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‘Juego de tronos’, la serie que rompió los límites: “Cada capítulo se ha vivido como la final de un Mundial”

La ficción llega a su final convertida en un fenómeno cultural sin precedentes que ha ayudado a hacer más grande la pequeña pantalla

Cada ciertos años, una serie pone patas arriba la televisión: Twin Peaks, Los Soprano, Perdidos, Breaking Bad… Pero nunca antes el terremoto había sido de tal intensidad ni se había sentido con tanta fuerza en todo el mundo al mismo tiempo. Juego de tronos termina (HBO España y Movistar Series emiten el final de forma simultánea a EE UU a las 03.00 de la madrugada del lunes) tras una octava temporada que la ha convertido en la serie más comentada de la historia. En las redes sociales, pero también fuera de ellas: Daenerys, Jon, Arya, Cersei y Sansa se han convertido en nombres habituales en la máquina del café del trabajo, en bares y en restaurantes de un planeta sacudido por un fenómeno nunca antes visto.

«Juego de tronos ya no es una serie, es un evento emocional. Con la cultura de la inmediatez de Internet, las plataformas digitales y el consumo bajo demanda, parecía que el directo había dejado de tener sentido a no ser que fueran eventos deportivos o musicales. Y cada capítulo final de Juego de tronos se ha vivido como la final de un mundial de fútbol», sostiene Irene Raya, profesora de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la Universidad de Sevilla.

«La mayor aportación de Juego de tronos ha sido la noción de espectáculo total», opina Alberto N. García, profesor de Comunicación de la Universidad de Navarra. «Antes hubo muchas series que abordaron con éxito de crítica y público la complejidad narrativa o dramática. Incluso hubo series con un altísimo nivel de producción. Sin embargo, Juego de tronos ha empujado todo eso al límite, ha sido un relato televisivo XXL en todos los sentidos: más tramas, más personajes, más efectos especiales, más brutalidad, más medios de producción, más marketing, más localizaciones…», añade. En otras palabras: ha redefinido lo que se puede esperar de una serie.

La producción de HBO ha trasladado a la televisión la experiencia y niveles de producción reservados hasta ahora para el cine. Es un gran blockbuster por capítulos en el que la espectacularidad va de la mano de la historia. «El empaque visual, tan colosal, visto desde el sofá de casa, ha roto esa dicotomía sagrada que relaciona sala de cine con espectáculo y televisión con ficción intimista. El espectáculo también es un acto disfrutable en la intimidad», opina Irene Raya.

«La ambición novelística de Juego de tronos tiene mucho que ver con su atracción global», añade García. «Su mayor originalidad narrativa fue la de subvertir una de las reglas sagradas del relato serial: a pesar de ser un relato coral, los creadores mataban personajes esenciales con una facilidad pasmosa», completa. Esos méritos narrativos son herencia de las novelas de George R. R. Martin y su saga Canción de hielo y fuego, un material que, en la pantalla, terminaba con la quinta temporada. A partir de ahí, los guionistas David Benioff y D.B. Weiss se valieron de unas líneas maestras trazadas por el escritor, pero tuvieron mayor libertad para elaborar. «Martin es un autor de personajes, hace siempre historias en las que los protagonistas son marginados de un modo u otro, sea por motivos sociales, físicos o lo que sea, y te arrastra a esos mundos con una potencia que pocos escritores de su generación tienen», explica el editor Alejo Cuervo, director de Ediciones Gigamesh, sello que ha publicado las novelas en España.

El mundo creado por Martin, y la gran masa de fans que ya aportaba, fue, para el escritor y crítico cultural Jorge Carrión, una ventaja con la que jugaba la serie, además de la apuesta por la épica fantástica y el prestigio de HBO, que venía de una década de éxitos como Los Soprano, The Wire, A dos metros bajo tierra o Deadwood. «Pero fue la fascinación que provocaban sus personajes, su mitología y la complejidad de su mundo la que fue sumando expectación y atención. En términos de conversación global, ha sido el gran fenómeno serial de la segunda década del siglo, como lo fue Perdidos de la primera, pero con menos improvisación argumental y muchísima más muerte y sexo», sostiene Carrión, autor de Teleshakespeare (Errata Naturae).

La Eneida en streaming 

Para la periodista especializada en series Laia Portaceli, Juego de tronos ha servido para reconocer también el geénro fantástico. La producción ha llegado a «un público numeroso que hasta ahora no era consumidor de fantasía, mezclándolo con otros géneros que convierten la serie en un producto más adulto y complejo que otras ficciones fantásticas». Los 47 premios Emmy que lleva acumulados antes de la emisión de la última temporada avalan ese reconocimiento.

«Es una historia de fantasía épica medieval clásica que sigue de alguna forma a Tolkien», opina Carolyne Larrington, profesora de Literatura Europea Medieval en la Universidad de Oxford. Para Larrington, en Juego de tronos se pueden encontrar elementos de la fantasía clásica «e incluso de historias antiguas como la Odisea o la Eneida, que ha convertido en modernas, contemporáneas y relevantes para gente de los 207 países y territorios donde es emitida».

Ayelet H. Lushkov, profesora de Literatura Clásica en la Universidad de Texas, señala relaciones entre personajes de Juego de tronos y héroes de las epopeyas clásicas, como Tyrion y Odiseo o Daenerys y Eneas. «Es, en esencia, la historia de una sociedad desmoronándose, y ese tipo de historia siempre ha tenido un gran atractivo. Al lado de todos los efectos especiales, también tienes historias muy personales sobre lo que le ocurre a gente en circunstancias extremas».

Este cóctel ha generado uno de los mayores hitos culturales que se recuerdan. Un programa seguido con furor casi deportivo, con la devoción de culto propia de un universo desarrollado en miles de páginas y municiosamente imaginado a lo largo de décadas. Un fenómeno fan sin parangón que en la última temporada se le ha vuelto en contra, con peticiones online para rehacer la octava entreva. En palabras de Raya, «la serie ha dejado de ser una historia de personajes para convertirse en una historia determinista, una simple parábola con moraleja. Pero, ¿a quién le importa eso cuando tu equipo puede ganar?».

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