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La ironía saludable de Sergi Pàmies

En realidad, la ironía funciona mal en todas partes porque requiere del receptor una virtud que no es tan abundante como desearíamos: la inteligencia

Como ando de promoción, me toca hacer el Umbral e ir a hablar de mi libro a algunos platós de televisión, y el otro día me invitaron a Els matins de TV3. Mientras esperaba en la salita, apareció Sergi Pàmies y el aburrimiento de la espera se convirtió en alegría chisporroteante. Como a cualquier persona con un poco de buen gusto, me encantan los libros de Pàmies, y verlo en la tele desmiente muchos tópicos sobre la frivolidad y la idiotez de la caja tonta. Me contó que hacía en el programa una sección semanal titulada Vida saludable, y se tocó la barriga, riendo: “Sí, esa es la gracia: alguien como yo, dando consejos de salud”. Le conté que yo llevo también un consultorio en la radio donde recomiendo libros para resolver problemas. Todo irónico, claro, aunque nos hayan enseñado que, en los medios audiovisuales, la ironía se entiende regular.

En realidad, la ironía funciona mal en todas partes porque requiere del receptor una virtud que no es tan abundante como desearíamos: la inteligencia. A algunos espectadores les costará pillar la gracia de que un escritor que no es precisamente Arnold Schwarzenegger y que pasa la mayor parte del tiempo sentado respirando el polvo de los libros y cegándose con la pantalla del ordenador, dé consejos saludables, pero hay algo profundamente didáctico en estas apariciones. En un mundo tan literal, donde el humor es casi siempre infantil y grueso, y donde hay tanto coach empeñado en que cada cual consiga sus sueños y sea feliz, es muy necesario que gente como Sergi Pàmies juegue a desconcertarnos un poco, a romper la cuadrícula de los días, a oxigenar con algo de sorna el moralismo sacerdotal de tanto telepredicador.

Porque la vida saludable que propone Pàmies no tiene que ver con la fruta, la abstinencia del tabaco o el ejercicio moderado, sino con la mayor y más difícil de las virtudes: no tomarse nada demasiado en serio. Empezando, por supuesto, por las cosas que salen en la tele.

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Moliner

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