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Leopoldo Pomés, el hedonista que alegró el gris franquismo

El fotógrafo, padre de los anuncios de Freixenet, escribe su biografía

“El día que descubrí la definición de hedonismo me sentí salvado. Hasta entonces creía que vivía en pecado por sentir que el placer era el único bien de la vida, por la formación religiosa de los maristas”, explica el fotógrafo y publicista barcelonés Leopoldo Pomés. Este hombre corpulento y coqueto, pese a que en noviembre cumplirá 88 años, asegura que lo más importante en su vida ha sido “mirar”. Mirar y fotografiar con un sentido lúdico y sensual, creando imágenes llenas de erotismo en la gris y triste España franquista. Ninguna como la de la bella amazona montando al galope por la playa para anunciar un brandi en 1966; unas imágenes elegantes y sofisticadas que llevaron a Manuel Vázquez Montalbán a decir que “erotizó a todo un país”. Pomés acaba de publicar No era pecado. Experiencias de una mirada (Tusquets / Edicions 62), unas “memorias fragmentarias” en las que, a modo de menú —con primer y segundo plato, café y copa—, que denota su pasión por la gastronomía, repasa su vida personal y profesional.

Pomés atesora una trayectoria profesional cargada de éxitos como el Premio Nacional de Fotografía en 2018 por “su contribución a la historia de la imagen en España”. Unos logros que rememora con entusiasmo y con la mirada viva e iluminada durante la presentación de su libro en uno de los templos de la gauche divine de su propiedad (junto con el Flash Flash), el restaurante Il Giardinetto, presidido por Imagen blanca, de 1959, una enorme fotografía de una escultural mujer en bañador tumbada sobre la arena de la playa. Pero también “al filo de la navaja”. Como su primera exposición en 1955.

“Estuvo a punto de no celebrarse porque el director de las Galerías Layetanas decía que las fotos parecían flotar colgadas de un bastidor. Por suerte, cuando las vio el crítico Juan Eduardo Cirlot comenzó a gritar que eran geniales. Fue el día más feliz de mi vida”.

También estuvo al borde del fracaso la ceremonia de inauguración del Mundial de Fútbol de 1982 que dirigió junto al publicista Víctor Sagi. “El momento más acojonante de toda mi carrera”. “Durante los ensayos, la paloma que salía volando de la pelota de fútbol que llevaba un niño se quedaba siempre paseando sobre el césped. Por suerte, el día de la inauguración comenzó a volar y dio la vuelta al estadio. Salió perfecto. A Pelé, que estaba en el palco, se le saltaron las lágrimas”, recuerda. Esta misma sensación la tuvo durante el rodaje del anuncio de Terry en Venecia. “No había forma de que el caballo se subiera al barco para llevarlo a la plaza de San Marcos, cerrada solo unas horas a los turistas. Al final, hubo que meterlo en un camión para que venciera su miedo al agua”. También estuvo cerca del fracaso cuando Gene Kelly dijo que no rodaría el anuncio de Freixenet porque las escaleras por donde bajaba bailando no tenían las medidas necesarias. “En una noche, los trabajadores la rehicieron y todo funcionó de maravilla. Kelly fue un encanto”. No dice lo mismo de Gwyneth Paltrow, la protagonista del anuncio otro año. “Cuando le dije que si quería mirar lo grabado me dijo: ‘¡No, podría vomitar!’, nunca tuve tantos problemas en un rodaje”.

Pomés, con dosis de fino humor, repasa sus primeros amores, su primera foto, con apenas 10 años, a sus padres en medio de una viña y su relación, no siempre fácil, con los artistas de Dau al Set, como Antoni Tàpies. “Durante dos años fotografié todos los cuadros que pintaba sin cobrarle nada. A cambio, le pedí una obra representativa. Un día lo llamé y me contestó: ‘Ahora mis cuadros están en unos precios más elevados y me han recomendado que no los baje”. Otro fue Modest Cuixart. “Cuando visitamos a Picasso en 1959 insistió en que era mejor no llevar cámara, pero cuando nos recibió sacó una de debajo del abrigo y comenzó a tirar fotos sin parar. Nunca he pasado tanta vergüenza”. También recuerda cómo se compró un Aston Martin, la víspera de operarse. “Le dije al vendedor que si salía vivo me lo quedaba. Cuando abrí los ojos, estaba sentado a mi lado con los papeles preparados. Salí del hospital conduciendo”.

Pomés, que reconoce que “la fotografía ha sido la mejor salida profesional que podía tener”, y que “ningún artista puede sentir lo mismo que el fotógrafo cuanto trabaja en el laboratorio la aparecer la imagen revelada. He llegado a gritar de placer”, asegura que ha tenido en su vida personal mucha suerte. “He conocido a mujeres impresionantes. A mi primera mujer Karin me la encontré en la calle cuando salía de una tienda. Era un espectáculo. Se subió a un autobús y la perseguí en mi coche porque necesitaba hablar con ella. Es la madre de mis cuatro hijos”. La elegante, sensual y sofisticada Karin Leiz aparece en la última fotografía del libro trabajando en 1990 con Pomés en el despacho del Studio Pomés que los dos fundaron en 1961. El día de la presentación del libro le acompañaba, en un segundo plano, como siempre. Es la sensual mujer del bañador tumbada sobre la arena de la playa.

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