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La vocación de la modestia

Su elemento más destacable son las poderosas interpretaciones de Melissa McCarthy y de Richard E. Grant, candidatos ambos al Oscar

La vocación mínima suele ser una de las mejores decisiones para determinadas películas, y más en estos tiempos que corren, de excesiva grandilocuencia, ambición y desmesura. Una virtud en desuso que, por ejemplo, poseyeron abundantes producciones del cine estadounidense de los años setenta, el del Nuevo Hollywood, y que destaca en la tragicomedia ¿Podrás perdonarme algún día?, segundo largometraje de Marielle Heller, basado en la historia real de la escritora Lee Israel, respetada biógrafa caída en el barro de la desesperación social, profesional y personal. El relato de una autodestrucción, a partir de la soledad, la animadversión, la traición y una poderosa autenticidad. La historia de una mujer a la intemperie.

Hay en el trabajo de Heller, responsable de la estilosa pero un tanto superficial The diary of a teenage girl (2015), su película de debut, una exquisita tendencia hacia la huida del subrayado que, en una historia de caída como la de Israel, es bienvenida. Sobre todo, porque los peligros de un cierto regocijo en la desolación siempre están ahí como tentación tonal, y ni el guion ni las interpretaciones caen en ello, amparadas en una esencia tragicómica, en las situaciones y en el retrato de personajes, que mantiene la línea de flotación de la película.

Sin embargo, el libreto del novel Jeff Whitty y de la experimentada Nicole Holofcener, directora de la magnífica Sobran las palabras (2013), sí que incurre en una cierta incongruencia, que quizá tenga que ver con el miedo a que su historia deba mantener la emoción únicamente desde la base de la degradación, cuando se tiene a mano en la historia real un elemento tan jugoso, pero tan peligroso, como el del delito. Y es en el excesivo tiempo dedicado a la falsificación de las cartas de escritores y celebridades ya fallecidos, con el fin de poder subsistir en un mundo que la rechaza y que ella misma rechaza, donde la película pierde altura. Como si el equipo creativo se fijara demasiado en el qué, en la trama, descuidando durante la parte central del relato, basado en un libro de memorias de la propia Israel, el quid de la cuestión: el estado interior de una enferma del desamparo.

Queda, eso sí, el elemento más destacable de ¿Podrás perdonarme algún día?, junto al de su propia modestia: las poderosas interpretaciones de Melissa McCarthy y de Richard E. Grant, candidatos ambos al Oscar en las categorías principal y de reparto. Unas actuaciones matizadas, delicadas, casi leves pese al clima de angustia, a las borracheras y a la sordidez, captadas por la cámara de Heller con la humildad de quien sabe que es justo ahí, en la mirada perdida pero personalísima de dos seres extraviados, donde puede estar la grandeza de una pequeña película.

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