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La cara más secreta de Clara Campoamor

Un nuevo libro que recoge sus textos de divulgación literaria y la reedición de su obra sobre la Guerra Civil en Madrid ayudan a recuperar a una de las grandes pioneras del feminismo

La abogada, política y escritora Clara Campoamor (Madrid, 1888 – Lausana, 1972) ha pasado a la historia por haber defendido en el Congreso durante la Segunda República el voto femenino, contra buena parte de la izquierda, de su propio grupo (el centrista Partido Radical) y las otras dos mujeres que ocupaban en 1931 un escaño en la cámara, Victoria Kent y Margarita Nelken; todos ellos opinaban que, influida por la Iglesia, la mayoría de las electoras decantaría las elecciones hacia la derecha. Campoamor, sin embargo, defensora de la igualdad por encima de todo, proclamaba “el derecho de las mujeres a equivocarse”, destacó ayer la periodista y escritora Marta Robles durante la presentación de Del amor y otras pasiones, un libro que, editado en la colección Cuadernos de obra fundamental de la Fundación Banco Santander, rescata una de las partes más ignoradas —“casi secreta”, decía la responsable de su edición, Beatriz Ledesma— de su obra: los ensayos de divulgación literaria y poética escritos durante su etapa de exilio en Argentina, entre 1938 y 1955 (después vivió en Suiza hasta su muerte).

Además, el sello Renacimiento acaba de reeditar La revolución española vista por una republicana, otra de sus obras menos conocidas, que aporta una visión crítica de los primeros momentos de la Guerra Civil en Madrid. Ambos títulos ayudan a completar, en estos tiempos de acometidas contra los derechos de las mujeres y discusiones sobre las esencias del feminismo, una figura radicalmente independiente y poliédrica que va mucho más allá del debate sufragista, incómoda tanto para la izquierda como para la derecha y olvidada hasta hace muy poco.

Para empezar a entenderla, la escritora Carmen Posadas —que también presentó ayer el nuevo libro de Campoamor— y la filóloga Beatriz Ledesma creen que es fundamental conocer su origen humilde: tuvo que trabajar desde muy joven por la muerte de su padre —pronto ganó una plaza en Telégrafos— y se puso a estudiar Derecho con 34 años mientras se convertía en destacada activista —también escribía en periódicos— en una España en la que más de la mitad de sus compatriotas era analfabeta. “No era una sufragista de salón”, dice Ledesma. Posada destaca la personalidad de alguien que rechazó las propuestas de la dictadura de Miguel Primo de Rivera para ocupar cargos y que, además del sufragio femenino, consiguió que se aprobara el divorcio e impulsó la regulación del trabajo de las mujeres y los niños y las investigaciones sobre la paternidad de los hijos ilegítimos, entre otras iniciativas.

Esa etapa madrileña de activismo y política (dentro de la que se enmarcan, aparte de textos periodísticos, los libros El derecho de la mujer, El voto femenino y yo: mi pecado mortal; y La revolución española vista por una republicana, publicado originalmente en francés), contrasta con esa otra más humanista, dedicada a la literatura y la traducción, que vivió la mayor parte del tiempo que pasó exiliada en Buenos Aires. Y que está representada en esos textos divulgativos que publicó entre 1943 y 1945 en la revista femenina Chabela, recuperados ahora en Del amor y otras pasiones. En ellos la intelectual reflexiona sobre la obra poética de autores como Sor Juana Inés de la Cruz (de quien también publicó una biografía), Quevedo, Góngora, Manuel Machado o Amado Nervo y analiza mitos literarios como el de don Juan —con un acercamiento sorprendentemente benévolo, según Marta Robles— o, con cierta ironía, recursos líricos recurrentes como el de los ojos de la mujer. Sin embargo, para Ledesma, se trata de etapas coherentes con “la vocación de servicio público” que siempre le acompañó.

Dos entrevistas a la pensadora, publicadas en Caras y caretas en 1932 y 1933 , encabezan la edición. En ellas, Campoamor habla, entre otras cosas, del papel de la mujer. Por ejemplo, se refiere a un tema de marcada actualidad, el lenguaje inclusivo, sobre el que defiende para los “cargos, honores o profesiones que la mujer conquista por sí misma” terminaciones comunes con cambios de articulo, como en el/la pianista. Eso sí, acaba diciendo sobre el tema: “En ningún caso sería esta una cuestión que hubiera de restarme media hora de sueño”. Robles destacó ayer este último giro y reivindicó a Campoamor como “luz y guía de los y las feministas”. Más en estos tiempos: “Hace que nos olvidemos de las cosas menos esenciales y caminemos todos juntos. El hecho de segmentar el feminismo y que haya gente que quiera repartir carnés de feminismo hace un daño enorme”.

Lo cierto es que la madrileña siempre defendió —desde sus ideales feministas, liberales, laicos y republicanos— su propia visión, aunque significase ir contracorriente. Como con el voto femenino —que le costó un aislamiento político que relata en El voto femenino y yo: mi pecado mortal— o a la hora de describir los desmanes de algunos grupos republicanos en Madrid tras el alzamiento militar de 1936, que describió en La revolución española vista por una republicana. Una obra poco conocida que describe, en “un trabajo serio y honesto”, la revolución que en realidad estalla “cuando las autoridades del Frente Popular deciden armar a las milicias de sus partidos”, escribe Luis Español Bouché, editor y traductor de la obra que acaba de publicar su sexta edición; él mismo la presentó en el Senado el mes pasado. Allí volvió a reivindicar a “una mujer independiente y ecléctica” cuyo objetivo siempre fue, asegura en su libro, “la equiparación de los derechos de la mujer con los del hombre, ni más ni menos”.

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