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La desesperación española

Junto a su feroz dibujo de la pulsión hacia la trampa, el capítulo interpretativo eleva este ‘thriller’ con las formidables Emma Suárez y Nathalie Poza

En los mejores thrillers con elementos de cine negro siempre hay una crónica de la angustia. Es el reflejo de una sociedad descarriada, ahogada por la corrupción, en la que unos personajes abocados a la fatalidad cavan su propio pozo inspirados por la desesperación. “¡Menudo país de hijos de puta!”, grita, respecto de esta España nuestra, una mujer de origen ruso en 70 binladens, película de Koldo Serra sobre el atraco a una gris sucursal bancaria de una gris plaza de una ciudad cualquiera (es Bilbao, pero podría ser Burgos o Jaén), en la que todos sus personajes esconden un doble rostro, la sombra toxicómana física y moral de la España del arribismo.

Ese retrato es lo mejor de una película aguerrida y entretenida, aunque con desequilibrios, dentro de un conjunto de evidentes raíces en el cine americano de los años setenta y en una obra en particular: Tarde de perros (Sidney Lumet, 1975), con paralelismos en la pareja de atracadores enamorados, las características intelectuales de cada uno de ellos, la relación con los rehenes, el sofocante calor y la bifurcación hacia las fuerzas del orden con las que negocian su salida. De hecho, bien se podría haber titulado Tarde de perras, pues son dos mujeres enjauladas en la desesperanza y el grito ahogado las que comandan un relato donde la clave no está en una mayúscula cantidad de dinero: apenas esos 70 binladens (ya saben, los billetes de 500 que todo el mundo sabe que existen, pero nadie ha visto), esos 35.000 euros por los que demasiados seres humanos serían capaces de matar y de morir.

Serra dirige con brío en el interior del banco, aunque fuera se le ve algo descolocado, quizá por esa tara tan típica del cine español con los extras, a los que o los filmas sin que se enteren, o siempre hay alguno que deja expulsar algún desastre en la mirada. Mientras, el guion de Echániz, Gil Bengoa y Asier Guerricaechevarria está mejor compuesto en el engranaje de subtextos (la corrupción, desde abajo, en este país donde hasta los días de libranza no justificada son moneda de cambio) que en la excesiva retórica de las conversaciones de los policías y en las secuencias con la niña.

Sin embargo, junto a ese feroz dibujo de la pulsión hacia la trampa, es el capítulo interpretativo el que eleva 70 binlandens y el que acaba enhebrando un trabajo más que estimable gracias a dos actrices formidables: Emma Suárez, temperamento hacia el interior, mirada de piedra; y Nathalie Poza, rabia exterior, expansiva, dulcemente salvaje.

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