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Los candidatos a presidir la Comisión Europea chocan por sus planes para refundar la UE

Los representantes de las seis principales familias políticas europeas confrontan sus respectivos programas durante un acto celebrado en el Parlamento Europeo en Bruselas

La campaña para las elecciones al Parlamento Europeo (del 23 al 26 de mayo) ha alcanzado este miércoles su velocidad de crucero con un gran debate entre los aspirantes a presidir la próxima Comisión Europea. El debate ha revelado, sobre todo, la creciente fricción entre populares y socialistas, las dos formaciones que han controlado la UE durante 60 años. Por primera vez, la gran coalición corre peligro y el candidato socialista, Frans Timmermans, ha mencionado expresamente la posibilidad de una alianza progresista «desde Macron hasta Tsipras» que podría aislar al candidato del PPE, Manfred Weber, u obligarle a buscar la incómoda compañía de la extrema derecha.

Los representantes de las seis principales familias políticas europeas han confrontado sus respectivos programas durante un acto celebrado en el Parlamento Europeo en Bruselas y retransmitido para todo el continente con traducción simultánea en 23 idiomas. Todos los candidatos han defendido otra Europa, más próxima al ciudadano, más social, más ecológica o menos invasiva de las competencias del Estado.

«Un nuevo comienzo», ha prometido el candidato del Partido Popular Europeo (PPE), el alemán Manfred Weber en su primera intervención del debate celebrado en un hemiciclo repleto de invitados y convertido para la ocasión en un plató televisivo. Su rival del partido socialista (S&D), el holandés Frans Timmermans, también ha abogado «por una profunda reforma» de la UE actual.

Ambos representan a los dos partidos que han controlado el Parlamento Europeo desde las primeras elecciones europeas en 1979. Y en la próxima legislatura, por primera vez los sondeos indican que no sumarán la mayoría necesaria para controlar el poder. La prudencia de Weber ha chocado con el apasionamiento de Timmermans desde los primeros compases del debate, cuando se ha planteado el tema de la austeridad.

Las chispas han saltado en temas como el medioambiente, en particular, o la fiscalidad de las empresas, que han revelado muchas más coincidencias entre socialistas, liberales y verdes, que entre los dos antiguos socios de la gran coalición.

El alemán ha defendido los ajustes que han permitido, en su opinión, la recuperación de países como Portugal, que de rescatados han pasado a presidir el Eurogrupo. Timmermans, actual vicepresidente de la Comisión, recordó que el organismo evitó las multas por déficit a España o Portugal mientras que políticos como Weber abogaban por aplicar a rajatablas el Pacto de Estabilidad.

El choque más frontal se ha producido en la política medioambiental, una de las grandes preocupaciones de los votantes europeos, según un sondeo publicado esta semana por EL PAÍS. “No nos dividamos en este tema”, ha pedido Weber. Pero se quedó solo cuando defendió que “los sindicatos nos han dicho que si aplicamos las recetas de los Verdes perderemos muchos empleos”. Timmermans ha aprovechado ese capítulo para ofrecer «una alianza que vaya desde Macron hasta Tsipras», una revolucionaria propuesta para crear un eje progresista que podría arrinconar al PPE u obligarle a codearse con la emergente extrema derecha.

La convergencia progresista también se ha evidenciado en la fiscalidad de las empresas. La candidata liberal, Margrethe Vestager, ha reclamado que “se ponga un suelo” al impuesto de sociedades y recordó que hay empresas que “pagan 0% en algunos ejercicios, como hemos visto en el caso de Apple”. Timmermans ha concretado la propuesta y sugirió que todos los países acepten “un tipo mínimo de imposición del 18%”.

En el aire del hemiciclo ha quedado la incógnita sobre si será posible mantener la gran coalición que ha regido la UE durante décadas. Pero al término del debate, Timmermans ha dejado claro que la era del duopolio con el PPE podría ser cosa del pasado. «Creo que el debate ha dejado claro qué potenciales pueden formarse en el próximo Parlamento», ha lanzado el socialista holandés.

La refundación de la UE prometida por todos los intervinientes requerirá, en todo caso, la suma varios de los grupos representados en el debate. Y las condiciones para la colaboración han empezado a plantearse este miércoles aunque no se concretarán hasta que el escrutinio del domingo (26 de mayo) fije la aritmética de un Parlamento que se prevé mucho más complejo e imprevisible.

Los Verdes (PVE), representados por su candidata, la alemana Ska Keller, han reclamado una «Europa diferente», con un cambio radical, por ejemplo, en la política de migración «para que no muera ni una sola persona más en el Mediterráneo». En la misma línea se ha expresado el representante de Izquierda Europea, el belga (de origen español), Nico Cué, quien ha recordado que «mi padre, un minero huido de la España de Franco, también fue un sin papeles en Bélgica».

En el terreno económico, la danesa Margrethe Vestager, en representación de los liberales ha advertido que la solución «no pasa por un salario mínimo» en toda Europa porque las condiciones en cada país son muy distintas.

El debate pretende ser un acicate para alentar la participación en unos comicios que suelen registrar poca afluencia a las urnas (en 2014, la abstención se marcó un récord con el 57,4%). Pero también ha permitido confrontar los diferentes modelos de Unión Europea a los que aspira cada partido político, desde la apuesta del PPE por blindar Europa frente a la inmigración ilegal al deseo de los socialistas de establecer un seguro de paro europeo o el de IE de reformar el mandato del BCE, pasando por el compromiso de los liberales con el libre comercio y el de Los Verdes con la inversión de carácter medioambiental.

El azar de un sorteo previo quiso que el primero en intervenir haya sido Cué, representante de IE, el grupo con menos representación de los asistentes al debate en el Parlamento actual. Para el final han quedado Weber y Timmermans, los dos candidatos con mayores posibilidades teóricas de suceder a Jean-Claude Juncker (PPE) al frente de la Comisión.

Las intervenciones se han dividido en tres bloques (proyecto europeo, economía y política exterior), con turnos de apenas dos minutos por orador para potenciar la agilidad y acelerar el cruce de argumentos y propuestas.

Keller, la más joven, era la única con experiencia de un choque similar, porque ya fue aspirante en 2014, cuando se estrenó el modelo de designación del presidente de la Comisión en base a los candidatos designados por los partidos. En cambio, para el grupo euroescéptico Conservadores y Reformistas de Europa (ACRE), creado en su día por el primer ministro británico David Cameron, se trataba de su primera participación. El representante elegido fue el checo Jan Zahradil, quien reclamó «una Europa más reducida y una Comisión que respete a los Gobiernos y no les dé lecciones».

Los liberales han decidido este año no participar la selección del presidente de la Comisión a partir de los candidatos de los partidos (un proceso conocido en Bruselas por el término alemán spitzenkandidat), en protesta por la falta de listas electorales transnacionales. Pero aun así comparecieron en el debate con una de sus principales estrellas, Margrethe Vestager, actual comisaria europea de Competencia.

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