. La última vez que la vi, en el Primavera Sound del 2015, me estuve preguntando todo el concierto hasta dónde habría llegado si nunca hubiera dejado de tocar.

*Christina Rosenvinge es Premio Nacional de las Músicas Actuales. 

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