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Los Lobos ganan el bote de ‘¡Boom!’: así acaba una era en la televisión española

Tras dos años en el concurso de Antena 3, el grupo se lleva un total de 6,6 millones de euros, la mayor cantidad jamás entregada en la televisión europea

¿Qué golfo del mar Báltico está situado entre Suecia y Finlandia? Con esa pregunta se hizo, al filo de la medianoche del lunes, historia en la televisión española. Erundino Alonso, integrante del grupo de concursantes Los Lobos en el programa ¡Boom! de Antena 3, soltó la respuesta: «Botnia». Y así, tras dos años, el grupo se llevó el enorme bote del programa, 4.130.000 euros; más los 2.513.000 que ellos mismos habían acumulado. Es el mayor premio jamás entregado en un concurso en la televisión europea. Y sin embargo, la verdadera noticia parece otra. Que, en ese momento, la histórica andadura de Los Lobos llegaba a su final.

Durante los últimos dos años ¡Boom! ha sido un éxito no porque fuera emocionante, sino por todo lo contrario. Lo que iba a pasar en cada emisión era algo que cualquiera que siguiera el concurso conocía antes de sentarse a verlo, de lunes a viernes en Antena 3 a las 20.00. Durante 505 programas, un equipo, Los Lobos, derrotaba a su rival en un concurso que básicamente consiste en desactivar bombas encontrando la respuesta correcta entre cuatro posibles y pasaba a la prueba final. Acertar 15 preguntas en dos minutos, esta vez sin opciones, que podían tratar sobre cualquier cosa. Generalmente fallaban dos o tres que a la mayoría de los mortales nos resultaban directamente imposibles (En paleontología, ¿a qué género recientemente descubierto pertenece el dinosaurio de mayor tamaño conocido? Respuesta: Patagotitán. ¿Cuál si no?).

Al día siguiente ese ritual volvía a empezar. En realidad era el anticoncurso porque hasta ahora lo interesante de un programa así era la incertidumbre, no saber qué iba a ocurrir (¿ganarán hoy? ¿les eliminarán?). Desde los lejanos tiempos de Un, dos, tres los concursos enganchaban para descubrir si los participantes se llevarían la calabaza Ruperta o el apartamento en Torrevieja, Alicante. Pero eso es historia, más desde que Pasapalabra, el gran rival de ¡Boom!, anunció en enero qué día iba a entregar el gran premio. Que en principio parece como si HBO hubiera revelado el final de Juego de tronos antes de emitir el último capítulo. Pero tiene cierto sentido, vivimos en tiempos llenos de incertidumbre en los que no hay programa más imprevisible que un informativo. Así que, emociones, las estrictamente necesarias. Quizás la pista la tenga en esas casas donde hace tiempo no se dice «vamos a ver ¡Boom!», sino «vamos a ver a Los Lobos». Los concursantes eran miembros de la familia.

Porque el éxito se debe en gran parte al equipo que se llevó el premio más grande de la historia de un concurso de televisión europea. Llevan dos años en el programa y las audiencias han subido de un 12,6% a un 17,2% de cuota. Es actualmente el concurso más visto con 2.206.000 espectadores de media.

Lo que resultaba fascinante es que, además de tener una cultura vastísima, Erundino, Valentín, Manu y Jose —y cuando este último murió, Alberto—, parecen tan buenas personas, tan nobles y tan sencillos que dan ganas de cogerles a ellos y al presentador, Juanra Bonet, y llevarlos a cenar a casa de tu madre. Quien se haya tragado decenas de sus apariciones en ¡Boom! no recordará haberles visto un mal gesto, ni una palabra más alta que otra. Vencían a un equipo rival tras otro con una facilidad asombrosa, como si fueran meros sparrings, pero jamás les faltaron al respeto. Si la fama se les ha subido a la cabeza lo disimulan con una naturalidad asombrosa. En tiempos de Sálvame, su actitud vital les dota de una grandeza que les hace parecer senadores romanos.

Según esa fama les fue llegando, de forma gradual, el público fue prestando atención también a sus historias personales. La más popular era la de Valentín, de apellido Ferrero, el creador del grupo, un zamorano asentado en Alicante. «Se presentaron a un casting en Alicante. Se notaba que tenían muchas ganas porque allí sólo vivía uno de ellos y habían quedado sólo para eso. Se habían conocido en Saber y ganar y habían decidido participar en el programa», cuenta Pablo Wessling, responsable del casting de la productora Gestmusic. Valentín, pintor y doctor en Bellas Artes con una tesis sobre la representación de la masculinidad patriarcal en el arte del siglo XXI, se decidió a participar en concursos televisivos para ganarse la vida, porque como profesor de Teoría del Arte contemporáneo en la Universidad Miguel de Cervantes de Elche, ganaba 250 euros al mes. Ninguna denuncia pública de la precariedad de los docentes ha sido tan efectiva.

Después estaba José Pinto, ganadero vacuno de Casillas de las Flores, Salamanca. Con su aspecto de Papá Noel era una de esas personas a las que avisarías sin dudar si tuvieras un problema. Jose dejó el programa por «motivos personales» que nunca se explicaron y en los que tampoco nadie quiso indagar y murió a los pocos meses de un infarto. Incluso en ese momento, uno de los más tristes de la televisión reciente, Los Lobos expresaron su dolor con una dignidad envidiable. Erundino Alonso, el ingeniero de montes de Guadalajara, parece de esos que tras mirar en silencio el nudo gordiano diría «¿Me dejáis un segundo?» y lo desharía sin usar la espada. Manu Zapata, administrativo navarro, demuestra que se puede ser competitivo sin ser agresivo y Alberto Sanfrutos, el profesor jubilado, con ese inconfundible acento de Jaén, siempre será «el nuevo», como Ron Wood en los Rolling Stones.

El mundo parecía un lugar mejor porque estos señores tan buenos, tan sensatos, tan sabios vencían día tras día en un concurso televisivo. Echaremos de menos a Los Lobos como se echa de menos a aquello en lo que uno aprende a confiar.

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