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Las claves que explican el divorcio de Monchi y la Roma

Monchi, durante una entrevista con ABC en Roma –

Club y afición señalan al director deportivo por la mala temporada del equipo

Ramón Rodríguez Verdejo, bautizado desde sus tiempos entre los tres palos como «Monchi», protagonizó en el verano de 2017 uno de los fichajes con más bombo en el primer escalón europeo. Tenía 48 años y no vestiría guantes más que para resguardarse del frío del Olímpico de Roma. El director deportivo con más nombre del planeta fútbol dejaba el Sevilla, 9 títulos y 16 finales a su espalda, para emprender una estimulante aventura en uno de los clubes más especiales del mundo, la Roma. Ayer, algo más de año y medio después y tras un acuerdo entre ambas partes, el caminó topó con un final abrupto.

La noticia era una evidencia después de que se confirmara la destitución de Antonio Di Francesco, el entrenador que Monchi reclutó del Sassuolo para encabezar su proyecto -su lugar lo ocupará Ranieri-. Nada que no se supiera después de ver como el Oporto remontaba en la prórroga la eliminatoria de octavos de final de la Champions. Antes de coger el avión de regreso a Roma, según recoge ‘La Gazetta dello Sport», una veintena de ultras increpó a Monchi por la zozobra del equipo al grito de «has destrozado el equipo».

Ese gran dictador del fútbol moderno que son los resultados inmediatos ha precipitado una ruptura dolorosa por cuanto prometía la relación. La Roma, un club especial que se explica a partir del carácter -volcánico, ciclotímico, bipolar- de la ciudad y las gentes que lo acogen, entregaba plenos poderes al responsable del crecimiento de jufadores de la talla de Alves, Luis Fabiano, Kanouté o Baptista. No le asaltó el vertigo a Monchi en su primera aventura en los despachos fuera de Nervión: su primer dictamen como máximo responsable deportivo del conjunto giallorosso fue apartar al gran mito romanista Totti de la plantilla. A partir de ahí, diseñó un plan de altas y bajas donde la premisa seguía los cauces habituales en su carrera: rendimiento económico óptimo y resultados deportivos solventes, siempre con la vista puesta en medio-largo plazo.

Las semifinales que el equipo alcanzó en la última Champions después de remontar de forma memorable al Barcelona aliviaron el sabor amargo de otro año sin dar batalla a la Juventus por la Serie A. La Roma terminó la temporada tercera, a 18 puntos del equipo bianconeri, eliminada en octavos de la Coppa por el Torino. Esta campaña, los romanistas marchan quintos, a 28 puntos de la Juventus. Además, sufrieron en la Coppa una de las derrotas que prendieron la mecha de la intransigencia, un 7-1 ante la Fiorentina. En la jornada liguera precedente, los giallorossos ganaban 0-3 al Atalanta y terminaron cediendo e l empate. Y el pasado fin de semana, en el derbi local ante la Lazio, cayeron por 3-0.

Ventas dolorosas

A Monchi se le recrimina haber desarmado la plantilla que hizo enrojecer a Messi en el Olímpico. Las ventas de Alisson, Nainggolan y Strootman sirvieron para cumplir con las pretensiones financieras del gestor español, pero también para impulsar el cambio de perfil del grupo. La explosión de Salah, vendido en 2017, tampoco hizo un favor al español. Monchi buscó restar espacio al físico en favor un futbolista más fino. Así llegaron Nzonzi o Pastore, las dos contrataciones más caras de la última ventana de traspasos, las dos sin cuajo en el grupo. Y con todo, Monchi deja unos 80 millones de euros de saldo positivo (154,7 en ventas el primer año y 149,3 el segundo; 93,4 y 130,6 en compras). También una ristra de jóvenes sobre los que la Roma puede afianzar su futuro: Ünder, Zaniolo, Pellegrini, Coric o Kluivert. El Arsenal de Emery, con quien Monchi compartió tres años en Sevilla, podría ser la atalaya desde la que el de San Fernando contemple su evolución.

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