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Multiverso araña

El filme alcanza la excelencia es en su forma. ¡Qué infrecuente que una película animada funde su propio territorio estético!

A través del concepto de Multiverso –la red de universos alternativos en la que se multiplican los álter egos de los superhéroes en nómina-, la Marvel obtuvo dos logros por el precio de una misma idea: una brillante estrategia comercial que permitía crear series subsidiarias dirigidas a muy específicos sectores de mercado y una amplificación de las posibilidades narrativas de un mitología cerrada, merced a un concepto que quizá le debía tanto a la divulgación de las teorías rectoras de la física cuántica como a la crisis del relato clásico en la era de la posmodernidad. Esa doble dimensión –la estrategia corporativa y el hallazgo creativo- sigue presente en la afortunada, impactante Spider-Man: un nuevo universo, reformulación animada –o, más bien, ampliación del campo de batalla- de la franquicia Spider-Man: ahora Sony Pictures trabaja en el limbo de derechos ajenos al vínculo que une a Peter Parker con el cuerpo principal del Universo Cinematográfico Marvel. Al mismo tiempo, aquí hay un reflejo libre del crossover narrativo que, entre noviembre de 2014 y febrero de 2015, integró en un mismo relato todas las encarnaciones del personaje en el ámbito de la historieta. La película coloca en clara posición jerárquica –conviven muchos spidermans, pero hay un protagonista claro- a Miles Morales, el adolescente afroamericano que el guionista Brian Michael Bendis concibió en 2011 casi como reflejo súperheroico de Barack Obama.

Codirigida entre los debutantes Bob Persichetti y Rodney Rothman y el responsable de la notable El origen de los guardianes (2012) Peter Ramsey, Spider-Man: un nuevo universo es una producción cuyo timón parece controlado por la impronta personal de su coguionista, Phil Lord: bajo el constante barniz de irreverencia no asoma el mordiente de una verdadera sátira, sino el ingenio –gratificante, pero efímero- del fabricante de memes. Tampoco hay que ponerse demasiado estupendos con la complejidad narrativa: la multiplicidad de figuras y registros no enmascara que lo que aquí se presenta es el esquemático enfrentamiento entre el superhéroe y el supervillano en un laberinto de espejos. Pero donde la película alcanza la excelencia es en su forma. ¡Qué infrecuente que una película animada funde su propio territorio estético! Recordando en cada solución visual que esto tuvo su origen en viñetas impresas en cuatricomía –los puntos de trama, los contornos de colores fuera de registro en el clímax-, Spider-Man: un nuevo universo se reivindica como puro cine. Y quizá atisbo de cine futuro.

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