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Lam se aferra al cargo e indigna aún más a los manifestantes en Hong Kong

El líder estudiantil Joshua Wong anuncia nuevas movilizaciones la semana próxima, durante la cumbre del G20 en Japón

“Dos días después de que se manifestaran dos millones de personas, Lam se ha limitado a pedir perdón, nada más, y no ha hecho caso de lo que esos dos millones le reclamaban”, respondía el líder estudiantil Joshua Wong en una rueda de prensa en plena calle, frente a la sede del Gobierno central chino en Hong Kong. “No importa cómo intenten silenciarnos, pronto habrá más marchas y más actos de protesta”, adelantó el joven activista, recién salido de la cárcel por cargos relacionados con su papel en el movimiento estudiantil de los Paraguas hace cinco años.

Estos actos de desobediencia civil se concentrarán especialmente en torno a los días en que se celebre, la semana próxima, la cumbre del G20 en Osaka (Japón), a la que están invitados el presidente de EE UU, Donald Trump, y el de China, Xi Jinping. Hasta ahora, esa reunión prometía estar centrada en los acontecimientos en Irán y lo que ambos mandatarios pudieran hacer –o no– por resolver la guerra tecnológica y comercial que enfrenta a ambas potencias. Pero los manifestantes están decididos a que la cumbre tenga que fijarse en lo que ocurra en Hong Kong.

“La erosión de las libertades en Hong Kong debería formar parte de la conversación entre Trump y Xi Jinping” en Osaka, opina Wong. Aunque Pekín no lo ha confirmado, es probable que los dos presidentes celebren una bilateral, considerada clave para resolver la guerra comercial. El secretario de Estado, Mike Pompeo, ya ha apuntado que Trump podría sacar a relucir también las manifestaciones de Hong Kong.

Los actos de protesta se intensificarán también en torno al 1 de julio, el aniversario de la vuelta de la que fue colonia británica a la soberanía china en 1997 y una fecha en la que tradicionalmente se celebra una gran manifestación en la que la ciudadanía airea sus descontentos.

Sobresaltada aún por el éxito de la multitudinaria manifestación del domingo, muy superior a los cálculos del Gobierno después de que Lam anunciara un día antes la suspensión del proyecto de ley, la ministra jefe había comparecido contrita ante la prensa para pedir perdón y una “segunda oportunidad” a los hongkoneses. “Durante las marchas de los últimos días, la gente ha expresado de manera pacífica y ordenada su insatisfacción con el proyecto de ley y el Gobierno, especialmente yo… Personalmente recae sobre mí mucha de la responsabilidad en las deficiencias del Gobierno autónomo”.

Pero no cedió a las reclamaciones de los manifestantes. Vino a argumentar que, a efectos prácticos, la medida está muerta: no hay tiempo para tramitarla y expirará cuando termine la sesión legislativa actual, en julio del año que viene. Pero no quiso declarar que la retiraba, algo que supondría una importante pérdida para su Gobierno y para Pekín.

Tampoco quiso ceder en lo que ahora mismo es lo más importante para los manifestantes más jóvenes: una promesa de que no se presentarán cargos contra ninguno de los participantes en la concentración de decenas de miles de estudiantes el miércoles pasado, que la policía disolvió por la fuerza. Originalmente, Gobierno y policía describieron esa protesta como “disturbios”, algo que puede acarrear a los participantes hasta diez años de cárcel. El lunes el jefe de policía Stephen Ho apuntó que la acusación de crear disturbios solo se aplicaría a cinco de los 32 detenidos. Lam no quiso prometer que estos cinco tampoco afrontarán cargos y rechazó crear una comisión independiente que investigue el comportamiento policial el miércoles, que el colegio de abogados y varias ONG han calificado de abusivo.

Dada la falta de concesiones tangibles, el resentimiento contra la jefa del Gobierno no ha hecho sino crecer entre los manifestantes. Los jóvenes no están dispuestos a conceder a Lam la segunda oportunidad que pide. Según Bonnie Leung, portavoz de la asociación organizadora de las marchas –el Frente de Derechos Civiles y Humanos de Hong Kong–, el pulso entre los ciudadanos y Lam ya se reduce a una cuestión de “confianza” y los residentes la han perdido por completo en su ministra jefe.

“Lam ya no puede gobernar de manera efectiva Hong Kong –sostiene–. Ha pedido una segunda oportunidad, pero algunos de sus errores han sido tan graves que no la merecen. Por eso insistimos en que renuncie”.

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