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Infarto: estos son los cinco síntomas que indican que estás a punto de sufrirlo

Un hombre se echa la mano al corazón por un fuerte dolor.

Aunque es posible sufrir un infarto durante cualquier época del año, un estudio ha sugerido recientemente que algunas festividades como la Nochebuena pueden ser un factor de riesgo añadido. Los investigadores lo atribuyen al «estrés emocional», sobre todo en individuos mayores de 75 años con factores de riesgo adicionales como la diabetes, la hipertensión o la hipercolesterolemia.

Por tanto, no es tan descabellado aconsejar a estos pacientes que si perciben un dolor agudo de pecho acudan a urgencias. Pero, ¿qué otros síntomas podrían sugerir un posible infarto cardíaco?

Existen algunos signos y síntomas más conocidos y otros que no lo son tanto. La realidad es que, hoy en día, ninguno de estos pueden asegurar al cien por cien que se está produciendo un infarto. Los médicos siempre tienen en cuenta tres pilares básicos: los síntomas, el estudio electrocardiográfico y los parámetros analíticos (las troponinas, enzimas sugestivas de daño cardíaco). Para catalogar un dolor torácico como posible infarto, al menos dos de estos tres pilares deben estar presentes, sino, puede ser otra patología que habría que estudiar y catalogar.

Teniendo en cuenta los síntomas, algunos de los más conocidos serían los siguientes.

Dolor de pecho

El dolor de pecho (o torácico) es uno de los síntomas más típicos que presentan los pacientes cuando se sospecha que están sufriendo un infarto cardíaco o una angina de pecho. Comúnmente se suele describir como una opresión o una sensación de peso en la zona del esternón o en la zona central o izquierda del tórax.

En ocasiones, el dolor puede irradiar o desplazarse hacia otras localizaciones como el brazo izquierdo, la mandíbula o la espalda. Este dolor puede ser o bien continuo y persistente, o bien intermitente. Si esta opresión empeora con el esfuerzo o mejora descansando, es un indicativo de sufrimiento cardíaco.

Por otro lado, si el dolor se describe como «pinchazos», «quemazón» o «calambre», es probable que la patología causante del mismo sea de otra índole. Así mismo, si empeora o mejora con los movimientos o con la respiración, es poco probable que se trate de un infarto, pero no podría descartarse.

Como ya se ha explicado, no todos los dolores torácicos son un paso previo al infarto. Otras enfermedades pueden provocar dolores similares y es necesario descartarlas a la hora de diagnosticar al paciente. Estas enfermedades pueden ser tan graves como un tromboembolismo pulmonar, una rotura de aorta o, incluso, una inflamación del esófago.

Sudoración profusa

Junto al dolor de pecho, los pacientes que sufren un infarto suelen manifestar un «sudor intenso y frío» sin motivo alguno. Esta característica puede ocurrir cualquier ambiente, incluso cuando la temperatura no es calurosa. A su vez, esta sudoración intensa se acompaña de malestar general y, en ocasiones, sensación de «muerte inminente».

Esta sudoración no es la clave fundamental para determinar que un dolor de pecho constituye una sospecha de infarto, aun así puede dar pistas dependiendo del individuo en cuestión y de sus enfermedades previas.

Dificultad para respirar

Otro de los síntomas que acompañan al dolor de pecho es la dificultad para respirar debido a la sensación de peso u opresión en el pecho. Esta condición suele aumentar de forma paralela al dolor, pero también puede presentarse de forma súbita e inmediata.

Cabe recordar que la dificultad para respirar, por sí sola, sin dolor de pecho previo, no suele definir un infarto (aunque, de nuevo, no es imposible). Cuando solo se sufre dificultad para respirar sin otros síntomas que la acompañen es más probable que se deba a algún tipo de enfermedad pulmonar, como sería el caso de una crisis asmática o una bronquitis.

Así mismo, un tromboembolismo pulmonar, donde uno o varios coágulos obstaculizan el flujo sanguíneo arterial de los pulmones, también suele producir una dificultad respiratoria súbita que viene acompañada de palpitaciones o taquicardia e, incluso, puede ocasionar un dolor que podría confundirse fácilmente con un infarto.

Náuseas y vómitos

Como síntoma menos específico de un infarto, están las náuseas y los vómitos, los cuales suelen producirse tras sufrir dolor de pecho y/o sudoración intensa. Los vómitos por sí solos, sin dolor de pecho previo, no tienen porque sugerir un infarto.

Por otro lado, es común sufrir sensación de quemazón o molestias en el pecho posteriormente a los vómitos (y no antes). Cuando se produce tal situación, es más probable que se haya producido una irritación del esófago a causa de los vómitos, y no que un dolor de pecho sugestivo de infarto haya provocado dichos vómitos, por lo que es importante definir qué síntoma se ha producido primero para catalogar correctamente la enfermedad delante de la cual nos encontramos.

Palpitaciones o pérdida de conocimiento

Finalmente, como síntomas menos específicos, aunque posibles, están las palpitaciones y la posible pérdida de conocimiento.

Sufrir palpitaciones, de forma aislada, puede tener múltiples causas. Las crisis de ansiedad son la causa más común, pero, si se produce un dolor de pecho y posteriormente se sufren palpitaciones, es importante descartar alguna posible arritmia cardíaca. Por sí solas, las arritmias pueden provocar molestias e incluso dolor de pecho similar a un infarto, pero no por ello significa que se está sufriendo un infarto.

Por otro lado, una pérdida de conocimiento repentina, y acompañada de un dolor de pecho previo, sí puede sugerir un sufrimiento o daño cardíaco. En estas ocasiones, aunque poco comunes, lo que sucede es que el mismo mal funcionamiento del corazón en un momento determinado impide la correcta circulación de la sangre hacia las arterias cerebrales, provocando una pérdida de conocimiento o síncope de forma repentina. Por otro lado, si se produce un mareo previo, una pérdida de conocimiento, y una recuperación de la misma sin mayores complicaciones, es posible que se trate de un desmayo común o lipotimia sin mayor importancia.

Por tanto, de nuevo, es importante reconocer cómo se ha producido la situación y qué síntomas la acompañan, dado que siempre es más común una pérdida de conocimiento por una disminución brusca de la tensión arterial que por un posible infarto cardíaco.

[Más información: Así es el análisis de sangre que mide el riesgo de infarto de corazón]

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