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Los clásicos recientes de la novela en español saltan a las viñetas

‘Soldados de Salamina’, de Javier Cercas, inaugura la adaptación al tebeo de una serie de grandes obras de la literatura en castellano

Después se prevén títulos de Vargas Llosa y Marías

El último día de Rafael Sánchez Mazas iba a ser un 30 de enero. Era 1939, de noche y hacía frío. Mucho, porque un pelotón de fusilamiento estaba listo para helarle la sangre. Sin embargo, él no cayó. Un republicano no disparó y le regaló la vida. Así que el escritor huyó hasta el bosque y, oculto entre las sombras, hasta escribió en una libreta. De unas pocas páginas, su historia acabó llenando un libro entero. Y mucho más. Porque, en 2001, Javier Cercas noveló esta peripecia del fundador de Falange y futuro ministro de Franco en Soldados de Salamina, la obra que le lanzó a la fama. Siguieron una película y una obra de teatro. El libro ha vendido más de un millón de copias y se ha convertido en un clásico de la literatura contemporánea en español. Precisamente por eso, ahora también se convierte en tebeo.

Soldados de Salamina, con guion y dibujo de José Pablo García, salió a la venta ayer y centra hoy una mesa redonda en el Salón del Cómic de Barcelona —que se celebra hasta el domingo, con invitados como Daniel Clowes, Ana Penyas o Milo Manara—. Pero, además, inaugura un proyecto de Reservoir Books, que aspira a llevar al tebeo iconos literarios recientes en lengua castellana. La adaptación de La ciudad y los perros (1963), de Mario Vargas Llosa, ya está en manos del escritor Hernán Migoya y dos talentos hispanoamericanos del dibujo. Y Javier Marías aclara que Todas las almas (1989) es otra candidata a pasar bajo el lápiz, aunque aún está en fase embrionaria. “Me lo propusieron y no tenía inconvenientes. Creo que puede ser divertido. Es una novela antigua por la que tengo debilidad, me cae bien”, explica.

Lo cierto es que, con el catálogo de pesos pesados del grupo Random House Mondadori, al que pertenece Reservoir Books, en el horizonte se extienden kilómetros de posibilidades. Más que una carrera, el responsable del sello, Jaume Bonfill, dibuja un maratón: “La idea es sacar en torno a un libro al año, nada muy rápido. Queremos que la parte gráfica tenga todo el tiempo y no sea solo un encargo. Se trata de buscar autores con relevancia autónoma en el cómic; darle una obra importante a un creador importante”.

A José Pablo García, en concreto, la labor le costó casi un año y medio. “Estaba un poco asustado, era demasiada responsabilidad. Todo el mundo tiene una idea de Soldados de Salamina en la cabeza. Pero al ser híbrida, entre biografía, ficción, documental o periodismo, daba mucho juego”, tercia. El dibujante confirma la falta de prisas y de pautas por parte de la editorial. Y agrega: “Con tanta carga documental y de personajes y escenarios reales, el tebeo puede dar un valor añadido”.

“Ahora solo faltan el videojuego y la versión porno”, se ríe Cercas. Aunque luego se pone más serio: “No recuerdo otras obras contemporáneas que hayan tenido tantas adaptaciones. Una novela es una partitura. Ninguna interpretación la sustituye, sino que ofrece otra lectura, y por eso la enriquece. Es un privilegio”. Ya cuando David Trueba llevó al cine Soldados de Salamina, el escritor criticó la presunta necesidad de ser “fiel” al original y animó al cineasta a “traicionar” su libro. En este caso, narrador y dibujante ni siquiera han mantenido contactos. “Me desentendí por completo”, resume Cercas, que se limitó a dar su visto bueno cuando el editor Claudio López Lamadrid —fallecido en enero— se lo propuso. “Quien realiza una adaptación debe tener libertad total, no se puede estar encima de él”, asegura. Y recuerda que un conocido cineasta le confesó su frustración: quiso llevar al cine un cómic cuyo autor pretendió que la película reprodujera, plano tras plano, todas las viñetas.

Marías concuerda con Cercas: “No me implicaría, dejaría libertad. Mis novelas seguirán siendo mis novelas. Si alguien a partir de ellas hace algo distinto, desearía que fuera bueno, pero no me sentiría responsable, no interferiría”. El tumultuoso legado de El último viaje de Robert Rylands, la adaptación al cine de Todas las almas que Gracia Querejeta dirigió en 1996, con la que el autor acabó tan disgustado que hasta dio batalla —y ganó— en los tribunales, también le recomienda más distancia y serenidad.

Las piezas del puzle

Eso sí, una vez terminado el cómic de Soldados de Salamina, José Pablo García lo entregó para que Cercas pudiera echarle un vistazo antes de la publicación. “Me preocupaba sobre todo que estuviera cómodo con el personaje de él que había dibujado”, cuenta el artista. Porque el libro retrata a la vez la historia de Sánchez Mazas y la del propio autor, que, décadas después, junta las distintas piezas de aquel misterioso puzle. “Me hubiera gustado que lo retratara más sexi, pero la cosa no daba para más. En todo caso, no importa, es un Cercas inventado”, bromea el escritor sobre su personaje. Por lo demás, solo planteó alguna sugerencia y corrección puntual.

Mucho más le preocupa que, tantos años después, aún se vea obligado a subrayar que el libro es “una falsa crónica”. Tantas interpretaciones sobre el realismo de la novela le parecen “un delirio”: “La ficción pura no existe, siempre se mezcla con la realidad, desde Homero”. Lo que desde luego es cierto es que Soldados de Salamina cambió la vida y la carrera de Cercas. “Hasta los 40 años me leían mi madre y mis hermanas. Ni siquiera todas, que son muchas”, recuerda. Desde ese triunfo, en cambio, vive de la escritura. Ganó celebridad, lectores, incluso enemigos.

Todo desde que, en 1994, Rafael Sánchez Ferlosio compartió con Cercas y otros comensales en un bar de Gerona la historia de su padre. El azar ha querido que el cómic se publique justo en la semana del fallecimiento de Ferlosio. “Sin él, esto no existiría. Cuando al fin decidí escribir el libro, Ferlosio pasó por Barcelona y quise hablar con él. Estaba rodeado de mucha gente y apenas tuvimos un momento”, recuerda Cercas. Así que solo le enseñó una libreta y le preguntó si identificaba esas páginas. Ferlosio cogió el cuaderno y pareció emocionarse. Dijo que sí, que las reconocía. Las había escrito su padre, 70 años antes, escondido en el bosque.

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