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Los trenes del horror han vuelto

Natalia Menéndez dirige ‘Mi niña, niña mía’, la historia de dos mujeres unidas por el Holocausto

Es Mi niña, niña mía un relato de mujeres resistentes. “No olvidar que soy persona. Resistir, resistir, resistir”. Ese fue el mantra de una actriz judía durante los años de horror que pasó en el campo de concentración de Theresienstadt, en Checoslovaquia. Resistir ante la perversión y el espanto. Escrita a cuatro manos por la colombiana Amaranta Osorio y la española Itziar Pascual, Mi niña, niña mía son dos historias en dos tiempos diferentes, que caminan en paralelo sobre el escenario, de dos mujeres unidas por la sangre, la actriz judía, finalmente en Praga, y una joven entomóloga, especialista en luciérnagas, que en París terminará descubriendo que ella es hija también del Holocausto. Dirigida por Natalia Menéndez e interpretada por Ángela Cremonte y Goizalde Núñez, Mi niña, niña mía se representa en la sala Margarita Xirgu del Teatro Español desde el 6 de marzo al 7 de abril.

Nieta de un preso en un campo de concentración durante cuatro años, Natalia Menéndez siente que esta función viene también a denunciar el auge de los movimientos nazis y la ultraderecha en Europa. “Los trenes del horror han vuelto. Ahí están los miles de refugiados vagando por el mundo. Si yo no creyera tan firmemente en que el arte puede frenar de alguna manera estos movimientos no estaría aquí. Es Mi niña, niña mía una obra que ofrece luz y esperanza y que provoca una reflexión sobre el tipo de actitud que tenemos que tener frente al mundo”, explica la directora.

Amaranta Osorio e Itziar Pascual han tenido muy presente a la hora de escribir esta obra a cuatro manos desde dos países diferentes, surgida de una cita escrita por la actriz checa Vava Schoenova (1919-2001), que el arte es una especie de luciérnaga que ilumina el horror de la noche y los tiempos de oscuridad. Este fue el detonante, señala Pascual, para reflexionar sobre la resistencia de las mujeres, el mundo de los niños y el arte como salvación. Han unido así la historia verdadera de Vava Schoenova, que se dedicó en Theresienstadt a hacer teatro con los niños, para la que se utilizan imágenes reales del campo, con la ficción de la joven entregada con pasión a las luciérnagas. “En cierta manera, Mi niña, niña mía es una ficción poética inspirada en un hecho real, pero alejada del teatro documento o histórico, alejada del teatro documental. Nos interesaba esta conciencia de diálogo entre dos tiempos, el pasado y el presente, porque aquellos trenes llenos de personas, mujeres y niños enfrentados al horror, están aquí de nuevo”, vuelve a recalcar Pascual, mientras su compañera de escritura explica que “la luciérnaga es una metáfora de que la verdadera resistencia se hace sumando pequeñas luces o gestos que pueden salvar una vida”. “Nadie espera nada de esas mujeres pequeñitas que, sin embargo, logran resistir, brillar y dar esperanza”, añade Osorio, quien no entiende como el mundo permitió el holocausto impuesto por Hitler. “No sé si el teatro puede cambiar el mundo pero cuando hoy veo los trenes llenos de refugiados me surge la pregunta: ¿Qué puedo hacer yo?”.

Es así Mi niña, niña mía, una coproducción entre España y Chile, una función que busca romper los silencios impuestos por la guerra o el horror, que pone luz en espacios no siempre visibles, y que defiende a dentelladas la búsqueda de la paz. Es algo que toca muy directamente a Amaranta Osorio, de una generación que ha sufrido mucho la violencia. “Como colombiana no he conocido la paz hasta hace dos años. He vivido dos bombas, mis amigos han estado secuestrados, he vivido una violencia inusitada. Ha habido muchos trenes en la historia y desafortunadamente los sigue habiendo”.

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