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Jan Mulder: “Perú es un país con una historia importante que documentar”

El no ser lo que tradicionalmente se conoce como mecenas no disminuye su estatura como coleccionista de élite y un impulsor de las artes

Nacido hace 70 años, Jan Mulder (Lima, 1949) se crio en el seno de una familia que le dio una educación privilegiada, a caballo entre Suiza y Perú, la madre patria, pero su trayectoria no siguió ningún patrón ortodoxo. El fundador del Centro de la Imagen de Lima y del centro cultural El Ojo Ajeno estudió fotografía en la Universidad de Boston, ha tenido una exitosa carrera como hombre de negocios y cuenta en su colección, iniciada formalmente en 2002, con cerca de 1.500 piezas de altísima calidad que incluyen a Irving Penn, Milagros de la Torre, Alfredo Jaar, Graciela Iturbide, Naoya Hatakeyama y los hermanos Vargas.

Mulder, clave también en la concepción original de la Bienal de Fotografía de Lima, ha encontrado en ese medio de expresión el lugar ideal donde reflejar su mirada del mundo, siempre contemporánea, inquieta y sensible. Y lo ha hecho mucho antes de que se convirtiera en moda para parte del coleccionismo internacional.

Solo han pasado unos minutos desde que comenzara esta charla en la madrileña Casa América, donde se puede disfrutar, hasta el 27 de marzo, de parte de esa colección en la muestra Estratos de un paisaje, que consta de 108 obras de 35 autores, está comisariada por Alejandro Castelotte y forma parte del programa Perú en ARCO, encargado de mostrar lo mejor del arte contemporáneo de este país.

Mulder habla con sencillez, calma y cordialidad. Y, entre los orígenes griegos de su madre y su pasión por el arte, el diálogo fluye dentro de una tónica zen pero nunca soporífera. ¿Qué lo ha llevado a centrarse en la fotografía y cómo se convirtió en semejante coleccionista? «Siempre he tenido un rasgo de coleccionista, porque cuando trabajaba en la farmacéutica Roche en los setenta, estando en Basilea, iba a Estrasburgo, veía una galería, elegía algo que me gustara y lo compraba, o sea que, aunque fueran medios diferentes, el atractivo ya existía. Años después, en Hong Kong, en una galería había una artista peruana, Cecilia Colichón, que hacía grabados, y todavía los conservo», dice. Y agrega: «Pero aunque siempre ha habido un rasgo de coleccionismo, la pasión por la fotografía viene de antes, porque mi padre tenía su Rolleiflex, sacaba fotos y me contagió, y tuve varias cámaras, desde las Brownie hasta las Instamatic. Con el tiempo me puse a estudiar, comencé en Administración de Empresas y al año me di cuenta de que no me mantendría interesado, razón por la cual cambié a fotoperiodismo en la Universidad de Boston, algo que luego practiqué en La Prensa, de Lima, hasta que el gobierno militar estatizó fuertemente los medios e hizo que yo terminara viajando, y posteriormente trabajando, en Suiza».

Una compañía familiar de distribución farmacéutica fue el destino que Mulder, miembro asociado de la Junta del Museo de Arte de Lima, encontró para volver a su país a comienzos de los ochenta. Sin embargo, su interés por la fotografía como coleccionista creció mucho después, porque antes adquirió obras de pintores como Fernando de Szyszlo y José Tola.

«Primero fui comprando obras sin pensar en hacer una colección. Art Basel Miami 2002 fue la primera feria en que adquirí algunas piezas de artistas extranjeros, hasta que tomé la decisión de tener solo fotografías de artistas peruanos como Luz María Bedoya y Billy Hare. Con el tiempo, uno va armando grupos o familias de obras que giran en torno a temáticas, como la fotografía artística, urbana o centrada en la naturaleza”, explica.

Algunas fotos, entonces, son documentos históricos, pero otras son pura belleza, muestras de la grandeza creativa del sujeto que las toma.

«La fotografía como medio es muy amplia, desde la artística en todas sus variantes con la inspiración que provoca a través de trabajos que me interesan mucho, como el de Gladys Alvarado, que tiene técnica y visibilidad, hasta la documental y periodística de Jaime Rázuri o de Daniel Pajuelo”, comenta.

«Hay fotografías que documentan momentos históricos de inflexión política, como una huelga policial o la mudanza de una estatua ecuestre de una plaza a un depósito y después a un parque: estamos hablando de un monumento importante de Lima que cambió de lugar porque la esposa de un presidente quiso. Y a pesar de que mi historia como periodista fue breve, la sensibilidad hacia ese tipo de obras está, y lo cierto es que Perú es un país que tiene una historia importante que documentar», subraya.

Las ferias

Antes de terminar la entrevista, señala la importancia que a su juicio tiene ir a galerías pero no “para comprar fotografías en lotes”, y afirma que las ferias también son relevantes, aunque no programa con anticipación a cual ir cada año. En 2018, compró dos fotos vintage japonesas en Art Basel de una galería de Tokio y un tiempo antes había adquirido de una galería de Toronto una pieza de un fotógrafo chino que documenta la revolución cultural, algo que lo ha marcado personalmente, pues estuvo entre Hong Kong y Vietnam en esa época.

Más allá de eso, ¿cómo se siente como peruano con la posición privilegiada que su tierra ha adquirido como invitada de honor de la edición 2019 de Arco? «Para Perú es una gran responsabilidad y los que hemos comprendido lo que de veras significa ser el país invitado de Arco somos pocos, porque las autoridades tienen otras prioridades, y hemos tenido muchas crisis de gobierno, pero lo cierto es que el Ministerio de Cultura ve el asunto superficialmente. No hay un concepto profundo de cual es nuestra cultura. Sí tenemos una cultura incaica, preincaica y colonial heredada e importantísima, pero no hay una ley de promoción o de apoyo, con lo cual los individuos somos quienes mostramos capacidad o sensibilidad para hacer algo, desde un centro cultural hasta un museo. Sin el sector privado, nuestra representación sería pobre», asegura.

¿Cuál será el destino último de su colección? «No he elegido el camino, pero uno sería crear mi propia fundación y que mis hijos se encargaran de ella con el tiempo, dándole una forma de ingreso que le permita mantenerse. Un segundo camino sería aliarme con una institución de Lima como el Museo de Arte Contemporáneo, que permita seguir desarrollando la colección de fotografía e ir formando jóvenes para cumplir con ese objetivo. Remata este viejo conocido de Mario Testino: «Yo no aguardo que el Estado peruano venga a darme nada, solo espero algo en proporción a los impuestos que pago y que seguiré pagando en mi país».

Para el epílogo, dice que «la fotografía ha explotado como lenguaje que coleccionar y como medio de expresión, cuando se incorporó la cámara de fotos al teléfono celular, se masificó, y que de los millones que la utilizan un mínimo porcentaje intente dedicarse a ella es maravilloso, porque no hay arte más democrático que este».

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