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La fama

El autor diserta sobre la futilidad de ser famoso porque «el mar dice tu nombre y tu muerte»

Cada vez es más difícil distinguir la fama de la ideología. Lo primero que le dice el capitalismo a un escritor o a un artista es esto “hazte famoso, luego ya se verá”. Todo son estrategias para la fama. Jorge Manrique ya lo vio en el siglo XV. La gente busca hacerse famosa con lo que tiene más a mano. Porque la alternativa es la insignificancia y el anonimato. Si practicas la bondad, lo importante es que todo el mundo lo sepa y tus actos bondadosos rueden por todas las pantallas de la tierra.

Cualquier credo que elijas, han de saberlo hasta en el planeta Marte. Y tu sinceridad y tu ejercicio de la libertad ha de conducirte al linchamiento en las redes. Porque si te quieren linchar, eso significa que al menos existes.

El capitalismo ha decretado la muerte social para los seres anónimos. Si nadie te ha insultado nunca en las redes es que no estás vivo. Hagas lo que hagas, ha de ser público y notorio, ha de extenderse por el ciberespacio hasta los confines de la física cuántica. No son famas legendarias lo que acabamos construyendo, porque las famas legendarias son siempre póstumas. Y el capitalismo actual ha prohibido las famas póstumas de los artistas porque no dan beneficios al portador de la fama. Nunca seremos legendarios como lo fueron Franz Kafka o Miguel de Cervantes. No veremos nunca el sol amarillo que sedujo a Van Gogh. Nosotros somos como Warhol, que a los cinco segundos de salir del vientre materno ya supo que quería ser famoso. Supo que la fama era la vida en la tierra. Supo que la fama era más grande que la inteligencia o que la pasión o que el amor o que todas las revoluciones o que todas las utopías.

Unos utilizan unas estrategias para hacerse famosos; otros, otras. Hay quienes están convencidos de que lo suyo es de verdad y necesario, y que por lo tanto la fama es merecida, o en última instancia un premio por toda una vida de trabajo. Don Quijote no tenía complejos ni buscaba justificaciones, deseaba la fama como bien absoluto. Don Quijote y Andy Warhol son primos hermanos. Don Quijote quería salir en el telediario, en los programas del corazón, en las tertulias políticas, en las series, en Cuéntame, en Máster Chef, hasta en los anuncios, hasta en el próximo y temido mensaje de Navidad de Felipe VI. Don Quijote, en un alarde de lucidez, confundió fama y vida.

Los escritores tienen que ser famosos, porque si no, nadie los lee. Se vive mucho mejor siendo un escritor famoso. Cuando viajas, te ponen en primera. Cuando duermes, lo haces en hoteles estupendos. Cuando caminas por la calle, la gente te sonríe. Se hace más el amor si eres famoso. Se escribe incluso mejor, porque la fama siempre te susurra cosas elegantes al oído. Hasta el sol cae sobre las frentes de los escritores famosos con una dulzura sobrenatural. Hasta el mar, cuando te acercas a él, dice tu nombre, y dice tu muerte.

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