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‘Lo peor de los deseos’: ambición, violencia y luchas de poder en la ciudad de El Alto

El actor mexicano Luis Felipe Tovar protagoniza este ‘thriller político-criollo’ que se ambienta en Bolivia

Carlos Borja confabula contra Roberto Frías para tomar el control de la Federación de Choferes de Bolivia. El país vive grandes cambios; el contrabando ha empoderado a la esposa de Roberto, Margot, quien manipula a su marido para bloquear las calles y lograr que abroguen una ley nacional contra el contrabando que tanto la ha enriquecido. Todos luchan por sus más ansiados deseos, aun si esto implica traicionar, matar o incluso morir. Bajo esta premisa se presenta Lo peor de los deseos, del director chileno-boliviano Claudio Araya, un “thriller político-criollo” sobre luchas de poder, ambición y violencia ambientada en El Alto, una urbe construida en la meseta altiplánica de Bolivia cerca de La Paz, la sede de Gobierno.

La película nació como idea hace 12 años, inspirada en la obra de teatro Crudo, de Diego Aramburo. Ese mismo año Araya se encontraba en el Festival de Cine de Guadalajara, donde “descubrió” al actor mexicano Luis Felipe Tovar. Con el paso de los años, la historia y la concepción de la idea cinematográfica de Lo peor de los deseos fue cambiando. Lo único que no se modificó en la mente del realizador y guionista fue la participación de su protagonista, quien se mete en la piel de Carlos Borja. “Empecé a soñar a Carlos Borja y después, cuando tuve la posibilidad económica de hacer el filme, escribí el personaje para él. Es decir, Luis Felipe Tovar estuvo siempre en la película”, cuenta Araya.

Tovar, vía telefónica, dice que uno de los detalles que más le llamó la atención del guion fue la historia, ya que considera que ofrece un paseo a ciertos aspectos que tienen que ver con la sociedad boliviana. Explica que su personaje tiene diferentes matices e interpretar a alguien así para cualquier actor es “muy disfrutable”. “Es un hombre [Carlos Borja] que ambiciona y desea estar en los zapatos de su mejor amigo. Es como un depredador natural, es transgresor por naturaleza, siempre busca sacar beneficio a título personal, de querer tener poder, de generarse beneficios. Siempre está serpenteando para alcanzar su objetivo”, agrega el actor.

El también coprotagonista de Sin remitente (1996), filme por el que ganó el premio Ariel a mejor actor secundario, admite que no fue fácil meterse en la cabeza de su personaje, por todo lo que connota la cultura boliviana y la esencia de sus interacciones. “Fue una experiencia distinta. Bolivia es un país cuya cultura te rebasa en todos los sentidos. Tienen una relación entre lo místico, religioso, pagano, la fuerza de la mente que tiene la población indígena dentro de la sociedad, cosas que para mí eran distintas a lo que vivo cotidianamente en mi país”, explica Tovar.

La ciudad de El Alto forma parte del área metropolitana de La Paz y en Lo peor de los deseos funciona como un anexo o periferia. Un lugar que no se conoce o es innombrable, dice Araya, en el cual se dan movimientos políticos desde los sindicatos y se gestan pugnas de poder importantes para el territorio nacional, desde lo muy pequeño a lo más grande. “El poder para mí está retratado en lo macro y lo micro. Lo que me interesa es entender por qué somos como somos, desde actitudes muy cotidianas y pequeñas que se reflejan en lo más grande, en la política nacional, eso para mí es importante. Creo que es una representación de quiénes somos, qué somos y tal vez un poco una parodia de por qué somos”, afirma el director.

Una de los desafíos más grandes para Araya al armar la historia fue entender qué es lo que iba a contar y a dónde iba a ir con ella. La escritura del guion, que contó con el apoyo de Michel Gaztambide –ganador del Goya por No habrá paz para los malvados– y el escritor boliviano Wilmer Urrelo –Premio Nacional de Novela 2007–, fue plasmado como un relato que se va armando, que está cortado para resolverse, según el realizador. Dentro de uno de esos fragmentos surge la figura de Margot, una mujer de pollera, vestimenta distintiva de las mujeres mestizas, o cholas, y de las indígenas aimaras y quechuas. Ella es una mujer que se muestra fuerte e imponente, con poder económico y político, un detalle que al director le interesaba mostrar.

Esas cualidades actorales las encontró en Inés Quispe, actriz, conductora del programa La tribuna libre del pueblo y “cholita” de ascendencia aimara. Araya dice que tanto Margot como la actriz que la encarna, son mujeres potentes y profundas. “Lo que destaco de Margot es que es una mujer que hoy por hoy existe, hay muchas mujeres que son el sostén del hogar y así, adineradas, que viajan, que son independientes en todo aspecto”, dice la intérprete vía telefónica.

Quispe cuenta que la inspiración para su personaje nació de la amalgama de muchas mujeres que conoció a través de su trabajo. “En mi familia y en las familias que conocí por mis viajes en Bolivia, la mujer tiene un poder importante. Yo creo que la economía nacional en algunos sectores es manejado por ellas, tal vez no es tan visto, pero las mujeres tienen un rol fundamental. Ese rol importante de las mujeres en la película, en una nueva economía que es la del contrabando, está ahí. Las negamos, pero están ahí, fuertes, muy fuertes”, dice Araya.

Lo peor de los deseos tuvo su estreno en el extranjero en el Festival de Cine de Puerto Montt, Chile, donde se hizo con dos galardones –mención del jurado y premio del público–. Mientras los productores programan los próximos pasos del filme en el circuito internacional, en Bolivia se estrenó comercialmente el 29 de noviembre y aún permanece en cartelera.

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