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La ONU pide una investigación independiente de la muerte de Morsi

El expresidente egipcio falleció por un ataque cardíaco durante una audiencia en un tribunal en El Cairo

La oficina de derechos humanos de Naciones Unidas ha pedido este martes una investigación independiente de la muerte del antiguo presidente egipcio, Mohamed Morsi, quien falleció súbitamente el lunes tras pasar seis años en prisión, y señaló que la misma debe abarcar todos los aspectos de su tratamiento durante todos sus años encarcelado. «Se han arrojado dudas sobre las condiciones de detención del señor Morsi, incluyendo el acceso a un tratamiento médico apropiado así como suficiente acceso a sus abogados y familiares durante sus casi seis años en prisión. Parece, asimismo, que ha sido confinado a un encierro solitario prolongado», ha asegurado el portavoz de la oficina de la ONU, Rupert Colville. «La investigación debería ser dirigida por una autoridad judicial u otra competente que sea independiente de los responsables de prisiones para que lleven a cabo una investigación rápida, imparcial y efectiva de las circunstancias y las causas de su muerte», remató

El cuerpo del expresidente egipcio Mohamed Morsi ha sido enterrado este martes en Medinat Nasr, un barrio de El Cairo, según ha asegurado uno de sus abogados, menos de 24 horas después de conocerse su fallecimiento. «Fue sepultado en Medinat Nasr (…) en presencia de su familia. Las oraciones fúnebres fueron en el hospital de la prisión de Tora», donde Morsi fue declarado muerto en la víspera, ha dicho su abogado Abdelmoneim Abdel Maksud. Las autoridades prohibieron que la familia de Morsi celebrara el funeral en la provincia Oriental (Sharqia), donde nació el exmandatario. Maksud ha informado de que solo unas 10 personas fueron autorizadas por las fuerzas de seguridad a acudir al rito funerario.

Morsi, del movimiento de los Hermanos Musulmanes, primer presidente electo democráticamente en Egipto en 2012 y derrocado en 2013 por el actual jefe de Estado, el general Abdelfatá al Sisi, murió durante una audiencia en un tribunal en El Cairo. La cofradía de los Hermanos Musulmanes tildó este lunes la muerte del exmandatario como «un asesinato en toda regla» y llamó a la celebración de un funeral masivo.

Según fuentes de seguridad y judiciales, Morsi se desplomó tras hablar ante el tribunal y fue trasladado a un hospital, donde murió. La red estatal de televisión aseguró que la muerte se produjo por un paro cardíaco.

«El tribunal le concedió el derecho de hablar durante cinco minutos. Cayó al suelo en el banquillo de los acusados y fue llevado rápidamente al hospital», donde murió, según un comunicado de la Fiscalía. «Llegó al hospital exactamente a las 16.50 y no tenía heridas visibles en el cuerpo», agregaba.

Morsi, un ingeniero de 67 años procedente de una familia de agricultores, fue encarcelado tras su destitución y juzgado luego por varios casos, entre ellos uno de espionaje para Irán, Qatar y grupos militantes como el de Hamás en Gaza. Además, Morsi fue también acusado de fomentar actos de terrorismo.

«No pudimos verlo en el tribunal por el vidrio blindado [del recinto] insonorizado. Pero otros detenidos nos dijeron que ya no tenía pulso», declaró Maksud, que dijo haberle visto «en una camilla» en el complejo judicial de la prisión de Tora, precisando que ni él ni la familia del presidente sabían a qué hospital fue trasladado.

La noche del lunes hubo una notable presencia policial en los alrededores de la prisión en la que había estado recluido Morsi y en la provincia Oriental, donde se declaró el estado de alerta.

Los principales diarios en árabe guardan silencio sobre la muerte de Morsi o presentan un perfil muy bajo en sus ediciones impresas de este martes. Solo el principal diario privado Al Masry al Youm ha llevado a su primera página el deceso del exmandatario, al que nombraba como el «expresidente», a diferencia de las informaciones del lunes de los medios oficiales que solo mencionaban su nombre completo, sin otorgarle ningún título.

El presidente turco Recep Tayyip Erdogan, aliado del expresidente islamista, le rindió homenaje calificándolo de «mártir» y culpó a los «tiranos» en el poder en Egipto de su muerte. «La historia no olvidará a aquellos tiranos que lo llevaron a la muerte encarcelándolo y amenazándolo con ejecutarlo», señaló Erdogan en un discurso en la televisión. El Partido de la Libertad y la Justicia, brazo político de los Hermanos Musulmanes, también acusó a las autoridades egipcias de «lento asesinato», denunciando las «malas condiciones» de detención del expresidente.

En las presidenciales de 2012, Morsi se había presentado como el garante de los ideales democráticos de la revuelta de 2011 lanzada por la juventud liberal y laica, pero a la cual se habían sumado los Hermanos Musulmanes. Apodado «la rueda de recambio», reemplazante de último momento de la primera opción de los Hermanos Musulmanes, que era el empresario Jairat Al Shater, Morsi ganó la elección por un estrecho margen.

La forma de ser simple y afable de Morsi, casado y padre de cinco hijos, le ayudó a gozar de un cierto estado de gracia durante los primeros meses de su presidencia. Pero luego se ganó rápidamente el enojo de una gran parte de la población que lo acusaba de ayudar a los Hermanos Musulmanes a acaparar el poder, al tiempo que era incapaz de restablecer la seguridad o relanzar una economía muy golpeada. «Era percibido como la marioneta de los Hermanos, a los cuales ubicó en puestos de la Administración, lo que irritó a la burocracia de arriba y a la población», estima Mustafá Kamel Al Sayid, politólogo.

Las crisis se sucedieron, y un año después de su elección, el 30 de junio de 2013, millones de egipcios salieron a las calles para reclamar su renuncia. Su enemigo, el exjefe del ejército y general Abdelfatá al Sisi, aprovechó esta situación para justificar la destitución de Morsi tres días más tarde y lanzar una sangrienta represión contra sus partidarios. Policías y soldados mataron a más de 1.400 seguidores de Morsi en pocos meses. Cientos fueron condenados a muerte, en procesos en masa expeditivos, calificados por la ONU de «sin precedentes en la historia reciente».

Tras su destitución, Morsi fue condenado en total a 45 años de prisión en dos casos: incitación a la violencia contra manifestantes a fines de 2012 y espionaje a favor de Qatar. Durante sus juicios, aparecía en el banquillo de los acusados detrás de vidrios que aislaban el sonido para evitar sus diatribas, lo que no le impedía presentarse, con un aire marcial a veces un poco forzado, como el presidente víctima de un «golpe de Estado» militar.

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