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Para narrar un duelo hay que velar antes un cadáver

En todo relato hay marcas intangibles que delatan al mentiroso

En uno de esos debates sobre la ficción y la realidad en los que perdemos tanto tiempo defendiendo obviedades, un escritor me dijo que no hay ninguna experiencia que no se pueda fingir. En la literatura, sostenía, te puedes hacer pasar por lo que quieras y, si lo cuentas con talento, colará. Respondí que podía colar para una mayoría de neófitos, pero que no podría engañar a quienes conocían la experiencia. Por ejemplo: Enric Marco, como narraba Javier Cercas en El impostor, pudo estafar a millones de personas haciéndose pasar por un superviviente de Mauthausen, pero no pudo sostener la mentira mucho tiempo frente a los supervivientes de Mauthausen. En todo relato hay marcas intangibles que delatan al mentiroso: aunque no adivines por qué, si has vivido algo y lees una historia sobre tu misma experiencia, sabes si el narrador es un testigo o un cuentista.

El relato del impostor se presenta casi siempre muy ordenado, tiene mucho sentido y responde a las expectativas y prejuicios sobre el tema. Un viudo de ficción se parece a la idea vaga que tenemos de un viudo. Un viudo de verdad rara vez encaja en una imagen preconcebida, porque los viudos lo son cada uno a su manera. Su historia, por tanto, será también diferente y difícil de encasillar.

Por eso me cuesta comprarle la milonga a mi admirado Ricky Gervais en After Life (Netflix), porque creo que no está contando el duelo de un viudo, sino que imagina cómo sería su vida si perdiera a su pareja. Un ejercicio de masoquismo especulativo que todo amante ha practicado alguna vez y que nos dibuja acabados y más muertos que el cuerpo de nuestro amor. Pero la imaginación casi siempre es pobre: somos incapaces de concebir cómo viviremos algo que no queremos vivir. Nada sustituye a la experiencia, y los relatos que no están basados en ella son, por fuerza, paupérrimos y cursis. Para decir algo interesante sobre el duelo hay que velar antes un cadáver. Si no, todo es cháchara.

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